El miedo
Gabriel Chevalier
29 mayo, 2009 02:00Chevallier confiesa que acudió al campo de batalla no "para batirse, sino por curiosidad: para ver". Su entusiasmo se enfrió cuando asistió al linchamiento de un anciano que definió la guerra como un "atentado contra la razón". Ese horror se hizo más profundo cuando participó en la primera ofensiva. Avanzando por una ciénaga rebosante de cadáveres, comenzó a preguntarse: "¿Es esto la guerra?". El primer alemán muerto apareció ante Chevallier como "la máscara de un Beethoven ajusticiado". La propaganda contra el "vil teutón" no sólo era ridícula, sino falsa, porque la humanidad de cada soldado perduraba aún la muerte. Chevallier no cita a Renan por causalidad: "Jesucristo reveló al mundo que el hombre está por encima del ciudadano". No hay que culpar a Dios , sino a los políticos y a los generales. Chevallier describe los estragos de la maquinaria bélica con un estilo que recuerda el pincel alucinado de Francis Bacon: "carnes rojas y violáceas, parecidas a carne podrida de carnicería, grasas amarillentas y fofas, huesos que dejaban escapar la médula".
En ese escenario horripilante, "manda el miedo". Por eso, cuando Chevallier es herido no experimenta una revelación, sino una liberación. La liberación de ser enviado a un hospital, donde contemplará el sufrimiento de otros, pero con la seguridad de estar a salvo. Experimenta la vergöenza del superviviente, pero el egoísmo es más fuerte. Al igual que en Senderos de gloria (Kubrick, 1957), la aparición de una hermosa joven alemana encenderá una brizna de esperanza en los soldados franceses. Ha finalizado la guerra y el hombre aún conserva la sensibilidad para amar y desear la belleza.