José María Merino: "Para entender la realidad hay que haberla leído"
Recibe hoy el Premio Periodístico sobre Lectura que otorga la Fundación Germán Sánchez Ruipérez
14 enero, 2010 01:00Se entiende que para un escritor recibir un premio es siempre algo agradable. Pero para José María Merino haber merecido el Premio Periodístico sobre Lectura de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez es un dulce. Y lo es porque es éste un galardón que abunda en aquello por lo que él lleva peleando muchos años, y que es acercar a la gente, sobre todo a la joven, a la literatura. Precisamente el artículo premiado, publicado en el ABCD de las letras bajo el título El territorio de lo que somos, es una suerte de biografía sentimental que pasea todos los hitos del universo literario que le han acompañado en su tiempo de vida en el mundo y que han conformado un país, el suyo, letra a letra, personaje a personaje, autor a autor.
PREGUNTA.- Enhorabuena por el premio. ¿Qué supone para usted este reconocimiento?
RESPUESTA.- Es un premio que me gusta. Hay premios que son más anodinos, pero este toca con el esfuerzo mío de acercar a la gente a la lectura. Lo han recibido además personas muy interesantes, así que estoy contento.
P.- Hábleme del artículo premiado, El territorio de lo que somos. Es una gran reunión de filias suyas en la que se dan dita desde D'Artagnan a Tom Sawyer, desde Heidi al Capitán Nemo. Y es también un canto a la lectura que la eleva a forma de vida. ¿Se le quedó alguien fuera?
R.- Se me ha quedado fuera mucha gente. No hay cosa más comprometida que aquella pregunta de llevarse unos libros a una isla desierta, yo nunca sé qué contestar. Lo que quise fue sintetizar lo que me gusta decir a los jóvenes lectores cuando doy una charla en algún instituto: que la literatura ha conformado la realidad, lo que somos. De esta manera, la ficción es nuestro territorio más profundo. Para entender la realidad hay que haberla leído.
P.- ¿La literatura es un país?
R.- Incluso los no lectores pueden enamorarse y odiar tal y como la literatura lo reflejó con los años. Y aquí están desde los cuentos de Caperucita a la televisión. Es el país de cada uno de nosotros.
P.- Y la gente que lee poco -y hablo de los jóvenes, con los que usted trata mucho- ¿corre el riesgo de volverse 'apátrida'?
R.- Lo cierto es que cuando yo era un muchacho se leía menos. Ahora hay mayor interés institucional y profesoral por la literatura. Aunque, por otra parte, existen otros estímulos: en mi época estaban el cómic y el cine. Es verdad que las maquinitas electrónicas conforman un entretenimiento más pobre que la literatura. Pero hay otras motivaciones. No, no corren ese riesgo.
P.- Llegó a la Academia en abril de 2009 para “ensalzar el valor de la ficción y transmitir la verdad histórica de una época”. ¿Le está cundiendo?
R.- La Academia es un lugar muy agradable de trabajo en el que se exponen diversas perspectivas y en el que me encuentro con verdaderos sabios. Ahora acaba de aparecer la Nueva Gramática, que es un motivo de orgullo para los académicos y para los españoles. De momento puedo decirle que no he faltado ningún jueves, que he conocido un lugar abierto, liberal, donde se puede discutir cualquier tema con sabiduría. He visto cómo son las cosas e intento aportar entrando a fondo en los debates, interesándome por todo.
P.- ¿Y las obligaciones de la Academia, cómo las lleva?
R.- Son gratísimas. He cambiado un poco mi vida porque sé que los jueves tengo que estar forzosamente en Madrid, pero me quedo con gusto.
P.- Ya que nombra la Nueva Gramática ¿Qué opina sobre las críticas que acusan a la institución por haberse tornado laxa con esta obra?
R.- Me parece que el paso de gigante ha sido asumir que el español no es de España, y hacerlo de forma institucional. La Nueva Gramática demuestra que es una lengua universal y, además, llena de melodías. Esto en principio puede llevar una menor voluntad normativa, pero también es el precio de esa globalidad. Puede que sea más laxa, no lo sé porque yo no soy filólogo ni gramático. Pero el logro es que esté aceptada por todos. Hay palabras que se aceptan porque no hay más remedio. Yo aborrezco la palabra móvil porque móvil es todo lo que se mueve. La Academia no está construida por unos guardianes estrictos y habrá que asumir el uso que ya ha asimilado la sociedad.
P.- Entre sus intenciones antes del ingreso también estaba la depuración del diccionario en los aspectos en los que se había quedado viejo...
R.- Es algo que está en funcionamiento constante. En las reuniones hay cinco comisiones y durante la primera parte estudiamos diversos conceptos. Tenemos muy buena asistencia de especialistas, semióticos... le aseguro que lo revisamos en cada sesión. Me gusta cuando descubrimos palabras que estaban en desuso y que vuelven a emplearse. Darles la vuelta es una labor muy grata.
P.- ¿Ha vuelto a escribir desde La Sima?
R.- Estoy escribiendo cuentos, he aparcado el proyecto de meterme en otra novela. Estoy con cuentos canónicos y minicuentos. Tal vez se me crucen. Reincidiré en el concepto de identidad, que es mi tema, ése de qué estamos hechos, la circunstancia que hace que seamos de una pieza o que estemos hechos de mestizajes y de mezcla. Podríamos decir que en el artículo premiado está también todo eso.