Martín de Riquer: "La leyenda no es historia y no hay nada que discutir"
El filólogo Martín de Riquer (Barcelona, 1914), gran experto en literatura medieval y del Siglo de Oro y gran humanista en el sentido más amplio de la palabra, ha sido galardonado con el premio Nacional de las Letras en reconocimiento a la labor de toda una vida. El jurado que ha otorgado este galardón, dotado con cinco millones de pesetas, ha valorado "la amplitud y calidad de su obra escrita en catalán y castellano sobre literatura románica medieval, especialmente en relación con la literatura provenzal, catalana, castellana y francesa". El premio se suma a otras distinciones que Martín de Riquer, de 86 años y académico de la Lengua desde 1965, ha conseguido a lo largo de su carrera, como el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, en 1997, o el Nacional de Ensayo, en 1991.
Su apellido le hace justicia. "Riquer" significa "poderoso ejército", y, en palabras de Dámaso Alonso, nada describe mejor ni más literariamente lo que en realidad es Martín de Riquer: una multitud, un hombre multiplicado de saberes tan numerosos como deslumbrantes. Como su libertad y su sentido del humor. Por eso, por sabio y por libre, su nombre tiene ecos de leyenda en el ámbito de los estudios filológicos e históricos, donde se empareja con los del Quijote, Ausiàs March, Ramon Llull, Tirant lo Blanc o los trovadores medievales, por citar sólo algunos de los temas a los que ha dedicado su vida. Ahora acaba de publicar Llegendes històriques catalanes (Quaderns Crema). Un buen pretexto para conversar con un maestro de muy varias generaciones de intelectuales. No quiere errores: ahora que tantos quieren cambiar el pasado por fábulas y cuentos, la leyenda no es historia, "y no hay nada que discutir".
La vida de Martín de Riquer en verdad mueve al asombro por sus múltiples saberes, que despegaron del mundo helénico para detenerse en la literatura medieval. Apenas se ha ocupado de nada posterior al 1500, aunque su curiosidad es infinita. De hecho, cuando hace tres años obtuvo el premio Príncipe de Asturias, el jurado subrayó "su mente humanista, no excluyente, que se identifica con la historia íntegra de la cultura en España, en sus pluralidades y sus vecindades".
Su biblioteca es inmensa, llena de piezas excitantes para la gula literaria. En realidad nada refleja mejor su talla intelectual, volcada en una obra extensa y ejemplar, al decir de los expertos. Algunos de sus títulos ya son clásicos. Así, Los trovadores, La historia de la literatura universal, escrita junto a Valverde, su Historia de la literatura catalana, sus ediciones de Cervantes, de Llull...
Sin leyendas que valgan, insisto. Acaba de publicar Llegendes històriques catalanes, en el que profundiza sobre cinco leyendas poco estudiadas del imaginario colectivo de Cataluña. La primera de todas, tal vez la más conocida, es la del origen del escudo de las cuatro barras, que, una vez estudiado por Martín de Riquer, ha resultado bien distinto del que la tradición dictaba. Esa es nuestra excusa para conversar con el eminente filólogo acerca de éste y otros aspectos de su trayectoria.
Ha sido una conversación, de tan ágil, casi compulsiva: Martín de Riquer habla deprisa, apenas vocaliza, y su brevedad lapidaria puede resultar casi cómica. Difícil labor para un transcriptor bajofirmante. Este detalle, por cierto, extraña al entrevistado, quien responde con una nueva contundencia: "Es que odio la retórica. Usted pregúnteme cosas concretas y yo le responderé cosas concretas".
De una crónica castellana
-¿Cree que alguien puede ofenderse al descubrir por su libro que la leyenda de las cuatro barras nació de un demasiado imaginativo historiador valenciano y a partir de una crónica castellana?
-No, nadie, porque es un hecho. Las leyendas son leyendas, y punto. No hay que confundirlas con la historia y no hay nada que discutir. Así es.
-Entre esos datos objetivos que son un hecho está la falsedad del Llibre de fets d"armes de Catalunya, tal como usted especifica en el prefacio de su libro.
-Sí, es un libro que se suponía escrito por Bernat Boades en 1420, y durante años se creyó verdadero. Eso hacía pensar que las leyendas históricas catalanas estaban muy definidas en el siglo XV. Pero luego se descubrió que era una falsificación del siglo XVI, y las cosas cambiaron mucho.
Invento de la gente culta
-La leyenda de las cuatro barras del escudo de Guifré el Pelós, afirma en su libro, es un invento de gente culta. Un historiador con imaginación la toma prestada, y los intelectuales románticos y de la "Renaixença" la ensalzan hasta hacerla muy popular.
-Tan popular que sería difícil encontrar hoy a un catalán culto que no la conozca. Si fuera cierto que el emperador franco mojó los dedos de Guifré el Pelós en sus heridas de guerra y los pasó luego por el escudo dorado, formando las cuatro barras verticales que dieron lugar al emblema heráldico, tendríamos que aceptar que ese escudo fue creado a finales del siglo IX. Y los escudos no nacieron hasta el siglo XII, cuando los reyes empezaron a luchar con el rostro cubierto por el yelmo y necesitaron un lugar visible donde hacer ver al enemigo sus señales de referencia.
-Las cinco leyendas revisadas en este libro tienen fuentes muy diversas. ¿Por qué eligió estas leyendas, precisamente?
-Porque no estaban muy estudiadas, y eso me permitía no sólo profundizar en ellas, sino añadir algunos detalles para fijarlas y concentrarlas. Detalles eruditos, mayormente.
-¿Cree que la cultura popular actual ayuda a mantener la tradición?
-No sólo se mantiene la tradición, sino que los medios actuales, como la televisión, el cine, la radio, etcétera, enriquecen la leyenda. Hay ahora una proliferación de series televisivas y películas basadas en personajes legendarios. Se vive un momento de cierta reacción del cine realista hacia la huida de lo cotidiano, hacia una búsqueda más evidente de lo exótico. Eso tiene que ver con nosotros mismos como individuos y como sociedad, y es algo natural, que siempre sucederá.
-¿Seguimos teniendo, como individuos, como sociedad, necesidad de un imaginario?
-Siempre ha sido así, y lo será siempre. La necesidad de ficción, o de ciertas dosis de ficción, es un fenómeno social perfectamente conocido y evidente.
Historias de familia
-Su anterior libro, Quinze generacions d"una família catalana, basado en la historia de su propia familia, mereció entusiastas elogios. ¿Qué le decidió a escribir un libro como ese, atípico en su trayectoria
-La suerte de tener un archivo familiar muy completo y con una documentación nada corriente. En el archivo de mi familia, un archivo muy antiguo, además de los documentos más normales, como actas de matrimonio, contratos o compraventas había, por ejemplo, muchas cartas. Eso me permitió estudiar y escribir.
-Con ese libro, además, se acercó a un público distinto al más erudito para el que escribe normalmente.
-Tal vez sí.
-¿Eso le agrada?
-Me da lo mismo. Cuando se escribe un libro se piensa en el libro, no en el público que va a leerlo.
-Estamos en el mes de las ferias del libro. ¿Es ajeno a ellas?
-Yo compro libros cuando tengo que comprarlos, que es cuando sé que hay algo que me interesa. Básicamente compro libros de trabajo, claro, libros de filología románica. A veces también leo novelas, pero no mucho.
-¿Y el Quijote? ¿Sigue releyéndolo?
-Ya no demasiado. Mire, he publicado tantas ediciones y tantos estudios sobre el Quijote que casi no necesito leerlo más, porque me lo sé de memoria. Ahora, por ejemplo, acabo de leer una traducción al latín que me llegó. Ha sido interesante.
-¿Y qué siente al releer una obra que tan bien conoce?
-Me divierto mucho. Le sigo encontrando cosas que no conocía.
-¿Y al leer las ediciones de algunos de sus colegas, por ejemplo, la de Francisco Rico?
-Esa edición está muy bien. Presenta grandes novedades y grandes aciertos. Es bueno que haya diversos puntos de vista sobre las mismas cuestiones. Aunque yo, en general, estoy en todo de acuerdo con Rico.
-¿No se plantea revisar su edición?
-Soy muy mayor. Una revisión exige mucho trabajo, mucho cuidado, mucha compulsión. Y yo ya no tengo ganas.
-Usted se ha caracterizado por ese talante humanista que destacó el jurado que le otorgó el Príncipe de Asturias. Un talante que le ha llevado a un estudio amplio las culturas catalana y castellana. ¿Qué opina de los excluyentes planes de estudio actuales?
-Es una cosa fatal. Realmente, no sé qué propósito persiguen quienes han diseñado así los planes de estudio. Si lo que pretenden es que las nuevas generaciones sean cada vez más burras, lo están haciendo muy bien. Estos asuntos se politizan demasiado y se dejan en manos de gente que no entiende de ellos lo suficiente.
-¿Profesa usted algún tipo de catalanismo?
-¿Qué quiere decir?
-¿Cuál es su forma de ser catalán?
-La normalidad absoluta. La regularidad. Cuando un libro requiere que lo lea en catalán, lo leo en catalán. Si necesita que lo lea en castellano, lo leo en castellano. Y hago lo mismo cuando me planteo la escritura de algún trabajo. [De hecho, escribe en catalán, castellano y francés con idéntica soltura]. No tengo ningún criterio respecto al nacionalismo. Cuando estudio y escribo pienso en otras cosas.
-A sus ochenta y seis años, creo que es usted la evidencia de que en este trabajo suyo no existe la jubilación.
-Ya no trabajo tanto como antes.