Image: Por lo general, sexo y escritura son dos pecados solitarios

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El Cultural

"Por lo general, sexo y escritura son dos pecados solitarios"

Pablo d'ors

24 enero, 2001 01:00

El finalista del premio Herralde, Pablo d'Ors (Madrid, 1963), además de escritor y sacerdote, es nieto de Eugenio d’Ors, capellán de la Universidad Autónoma de Madrid, teólogo y profesor en la Real Escuela Superior de Arte Dramático. Autor de un libro de relatos, Las ideas puras (Anagrama) es el título de su primera y premiada novela.

Pregunta: Ha definido su novela como "erótica y filosófica". ¿Casan tan bien?
Respuesta: Detrás de todo intelectual se esconde alguien desesperadamente emotivo.
P:¿Qué tienen que ver Wittgenstein, Nabokov y usted?
R: Un día coincidieron en mi mesita de noche; desde entonces decidí que les quería por cómplices y amigos.
P: ¿En qué se parecen sexo y escritura?
R: En que, por lo general, los dos son pecados solitarios.
P: ¿En qué se diferencian?
R: En que en la escritura sabes que estás solo desde el principio.
P: ¿Cómo son las "nínfulas" de hoy?
R: La verdad, no lo sé. A mí siempre me han gustado las mujeres más bien maduras.
P: ¿En qué se diferencian de la Lolita de Nabokov?
R: No son tan literarias: dejan menos espacio a la imaginación.
P: ¿Se ha topado con muchas como capellán de la UAM?
R: Francamente, no. ¿Por qué no vendrán?
P: ¿Dónde empieza la ficción y dónde lo autobiográfico en el libro?
R: Todo es autobiográfico, lo cual no quiere decir que sea histórico. La ficción no es sino un modo de contarse de forma socialmente aceptable.
P: Dice que "El arte de la ficción es contar verdades de forma que parezcan mentira".... ¿también en su caso?
R: Sí, rotundamente. Toda novela que no sea una confesión termina siendo pura técnica, y entonces deja de interesarme.
P: ¿En qué consiste esa "lectura postmoderna de la obra de su abuelo La bien plantada que ha realizado en Las ideas claras?
R: Mis ideas no son "claras", sino "puras", al menos ése es el título de la novela que acabo de publicar. En todo caso, al igual que yo mismo, Eugenio d´Ors era un antirromántico. él soñó con el mito de una mujer que encarna el Mediterráneo; yo me he despertado de ese sueño.
P: ¿Cuál es su receta, cuánto de filosofía, cuánto de literatura, de vida y de humor hay en el libro?
R: Por los ecos que me van llegando, cada lector pone lo que tiene: escándalo, el moralista; enseñanzas, el discípulo; ideas, el ideólogo, y formas el artista.
P: ¿Y en su vida?
R: Mucha literatura, o sea, mucha vida; bastante humor, aunque confío aumentará conforme vaya creciendo; y la filosofía suficiente para no degenerar en vitalismo.
P: ¿Por qué sorprende tanto que un sacerdote escriba libros como los suyos?
R: Porque en la Iglesia sobran los ideólogos y faltan los narradores. ésta es una de las causas de su decadencia en Occidente.
P: ¿No le llaman la atención sus superiores por el contenido erótico de su libro?
R: No. De momento. Y no conozco ninguna institución más tolerante que la Iglesia católica, es decir, que acepte mayor pluralidad en su seno.
P: ¿Qué quiere decir eso de "jesuita de las sensaciones"?
R: Alguien que explora, morosamente, lo que nos llega por los sentidos. La expresión es de Pessoa.
P: ¿Se llevan bien literatura y religión?
R: Los grandes escritores han vivido su oficio como una auténtica consagración; por otro lado, toda religión es un relato. No quiero ni pensar lo que quedaría del cristianismo si se le privara de lo literario. A mi entender, el espíritu y la letra caminan a la par.
P: ¿Apellidarse d'Ors es una bendición o un estigma?
R: Una bendición cuando escribo, pues intento hacerlo con la sangre. Un estigma, en cambio, cuando publico, pues me comparan con mi abuelo y, claro, salgo perdiendo.
P: ¿Con qué autores de su generación se identifica?
R: Yo no suelo identificarme con nadie. Custodio mi diferencia. Por eso, precisamente, escribo.
P: ¿Y a quiénes lee?
R: A muchos, siento curiosidad, pero sólo citaré a Juan Manuel de Prada y a Roberto Bolaño.
P: Creo que tiene aún nueve novelas inéditas. ¿A qué espera?
R: A que además de inéditas estén conclusas y logradas, pero reitero mi amenaza de nuevas ficciones.
P: Dice que ser mejor y más inteligente es lo mismo.
R: No soy yo quien dice eso, sino Wittgenstein. Es lo bueno de frecuentar a los grandes: que algo se te queda.
P: Sí, pero ¿abundan en nuestras letras los malvados?
R: Abundan los falsos malvados, la pose de la perversidad. Tengo la impresión de que ser auténticamente malo es muy difícil. De donde se deduce que estamos bien hechos.
P: ¿Y los tontos ilustrados?
R: A esos yo los llamo eruditos. Me dan mucha pena.
P: ¿Por qué el mejor campo de trabajo es siempre uno mismo?
R: Porque cada uno es la mejor palabra que Dios nos ha dado.
P: ¿Y qué tal personaje es usted?
R: Yo soy como mis personajes novelescos: tierno y cruel, acobardado y valiente, soberbio y humillado. Además de mi obra, quisiera esculpir mi biografía. Eso fue lo que hizo Xènius.
P: ¿Le compensa la popularidad que le ha dado el premio con la paz que tal vez le haya robado?
R: ¿Así que soy popular? La paz suele ser estéril; yo, por lo menos, casi nunca escribo cuando estoy tranquilo y bien. Escribir es para mí domesticar el demonio interior, luchar contra el ángel, como Jacob. Y vencer.
P: ¿De verdad sus ideas son muy puras?
R: Vivo de las ideas puras, esto es, de la fantasía. Como el Principito, creo que lo esencial es invisible a los ojos. No me emociona la pureza de lo hermoso ni la impureza de lo abyecto. Pero me conmueve que pueda nacer una flor en medio de un estercolero.