El hambre que viene
La crisis alimentaria y sus consecuencias
29 mayo, 2009 02:0020 años no serán nada, pero 40, y en primera línea de la edición española es todo un acontecimiento que estos días celebra Beatriz de Moura (Río de Janeiro), alma mater de Tusquets. Divertida, elegante y feliz, nos confiesa que no le gustaría "cantarle las cuarenta a nadie", y adelanta su último descubrimiento: Miguel Syjuco.
La premisa de la que parte Paul Roberts (Washington, 1956), periodista y colaborador habitual de distintos periódicos norteamericanos de referencia, es inquietante. La industria de la alimentación no es capaz de asegurar al cien por cien el control sanitario de los alimentos. El mismo éxito de las grandes cadenas de suministros que conforman la base del supermercado mundial capaz de poner al alcance del consumidor todo tipo de frutas, verduras, pescados y carnes, ha creado nuevos patógenos alimentarios como el de la gripe aviar que vienen a sumarse a los ya muy extendidos: el E. Coli y la salmonela.El hambre que viene plantea una historia de la alimentación que hasta finales del siglo XX fue un éxito. La acumulación de esfuerzo y sabiduría del ser humano acabó con las hambrunas, y a finales del pasado siglo fue capaz de producir más alimentos que nunca a un precio asequible para la mayoría y con un nivel de variedad, seguridad y comodidad excepcional. Sin embargo, esta Edad de Oro camina, en opinión de Roberts, hacia una crisis de graves consecuencias. Las empresas del sector alimentario, movidas por su afán de lucro y su ansia de beneficios, habrían sometido a los productos alimenticios a la producción a gran escala como si se tratase de objetos industriales. Esta necesidad de producción a nivel global implica para el autor la utilización de antibióticos, conservantes, aromatizantes y un sinfín de substancias químicas dañinas para la salud. Añádase a ello la degradación de las condiciones de vida de los animales destinados a la producción alimentaria.
Tras revisar la economía de la alimentación y sus vicisitudes a lo largo del tiempo, Roberts examina las actividades de Nestlé, la mayor empresa alimentaria mundial, y revisa la relación de los minoristas con las grandes cadenas de distribución. En la última parte del presente volumen se examinan los factores que en la actualidad requieren un cambio inmediato.
Esta panorámica de conjunto de la economía actual de la alimentación y de sus problemas proporciona al consumidor una visión crítica y reflexiva muy de agradecer. El lector obeso, el comedor compulsivo de carne o de snacks (chuches) queda avisado. Es un blanco fácil. Lo que no queda tan claro es cómo se defiende el ciudadano que come fuera porque no le queda otro remedio. ¿Cómo se protege ese consumidor del virus de la nueva gripe A o, más aún, de la posibilidad apuntada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que dicho virus se mezcle con el de la gripe aviar? Para Roberts lo inmediato es vigilar la industria cárnica. Supervisar las granjas de patos asiáticas o las explotaciones de cerdos mexicanos no parece tarea fácil. En todo caso, tras leer estas páginas las bandejas de pechugas de pollo deshuesadas se contemplan de otro modo. Con menos tranquilidad.