Alberto Manguel
"Los mercaderes no conseguirán acabar con los lectores de verdad"
1 marzo, 2010 01:00Alberto Manguel
Acaba de publicar su último libro, 'Libropesía y otras adicciones'
Cobijado por los más de 30.000 ejemplares de su biblioteca de Poitou-Charentes (Francia), sin email ni ordenador, Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) resulta el más argentino de los escritores canadienses y el más anglosajón de los argentinos. En su adolescencia conoció a Borges, y el poeta, casi ciego ya, le convirtió en uno de sus lectores nada ocasionales; bibliófilo y escritor, Manguel ha hecho de la devoción por la literatura su razón de ser. Su último (seguro que ya penúltimo) es Libropesía y otras adicciones. Se trata, además, del primer título de una nueva editorial, Libros del Silencio, que apuesta por pequeñas joyas escondidas, como este tratado con textos de Quevedo, Flaubert o Virginia Woolf sobre quienes aman los libros de una manera enfermiza, con la mente y el corazón.
Pregunta.- ¿Cómo imagina su vida sin libros?
Respuesta.- No la imagino, es como imaginar mi vida sin cuerpo y sin los cinco sentidos. Yo siempre creo que el mundo pasa por el libro, que el mundo real simplemente es una confirmación de todo lo que he leído, porque la realidad es siempre más pobre que la poesía, la belleza y la imaginación.
P.- Si una biblioteca es una suerte de autobiografía, ¿qué nos revela de usted la suya?
R.- Mi biblioteca es una configuración entre erudición y sabiduría, entre acumulación y pasión: tengo conciencia de que he exagerado en mi búsqueda de libros, pero siempre me ha costado muchísimo deshacerme de un solo ejemplar, porque cada uno de ellos refleja mi vida, mi recorrido vital: a veces no recuerdo el momento en el que lo compré, pero sí encuentro un nombre, un teléfono, un billete de tren que despierta en mi sensaciones y sentimientos, los que suscitó cuando lo leí.
P.- ¿De qué libro, de qué autor no podría prescindir jamás?
R.- Del que me importe ahora, hoy mismo, porque no hay libros para toda la vida... El lector va cambiando, es diferente tras cada nueva relectura, tras cada nueva vivencia... Ahora mismo no podría prescindir de Dante, pero, si me pregunta dentro de unos meses, quizá sea de Lewis Carroll, o de Borges, o de Tolstoi...
P.- ¿Tiene, en cambio, algún visitante ocasional a punto de abandonar su biblioteca para siempre?
R.- No, yo no expulso ningún libro de mi biblioteca jamás. Lo compro, lo leo, y si quiero que alguien más lo lea, compro otro ejemplar.
P.- ¿Y no lo presta?
R.- Yo no presto jamás, porque eso es incitar al robo.
P.- ¿Y de verdad no ha querido que le robaran alguno?
R.- No, aunque sí, hay un libro que sí he expulsado: el American Psycho de Brett Easton Ellis, pero porque contaminaba a todos los demás.
P.- ¿Alguna vez ha sentido una obsesión similar por una obra como la de Giacomo, el personaje del relato de Flaubert que se incluye en el libro?
R.- Cientos, miles de veces...
P.- ¿Por cuál?
R.- Si fuese millonario, podría tener los libros que quisiese, esos que veo en los catálogos de los grandes anticuarios literarios... Alguna vez incluso escribí una lista de los libros que soñaba tener un día: la Alicia en el país de las maravillas que Lewis Carroll regaló a la propia Alicia; La metamorfosis que Kafka regaló a Max Brod, o el Tirante el Blanco que el cura y el barbero encontraron en la biblioteca de Alonso Quijano...
P.- Escribe que la sociedad actual no tolera a los lectores, que sólo quiere consumidores de papilla convencidos de que no son lo suficientemente inteligentes para la literatura seria... ¿le ha vencido el pesimismo, de verdad cree que no hay ya lectores de verdad?
R.- Claro que no, hay lectores, pocos, los de siempre, que jamás serán mayoría y que siguen exigiendo buenos libros. Lo otro es lo que quisieran los mercaderes. Pero jamás lo conseguirán.