Image: Eduardo Mignogna. Estrena El viento

Image: Eduardo Mignogna. Estrena "El viento"

El Cultural

Eduardo Mignogna. Estrena "El viento"

“Hacer cine es el pretexto para probar comidas y vinos”

7 julio, 2005 02:00

Eduardo Mignona, por Gusi Bejer

Eduardo Mignogna (Buenos Aires, 1940) se describe a sí mismo como escritor aparte de cineasta. Debutó tras la cámara con Evita, quien quiera oír que oiga (1982), si bien antes publicó las novelas En la cola del cocodrilo (1971) y Cuatrocasas (1975). Sus sueños y estremecimientos, por tanto, se mezclan y confunden en novelas cinematográficas (Lastenia y La señal) y en películas literarias (El faro, Sol de otoño o Cleopatra). Ahora estrena El viento, con Federico Luppi.

Pregunta: Dice que terminar El viento le ha llevado toda una vida, pero que al mismo tiempo ha sido la película más fácil de hacer, ¿cómo lo explica?
Respuesta: El termino "fácil" remite al diseño de la producción, a que es una película independiente, hecha a pulmón. En realidad, a mí nunca nada me resultó fácil. Debí haber dicho "natural". Natural, además, porque es probable que existiera en mí antes de soñarla y de filmarla, como existen en el ADN la presunción de la muerte de los padres, el miedo y las despedidas.
P: ¿Y qué respuestas trae este viento?
R: A mí el viento de la película me trae preguntas.
P: La película se mueve sobre el dolor, la justicia y la culpa. ¿Sentimientos que le persiguen?
R: El dolor es parte del amor y de la felicidad (ese chispazo y el olvido que es sentirse feliz). La justicia no alcanzo a entender bien qué es, pero sé que no representa para todos lo mismo. La culpa (o la falta de culpa) es lo que, alguna vez, me aproximará a la libertad, porque la libertad es prescindir de la culpa.
P: ¿Se ha quitado alguna culpa de encima rodando esta película?
R: No puedo precisarlo ahora, pero los viejos episodios que se transformaron en el hecho casual de esta historia deben contener más de un desliz de mi vida escamoteado.
P: ¿Viene a ser El viento una especie de metáfora sobre las culpas históricas que deben conocer y asumir las nuevas generaciones argentinas?
R: Falta considerar si las nuevas generaciones quieren o deben asumir las culpas de otros. Igualmente, no me he propuesto
un juego de símbolos
en el filme. Me limité a registrar una realidad,
no a representarla.
P: Lo que sorprende de nuevo es el nivel de los intérpretes, la naturalidad con lo que todo transcurre, la facilidad para la emoción... ¿señas de identidad de su cine?
R: Los actores son los que hacen el milagro de representar. En cuanto a la emoción, una vez en una entrevista para la televisión, a Juan Carlos Onetti le hicieron una pregunta sobre los sentimientos en su literatura. La pregunta debe haber durado dos o tres minutos y Onetti respondió luego de un
largo silencio: "Vea", dijo. "Si hay ternura, sale"
P: Como en otras de sus películas, aquí las relaciones personales comienzan en rechazo y terminan en necesidad. ¿Nos negamos a ver lo que nos pertenece?
R: Es un sueño que me gusta soñar desde chiquito: empezar perdiendo. Nada nuevo; un clásico del optimismo que, en el fondo, conduce al regocijo del pesimismo.
P: En El viento nadie está libre de traiciones. ¿Es inevitable ocultar secretos?
R: En la película los secretos están relacionados con la crueldad y el sufrimiento que provoca su revelación; en la íntima evaluación de quiebre de la lealtad o la fidelidad. En La Condición Humana, André Malraux escribe: "Hay verdades que no deben ser dichas jamás". Lo firmo.
P: Treinta años haciendo cine en Argentina... ¿milagro o necesidad?
R: Es un vicio y una pasión, un trabajo, un empecinamiento, un juego delicioso, el pretexto para conocer personas y ciudades, probar comidas y vinos.
P: ¿Cree haber firmado ya sus mejores trabajos?
R: Intuir que no, le da sentido a mi vida.
P: ¿Por qué película le gustaría que le recordaran?
R: Por alguna secuencia de El Faro o de Sol de Otoño, o de una miniserie sobre el escritor Horacio Quiroga... pero en realidad por Las Reglas del juego, Fanny y Alexander o Amarcord, que son como mías.
P: ¿Ha aprendido del cine más de lo que le ha enseñado la vida?
R: La ficción retraduce la realidad y esa síntesis es atractiva para el cine, la literatura, la música o la pintura. Pero no sabría decir si esto se puede aplicar a la vida. Creo que prefiero la intensidad de todos y cada uno de los golpes que nos asestan al vivir, los del horror del mundo y del odio de los hombres, y los que no se pueden evitar: los del amor y, como diría Cesar Vallejo, los de la ira de Dios.
P: ¿La lección más valiosa para aprender su oficio?
R: Siempre he repetido que a filmar se aprende filmando y me parece que no es cierto. O es cierto, pero importa poco. Lo que cuenta es encontrar una maldita frase honesta, como diría Hemingway
P: Pasa de la comedia al drama con bastante facilidad. Como el maestro Wilder, ¿hace drama cuando la vida se porta bien y comedia cuando se porta mal?
R: Admiro a los que producen desde el dolor. La escritura durante mis estados depresivos me ha conducido a un canasto lleno de papeles. Wilder, Hitchcock, son palabras mayores.
P: ¿Ha visto ya La guerra de los mundos o a usted Spielberg no...?
R: Agradezco su primer filme, Duel, que en Argentina se llamó Reto a muerte. Lo he visto tantas veces como El Tercer Hombre o Mississippi Burning, que sin ser las películas que me llevaría a la isla, irradian un magnetismo forzoso: no concibo no ver el final.