Image: Álex de la Iglesia

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El Cultural

Álex de la Iglesia

“Nada de lo humano me es ajeno, pero preferiría ser una coliflor”

11 diciembre, 2003 01:00

Álex de la Iglesia, por Gusi Bejer

Nacido en Bilbao (1965), álex de la Iglesia se ganó a la escuela de freaks con su debut Acción Mutante (1993), que le produjo Almodóvar. Luego conquistó al público mayoritario con la satánica El día de la bestia (1995). Algunos dicen que desde entonces no se ha superado, pero ha dirigido obras tan potentes (y exitosas) como Perdita Durango (1997), Muertos de risa (1999) o La Comunidad (2000). Con 800 balas inventó el "marmitako western" y se estrenó como productor. Rueda estos días la comedia Crimen ferpecto, "una aproximación al horror que supone amar y odiar".

Pregunta: Dice que cada año que transcurre es usted más pesimista. Pero sus películas son cada vez más cómicas...
Respuesta: Claro. Quiero decir: es una conclusión lógica. Me vengo de todo lo que me hace sufrir, me enloquece o me angustia. Todo es ridículo o absurdo, incluso esto mismo que estoy diciendo. Ante el dolor que supone enfrentarse al dolor sólo podemos reírnos.
P: El humor: ¿último refugio de los desencantados?
R: Exactamente. El humor es lo único que me merece respeto. El resto es silencio. Hay que mirarse al espejo y ser conscientes de que somos payasos en una comedia escrita por un idiota o un loco.
P: Crimen ferpecto... Hitchcock y Goscinny. ¿Hay algo que no tenga cabida en su cine?
R: ¿El talento? Yo creo en el trabajo. Mientras pueda hacer lo que me apetece, Dios bendiga este negocio. Eso sí, puede que todo cambie y mañana me veais dirigiendo la segunda parte de Ana y los siete... Ana y los catorce.
P: ¿Existe realmente el crimen perfecto?
R: ¿Cómo? ¿Lo preguntas en serio? ¡¡Todos los días!! ¿Qué son las guerras?
P: Supongo que habrá visto Bowling for Columbine...
R: Sí, y debería ser una asignatura obligatoria en los institutos. Es una visión clara y distinta
de la sociedad americana, perfectamente extrapolable a una futura sociedad peninsular.
P: Entonces... ¿cree que hace falta un tipo como Michael Moore en España?
R: No, aquí sólo se habla de estupideces en la tele. Nadie le escucharía. Nuestro héroe intelectual es "Pozí". ése es nuestro horror y nuestra miseria.
P: ¿Los mitos existen para derribarlos?
R: No, no soy iconoclasta, todo lo contrario, soy bastante mitómano. Adoro a las personas que me han alegrado la vida, e incluso la han justificado, como Ford, o Hitchcock, o Bill Murray.
P: Truffaut: Amar el cine es amar la vida...
R: No, amar el cine, o hacer cine, es intentar corregir la vida. La vida está llena de tiempos muertos, eso también lo decía Truffaut.
P: ¿Sus personajes fantasean con un mundo mejor o un mundo fuera de este mundo?
R: La idea es crear un mundo donde las cosas suceden como uno quiere. Eso es lo divertido, fingir el caos de la realidad para conferirle sentido.
P: ¿Se rueda con más confianza sabiendo que su obra le ha entusiasmado a Spielberg y a Polanski?
R: Pues la verdad es que te ayuda a ver las cosas con más perspectiva, y olvidar las críticas negativas. No sé qué motivo puede tener Spielberg para quedar conmigo, así que supongo que le gustará realmente. No podía creerlo, las había visto casi todas.
P: Sus personajes son crueles, payasos, grotescos... pero tiernos. ¿Es así como ve al ser humano?
R: Nada de lo humano me es ajeno, pero preferiría ser una planta, en concreto una coliflor. El hombre es un ser malo por naturaleza, a semejanza de su creador, un Dios cruel y bromista. Por eso intento en mis películas dar una visión cómica del horror.
P: ¿Ha temido alguna vez convertirse en una caricatura de sí mismo?
R: Yo sólo busco una mentira convincente. Ignoro quién soy desde hace años.
P: Con esta obsesión cultural por etiquetar a los creadores, ¿se siente a veces como un producto más en un escaparate?
R: No sabes hasta qué punto puedes llegar a leerme el pensamiento. Hay que pagar un precio por jugar a ser el doctor Frankenstein. Así que te conviertes al final en un producto, una especie de colonia de señora, en el mejor de los casos. En el peor, sería una sandwichera o un accesorio para el móvil.
P: ¿El cine es también un gran almacén?
R: El cine es, por un lado, como mi patio del colegio, o mi mujer y mis hijas, lo único que justifica que no me tire por la ventana intentando aplastar con mis ciento y pico kilos a un pacífico transeúnte. Por otro, es una verbena incómoda, una fiesta en la que siempre dan garrafón, y la resaca es terrible.
P: ¿En un futuro muy muy lejano se ve como presidente de la Academia de Cine?
R: Seguro. El futuro que nos espera es tan negro que me merezco ese siniestro destino. Como un emperador romano, incendiaré la Academia. Con un laúd en las manos observaré cómo arde Madrid a mis pies. Después me lapidará la muchedumbre, y mi cabeza se utilizará como balón, pateada por los niños.
P: ¿Cree que su cine ha mejorado desde que, además de dirigirlo, también lo produce?
R: Lo que indudablemente ha empeorado es mi cuenta corriente. La idea era hacerme de oro, pero he descubierto, como me explicaba mi maestro Vicente Gómez, que producir es tener deudas
y saber llevarlo.
P: Si no hiciera películas, ¿a qué se dedicaría?
R: Sería traficante de armas o dealer de crack. No sé, si no hiciera cine probablemente me volvería loco.