Image: Nicolás Casariego

Image: Nicolás Casariego

El Cultural

Nicolás Casariego

"El optimismo me parece un disparate"

24 julio, 2010 02:00

Nicolás Casariego

Acaba de publicar su tercera Antón Mallick quiere ser feliz

A un pesimista confeso como Nicolás Casariego la idea de felicidad le traía de cabeza. "Qué demonios será eso", debía preguntarse. Para aclararse ha buceado en los filósofos y escritores que han intentando responder a la cuestión a lo largo de la historia: Voltaire, Marco Aurelio, Epicuro, Bertrand Russell, Montaigne, Leopardi... Pero lo cierto es que no ha llegado a conclusiones alentadoras, por lo que sigue instalado en su visión escéptica del mundo. Fruto de este rastreo literario de la dicha y la plenitud vital, y su perseverancia posterior en el credo pesimista, es Antón Mallick quiere ser feliz (Destino), su tercera novela, tras Dime cinco cosas que quieres que te haga y Cazadores de luz (finalista del Nadal 2005). Con estructura de diario y tono irónico -anglosajón, podría decirse-, el autor madrileño denuncia la idea de que la felicidad está al alcance de la mano "si aprendes cuatro reglas en un manual de autoayuda...".

Pregunta.- ¿Por qué escogió el tono irónico, anglosajón podríamos decir, que emplea en esta novela?
Respuesta.- Quizá porque en un principio iba a titularla Diario de un optimista. El protagonista no iba ser precisamente optimista, más bien lo contrario. Por eso le iba bien el tono irónico a la novela. También quería probar con el humor, porque hasta ahora no lo había hecho. De los autores ingleses me interesa mucho que tocan temas serios pero sin solemnidad. Y cómo le dan ritmo a la página, con un estilo aparentemente sencillo, muy fácil de leer, pero que está muy trabajado. Eso era lo que quería hacer.

P.- Dice que para escribir esta novela ha estudiado mucho cómo han abordado el tema de la felicidad otros autores a lo largo de la historia. Y que Montaigne es el que más le ha seducido. ¿Por qué?
R.- Siempre es un placer leerle. Impresiona su modernidad. Parece mentira que alguien escribiera como lo hace él en el siglo XVI. En su literatura aparece por primera vez la figura del yo pensante. También me gusta mucho su libertad cuando relata sus experiencias, porque escribía como para sí mismo. Es un perfecto ejemplo de la alegría sabia de vivir. Ve la dureza de la vida pero también sabe disfrutar de sus placeres.

P.- ¿La persecución de la felicidad es la antesala de la infelicidad?
R.- En esto de la felicidad hay muchas paradojas. Estoy de acuerdo con algunos pensadores que dicen que el primer paso para ser feliz es creer que la felicidad existe. Pero también creo que en la actualidad se ha convertido en un ideal vacío, de mercado. Esa sensación de que está en todas partes y que basta alargar el brazo para tomarla crea más ansiedad en la gente y la hace más desdichada. Porque no es así, no basta con aprender cuatro reglas en un libro de autoayuda para conseguirla.

P.- A Antón Mallick su familia le atormenta pero también, en última instancia, es su tabla de salvación. Otra paradoja, ¿no?
R.- Una de las citas que he escogido para abrir la novela es una de George Santayana que dice que "la familia es una de los obras maestras de la naturaleza". Él lo afirmaba en serio, pero yo no puedo evitar la risa al leerla. En mis dos primeras novelas la familia estaba presente, sí, pero por omisión. Ahora quería que tuviera un papel importante. Es una institución que me interesa mucho porque pertenezco a una familia numerosa. En casi todas las familias hay relaciones psicopáticas y lazos de sangre que atan mucho. Antón Mallick debe librarse de ese lastre y por eso escribe el diario, para ordenar su posición en el seno familiar.

P.- Cuando se topa con un optimista, y éste le habla de lo maravillosa que es la vida, ¿qué pensamientos se le vienen a la cabeza?
R.- Lo primero que hago es observarlo con curiosidad, porque no te encuentras a tantos. Es un lujo tener alguno cerca. Aunque los que me interesan son los que pueden defender el optimismo intelectualmente. Es algo difícil porque en el fondo ser pesimista u optimista es cuestión de carácter. A mí, la verdad, el optimismo me parece un disparate, algo imposible.

P.- ¿Se considera un pesimista?
R.- Sí, sin duda, pero soy un pesimista alegre, capaz de disfrutar. Si encima de pesimista, estuviera lloriqueando a la menor adversidad, sería un ser insoportable.

P.- ¿Cómo va el rodaje de Intrusos, la película de Juan Carlos Fresnadillo con guión suyo? ¿Está al tanto?
R.- Voy a ir ahora cuatro días a Londres al rodaje. Pero, bueno, salvo que nos pidan una ayuda puntual, mi trabajo y el de Jaime [Marqués] está acabado. Fresnadillo es un gran director y además cuenta con un gran equipo. Confío en que con su dirección mejorará nuestro guión.

Ver otros Buenos Días