El Cultural

Salvador Távora

“Mi teatro no hace andalucismo. Intenta hacer Andalucía”

20 abril, 2006 02:00

Salvador Távora, por Gusi Bejer

Dos libros homenajean a Salvador Távora (Sevilla, 1930), quien en 1971 fundó La Cuadra. Con el grupo ha hecho 14 montajes, algunos memorables como Quejío o Andalucía amarga. Interesado en los últimos años por incorporar el drama taurino al teatro, hace dos semanas estrenó en la plaza de Espartinas La corrida moderna, ritual de caballos de alta escuela con la participación de recortadores valencianos que juegan con la muerte sin derramar una gota de sangre. En la actualidad, La Cuadra gira por 14 ciudades inglesas Imágenes andaluzas para Carmina Burana.

Pregunta: La Fundación Autor le dedica un libro en su 30 aniversario que presenta Alfonso Guerra. ¿Qué le une a él?
Respuesta: Alfonso es un político a caballo entre el compromiso político, el estético y el ético. Tenemos afinidades de clase y vivió de cerca nuestros comienzos. Y yo viví, tras sus palabras los suyos. El prólogo de Alfonso Guerra está hecho para mostrar que el compromiso sigue: el nuestro y el suyo.

P: Ha dicho que el Cerro del águila de Sevilla es la cartografía de su alma...
R: El hombre es su niñez y cuanto guarda en sus retinas y en su mecanismo emocional de su infancia. Mi barrio me marcó para siempre. Sus calles de albero alineadas. Su colegio público. Su clima proletario con conciencia de ello. Y la vida del matadero municipal donde saltaba sus tapias para torear en la noche; y la fábrica de tejidos Hytasa, donde entré de aprendiz de soldador a los catorce años. Sigo viviendo allí.

P: ¿Cómo saltó de obrero a teatrero autodidacta?
R: No hubo salto. El teatro y los materiales que utilizaba y utilizo para la comunicación teatral están tan enraizados en mi vida que no hay vida particular por un lado y hombre de teatro por otro. No sé si será para bien o para mal, pero no consigo separar mi vida de mi teatro... y en mi vida de andaluz de barrio están la semana santa, el toro, los silencios, las máquinas, los caballos, los cantes, y las palabras cuando se necesitan pronunciarlas.

P: En sus inicios criticó los tablaos flamencos para turistas ¿qué tienen de malo?
R: El cante y el baile flamenco son expresiones inequívocas de un dolor. Utilizarlas para ayudar a hacer buenas digestiones en tablaos y restaurantes, creo que era, en aquellos tiempos, una puñalada a la historia y a la dignidad del flamenco como arte de un pueblo marginado.

P: ¿De ahí devino su invento de una estética para el flamenco?
R: Para recuperar la imagen del pueblo andaluz había en primer lugar que poner el cante en su sitio, sobre luces de candiles de aceite, y con cantaores con conciencia de su compromiso social con su tierra. Así lo hicimos nosotros, Manuel Gerena, José Menese, Enrique Morente, y algunos más. Detrás de la recuperación del cante, incorporamos al lenguaje muchas expresiones de dolor ocultadas del pueblo andaluz.

P: ¿En aquellos años era imposible escapar al teatro-denuncia?
R: No era imposible porque muchos ejercitaban un teatro divertido y complaciente. En los 60 y 70 muchos grupos de teatro independiente andábamos unidos por afinidades ideológicas y temáticas que generaban un compromiso social. En algunos grupos el modelo entraba en contradicción con la denuncia, o sea, se hacía un teatro de la izquierda con el modelo complaciente de la derecha. Nuestra aparición en el mundo del teatro, desconociendo sus orígenes y su historia, hizo que apareciera una nueva estética que en sí misma era ya un compromiso. Creo que allí nació un teatro de denuncia lejos de conveniencias partidistas o intelectuales, y aferrado a un compromiso estético popular.

P: Dicen algunos que hoy su teatro hace andalucismo
R: No hace andalucismo. Intenta hacer Andalucía. Recuperar su importante y manipulada historia, y si no existe esa historia, crearla.

P: Un pueblo que cada año organiza brutales procesiones como las de Semana Santa, ¿para qué quiere más teatro?
R: La semana santa sevillana, andaluza, es la expresión más elocuente de la sensibilidad estética de un pueblo. Un pueblo donde las vírgenes son más admiradas por guapas que por milagrosas y los cristos son esculturas que conmueven por embellecer la muerte, en otros lugares tan negra o grotesca. Todo esto es tan grandioso artísticamente que, lejos de lo "divino", con un trocito de estos rituales se puede identificar en la escena la vida y la muerte. Yo por ello lo incorporo a mi teatro.

P: Lleva tiempo investigando sobre las corridas de toros, especialmente en Carmen...
R: Las corridas de toros me atraen como ritual que llevo en la sangre. En mis espectáculos esos tiempos dramáticos y rítmicos del toro han estado siempre presentes aunque no hubiera ni plaza, ni corrida, ni toro, ni torero. Era un intento de eliminar del teatro la muerte de cartón piedra. Creo que en las corridas de toro están muchos valores de un posible arte teatral abierto y popular que es posible lograr si conseguimos humanizar ese juego de muerte del hombre con el toro. La prohibición del espectáculo en la Monumental de Barcelona fue un atentado a la libertad de expresión.

P: ¿Cómo acabó el asunto con la Generalitat?
R: Fallando a mi favor el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y el Supremo, condenando a la Generalitat.