'La odalisca', 1861. Foto: Museu Nacional d’Art de Catalunya

'La odalisca', 1861. Foto: Museu Nacional d’Art de Catalunya

Arte

Mariano Fortuny, el exquisito pintor que alcanzó la gloria para caer en el olvido

  • El artista del siglo XIX sigue desatando pasiones por su técnica depurada, a pesar de que fue pronto eclipsado por nuevos estilos como el impresionismo.
  • Más información: Fortuny, pintor y coleccionista
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Mariano Fortuny Marsal (Reus, 1838 - Roma, 1874), fallecido hace 150 años es, a día de hoy, un artista traspapelado. En primer lugar, porque su nombre y su fama han quedado desbancadas por las de su hijo, el polifacético diseñador de moda que fue Mariano Fortuny Madrazo (Granada, 1871-Venecia, 1949).

En segundo término porque su extraordinaria reputación en vida ha dejado paso, cada vez más, a un prudente silencio. Es un asunto llamativo y que nos puede hacer meditar acerca de la futilidad del éxito, pero también, y con más provecho, sobre los cambios del gusto y sobre el rumbo que tomó el arte cuando doblaba la esquina de la modernidad.

Porque hubo un tiempo, las décadas de 1860 y 1870, en el que Mariano Fortuny Marsal era, con diferencia, el artista español de mayor proyección internacional, sólo superado por José de Ribera y por el propio Velázquez. Un tiempo en que sus cuadros se vendían por 70.000 francos (La Vicaría), 90.000 (El jardín de los poetas) e incluso 120.000 (El coleccionista de estampas).

Para que nos hagamos una idea, era alrededor de 20 veces más de lo que por entonces costaba un Monet o un Renoir. Pero Fortuny muere en 1874, el año en que se celebró la primera exposición impresionista y su arte se vuelve inmediatamente obsoleto frente al empuje de los nuevos lenguajes artísticos.

Bien es verdad que el artista murió antes de su plena madurez, y también es cierto que, según su correspondencia, estaba decidido a romper la relación con Adolphe Goupil, su marchante –que si bien era el artífice de su fama, controlaba también su orientación artística–.

Federico Madrazo: 'Retrato de busto de Mariano Fortuny', 1867. Foto:  Museo del Prado

Federico Madrazo: 'Retrato de busto de Mariano Fortuny', 1867. Foto: Museo del Prado

La biografía del pintor revela algunos datos que permiten entender mejor lo dicho. Huérfano desde los 6 años, se formó gracias a sucesivas ayudas y becas, que obtuvo gracias a sus notables dotes como dibujante y pintor. En 1858 viajó a Roma con una pensión de la Diputación de Barcelona. Esta entidad le encargaría en 1860 que se trasladara a Marruecos como cronista gráfico de la participación catalana en la guerra.

De resultas pintará, años después, un cuadro notable: La batalla de Tetuán (un documento de precisión topográfica y de realización hercúlea: 10 metros por 3). Será asimismo la primera toma de contacto con la temática orientalista, presente en toda su trayectoria.

De regreso a España, conocería a Cecilia, hija del poderoso Federico de Madrazo (director del Prado, entre otros cargos), con la que contraerá matrimonio en 1867. Viajará de nuevo a Marruecos, a Roma, a París… Establece un acuerdo comercial con Adolphe Goupil, un importante marchante, que venderá sus obras a innumerables coleccionistas.

En 1870 pinta La Vicaría, que uno de los escritores más influyentes del momento, Théophile Gautier, elogió con elocuencia. Estimulado por la avidez de los compradores, hace versiones de sus cuadros más demandados. Pero también graba, viaja, colecciona antigüedades (Cecilia será, por su parte, una importante coleccionista de tejidos antiguos).

'La batalla de Tetuán', 1863-1865. Foto:  Museu Nacional d’Art de Catalunya

'La batalla de Tetuán', 1863-1865. Foto: Museu Nacional d’Art de Catalunya

Pasará dos años en Granada, en busca de sosiego, donde crea cuadros como La matanza de los Abencerrajes. Finalmente, en 1874 se traslada a un pequeño pueblo de la bahía de Nápoles, Portici. Allí pinta paisajes de las playas y un cuadro muy reproducido: Los hijos del pintor en el salón japonés. Sin embargo, está sumido en el desánimo: “Tengo la cabeza vacía como un nido sin pájaros. He perdido las ganas de pintar”. En esos días, de forma imprevista, fallece como consecuencia de una hemorragia intestinal. Tiene tan solo 36 años.

Podemos situar la pintura de Fortuny en el marco del costumbrismo decimonónico español, que se desarrolló alentado desde el exterior por “la imagen romántica de España”. Pero Fortuny inclina las debilidades de ese estilo hasta un extremo de amaneramiento y superficialidad.

'Desnudo en la playa  de Portici,' 1874. Foto: Museo del Prado

'Desnudo en la playa de Portici,' 1874. Foto: Museo del Prado

Del primer viaje a Marruecos absorbió un desbordante sentido del color y la luz, que hace tan atractivas sus composiciones como el escaparate de una confitería. La que se llamó “pintura de casacones”, aludiendo al teatral historicismo de los temas, tan de moda en esos años, era un neorococó cuya indolente felicidad resulta sospechosa.

Pero creo que si el juicio de la crítica contemporánea es tan severo con Fortuny es más aún por el carácter anecdótico e idealizado de sus cuadros. Calvo Serraller le sentencia como autor “de brillantes naderías”. Valeriano Bozal señala su “preciosismo enfermizo”.

La crítica es muy severa con él. Calvo Serraller lo sentencia como autor “de brillantes naderías”

Sin embargo, sus desnudos en la playa son precursores de los de Sorolla. Un cuadro como Corrida de toros. Picador herido (1867) resulta asombroso, tanto por su sentido del movimiento como por el color. Tal vez su autor los consideraba sus peores cuadros. No lo sé. O tal vez Mariano Fortuny Marsal fue la víspera del pintor que pudo ser.