Image: Jorge Volpi

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El Cultural

Jorge Volpi: "Ser intelectual no es sinónimo de cordura o lucidez"

1 mayo, 2003 00:00

Jorge Volpi, por Gusi Bejer

Pregunta: La novela revisa el siglo XX. ¿La conclusión es que la verdad no existe, que fue aniquilada?
Respuesta: El balance del XX no parece muy positivo, pero el XXI se inicia con ese mismo aniquilamiento de la verdad.
P: ¿Y se atrevería a definirlo como “trágico, banal, ilusorio y esperpéntico”?
R: Es una definición que también le conviene a nuestro siglo XXI y a figuras como Bush y Aznar.
P: ¿Por qué es imposible luchar sin transigir?
R: Más bien se trata de una especie de maldición que pesa sobre los idealistas. Pero, por fortuna, sigue habiendo luchadores que, de modo democrático y abierto, se enfrentan a los excesos del poder.
P:¿Y usted, ha transigido mucho?
R: Intento escapar a la seducción del poder. A veces lo logro.
P: ¿Qué le salva y qué le condena?
R: Me salvan Bach y Mahler, Nietzsche y Mann, Leopardi y Paz, Freud y Einstein..., y me condena sentir que a veces la razón no es suficiente.
P: ¿Suscribe la frase de Lacan de que “Amar es dar lo que no se tiene a alguien que no lo quiere”?
R: Es una frase brutal pero muchas veces cierta. La incomprensión y la imposibilidad de desear lo mismo que el otro es uno de nuestros mayores límites.
P: Escribe: “No existe mejor manera de conocer a los otros que desentrañar sus temores”. ¿Cuáles son los suyos?
R: El temor a la locura y a la lucidez extrema (que se confunden), a los permanentes excesos de los poderosos, a la imposibilidad de comprender al otro y la sensación de que la razón a veces no basta...
P: ¿Y cuál es “el fin de la locura”?
R: El regreso a la normalidad que puede ser, como en esta novela, el de la corrupción tácita, el silencio cómplice o la inactividad complaciente... Se necesita cierta dosis de locura para construir una sociedad más justa.
P: El psicoanálisis, la revolución,
el arte y la literatura ¿son las caras de la utopía?
R: El psicoanálisis y la revolución han perdido casi todo su encanto. El arte y la literatura apenas resisten los embates de la banalización. Tal vez la utopía consista en creer que arte y literatura aún pueden salvarnos...
P: Escribe que el dolor es lo no dicho: ¿qué ha callado en este libro?
R: Muy probablemente, parafraseando a Lacan, el dolor. Detrás de la comicidad está el espanto, la frustración, el desengaño.
P: Según Greimas, el 68 fue “el berrinche de unos adolescentes desvergonzados conducidos por unos terroristas sin escrúpulos”... ¿La historia se repite?
R: Borges decía que la historia no era sino la repetición de unas cuantas metáforas. Sigue habiendo intelectuales y políticos incapaces de comprender a los jóvenes que protestan contra una guerra ilegal...
P: Escribe que abril es el más cruel ¿incluso cuando está en la promoción de su libro, o quizás por eso?
R: No lo había pensado. Sí, eso lo hace más cruel... y más divertido.
P: ¿Qué fue de tanta revolución?
R: Muchos errores, decepciones, frustraciones... Pero también la sensación de que es importante revivir la solidaridad, la fe en el futuro y en la capacidad de transformar al mundo que animaba a los jóvenes de entonces.
P: ¿En qué acabó la utopía castrista?
R: En una dictadura que no admite la disidencia, como demuestra el recrudecimiento de la represión.
P: ¿Por qué Castro sigue hablando para no hablar?
R: Los regímenes políticos se vuelven peligrosos cuando logran que las palabras pierdan todo sentido. Castro y otros dictadores lo hacen a diario. Pero lo más preocupante es cuando ocurre en los regímenes democráticos, como EE.UU.
P: ¿Y por eso aún hay intelectuales que defienden la dictadura?
R: Ser intelectual no es sinónimo de lucidez o de cordura. La seducción de los poderosos hacia los intelectuales es muy intensa, como demuestran tantos grandes escritores que han loado los actos de tantos tiranos...
P: Como le pregunta Quevedo a Castro, ¿la historia nos absolverá?
R: Probablemente no... Hemos cometido demasiados crímenes y errores.
P: ¿Los críticos se creen lo que dicen?
R: Por fortuna, hay de todo. Auténticos lectores que disfrutan descifrando las claves de los libros que reseñan y otros que utilizan la crítica como arma en la guerra entre los diversos grupos de poder que conviven en nuestro medio.
P: ¿Por qué las editoriales españolas parecen culpables de que en Latinoamerica se escriba una literatura facilona?
R: Tras la quiebra de las grandes industrias editoriales en México o Buenos Aires, la edición en español se concentra en la Península. Eso provoca una distorsión, puesto que muchos editores sólo publican lo que ellos creen que el público español espera de los escritores latinoamericanos, no lo que los escritores latinoamericanos escriben para responder a sus tradiciones literarias.