Martel en el Círculo
Hasta el próximo domingo, el Círculo de Bellas Artes de Madrid le dedica una retrospectiva a Lucrecia Martel. La directora argentina ha sido sometida a un ataque brutal por parte de determinada crítica que la acusa de pretenciosa, abigarrada y aburrida. Cosa que Martel, en parte, es a partes iguales. Tiene sólo tres títulos: el mejor, el primero, La ciénaga (2001), una inquietante farsa familiar que dio pruebas del registro que mejor domina la cineasta, la creación de ambientes opresivos y mórbidos que se revelan en la pantalla como verdaderas pesadillas. La niña santa es una nueva vuelta de tuerca en su particular universo torturado, refinado en la misteriosa, tan aburrida como fascinante, La mujer rubia. Martel, al margen de la opinión de cada cual, hace un cine muy atento a los sonidos, un poco a la manera de Godard y sus décalages. En su investigación de los contornos que configuran lo real de lo fantástico y los vericuetos sonoros que forman parte indeleble de la imagen, radica el interés y la audacia de una obra vanguardista y sumamente atractiva.