Image: Pedro Moreno

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El Cultural

Pedro Moreno

"Buscar hoy un artesano es arqueología"

23 julio, 2010 02:00

Pedro Moreno pasó de ser maestro en un centro de protección de menores a sastre en un taller de alta costura. Después se hizo con los escenarios de la capital, para los que ha diseñado el vestuario de las producciones de teatro, danza y ópera más destacadas de los últimos 50 años. Pedro Moreno, en su obrador de sueños, editado por el Museo Nacional del Teatro, da cuenta de su experiencia con la aguja.

PREGUNTA: ¿Por qué cambió el mundo de la moda por el del teatro?
RESPUESTA: Yo asistía a Elio Berhanyer en la época en que se hacía alta costura en España. Cuando aquello declinó con el pret à porter, dejó de interesarme. Y aunque la moda no tiene nada que ver con el teatro, aprendí el manejo de las telas, los volúmenes... y conocí a gente con una formación increíble, -arquitectos, flamencos, pintores....

P: ¿Le gusta que le llamen figurinista?
R: Me gusta más diseñador de vestuario. Lo de figurinista me suena a ilustrador que hace figuritas.

P: ¿Qué es exactamente un figurín de época?
R: Es un acercamiento a una forma de entender la vida de otro tiempo. En el teatro, los personajes nunca son de verdad por lo que hay que reinterpretar cómo visten. Yo defiendo la atemporalidad: hay que dejar el esqueleto de la época, mantener volúmenes..., pero hay que saltarse lo demás. En los últimos años se puso de moda vestir a los personajes del teatro clásico como si vivieran en el siglo XX. Yo no puedo concebir una obra en verso con los personajes vestidos como punkis. El soporte debe tener un contenido poético.

P: Dígame una prenda que le apene que haya dejado de usarse.
R: Hay un montón. Algunas han desaparecido por puro pragmatismo. Hay unos mantones de ocho puntas del siglo XIX, de la época de Isabel II, rectangulares, de los que ya quedan pocas piezas.

P: ¿Y un traje que le apasione?
R: Uno fundamental, el traje popular. Siempre hay que saber por qué se usa una vestimenta de un modo o de otro. Y el traje popular es el modelo para embellecer lo práctico.

P: ¿El que usan las clases humildes?
R: Sí, por ejemplo, el de los campesinos. Los campesinos que pinta Giotto se parecen mucho a los que muchos siglos después pinta Corot. Se parecen porque durante muchos siglos los colores de sus trajes eran de tintes naturales y el color más difícil de conseguir era el rojo, por eso era el más buscado. Cuando se puede teñir de rojo de forma artificial, se da una sobreproducción de prendas de este color. Llegan incluso a vestir a los ejércitos con chaquetas rojas, con el incoveniente que supone camuflarlos.

P: En Fuenteovejuna, de Gades, hizo precisamente un homenaje a los trajes populares.
R: Sí, fue un trabajo precioso. Recuerdo que Gades me dijo: ‘quiero ver en el escenario al pueblo español'. Y los vestí de pana. Para mí, trabajar con él fue como hacerlo con Picasso, era muy exigente en todo, pero a mi me anima gente así.

P: ¿Hay dificultades para obtener ciertos tejidos?
R: Han desaparecido muchos y, ahora, las sábanas de hilo que tanto se han usado, o la viscosa, han dejado de fabricarse. En España había una industria textil que ha desaparecido. Y también muchísimos artesanos de zapatos, de bordados, gente que almidonaba camisas...

P: ¿Y qué hace si busca reproducir un bordado de época?
R: Si tuviera que buscar un artesano, tendría que hacer arqueología. Simplemente, me lo reinvento por completo. Hacer un vestuario de época ya sólo lo puede hacer la industria de cine americana.

P: ¿Qué está prohibido en un escenario?
R: Hubo un tiempo que el color amarillo y las plumas de pavo real. Ahora te obligan a trabajar con tejidos ignífugos, horrorosos por los tonos de color.

P: Cine, teatro, ópera... ¿qué le gusta más?
R: La ópera, sin duda. En cine hice El perro del hortelano, que me dio fama. Y me entusiasma el ballet, no hay mejor pasarela para un vestuario.

P: Con la crisis, ¿se ve obligado a reutilizar sus antiguos vestidos?
R: El teatro siempre está en crisis, así que la única tragedia es que desaparezcan los proveedores habituales. Pero hay que hacer de la necesidad, virtud. Si no conseguimos terciopelo, lo pintamos. Lo que importa es hacerlo bien.