Almudena Grandes: "Galdós y Max Aub sí entenderían mis 'Episodios'"
Hace algunos años Almudena Grandes le formuló a Francisco Ayala una simpática pregunta: “Paco, ¿en los años 30 y 40 se hacían cortes de manga?”. El escritor le contestó rotundo: “¿Tú eres tonta?”. La anécdota da una pista del interés de la novelista por acceder a los detalles de un tiempo que no conoció. Los modos, las expresiones, las actitudes y las vidas anónimas ahora renacen en su libro Inés y la alegría, el primero de su serie Episodios de una Guerra interminable, que ha consagrado a las otras posguerras, las que se esconden tras los datos históricos y bajo las estructuras del poder. Siempre teniendo claro que es una obra escrita en 2010. Este viernes presenta su primera incursión en esta nueva y larga odisea novelesca, en la que aborda la historia de la militante Inés y de su presencia en la invasión del Valle de Arán, la única intentona armada tras la contienda que pudo haber cambiado la historia de España.
P.- Descartó el apellido "nacional" y el homenaje directo a Galdós para titular su serie de Episodios. A su juicio, ¿Cuándo podrá utilizarse este adjetivo sin miedo?
R.- Me hubiera gustado efectivamente titularlos así por la tradición literaria. Pero mientras la versión oficial de la guerra no se revise, el concepto designará sólo a un bando. Cuando, en cambio, los dos eran nacionales, sobre todo el republicano, porque tenía menos combatientes extranjeros. Habría corregir esa versión oficial que viene de la dictadura desde una perspectiva democrática.
P.- No obstante, ha puesto velas a Galdós y también a Max Aub para escribir este libro. ¿Qué le debe a cada uno y qué pensarían ellos de su serie?
R.- A Galdós le debo mucho porque es uno de los que más me ha influido. Es así desde que a los 15 años leí Tormento, novela que me sugirió que yo vivía en un país difícil. Él es el otro gran narrador español junto a Cervantes. Por otra parte, cuando imaginé la historia de Inés inmediatamente pensé que el modelo sería el de los Episodios Nacionales, de la misma forma que el Max Aub de El laberinto mágico fue el referente para la estructura. Aub es el mejor para entender lo que ocurrió en la guerra. Y ellos, los dos, entenderían mi iniciativa.
P.- Hay varias voces en la obra y la del tercer narrador es la suya propia. ¿Es que era necesario posicionarse? ¿Cree que perderá lectores -o los ganará- por haberlo hecho de una forma tan nítida?
R.- Cuando escribo no pienso en esas cosas. Puede que los pierda y que los gane por otro lado. Meter no ficción por primera vez era un requerimiento narrativo. Si no le cuento al lector lo que había detrás de esta historia corría el riesgo de que pensara que me la había inventado yo. Y sólo con la voz de Inés no se sustentaba narrativamente porque una militante no podía conocer lo que sucedía en las altas estructuras de poder. Comprendí que lo que tenía sentido era que yo fuera la narradora. Propongo una interpretación de unos acontecimientos para cuya reconstrucción no hay elementos ni testimonios objetivos, fundamentalmente porque los centros de poder no dieron una versión oficial de lo que sucedió. Teniendo en cuenta esto, me atreví a hacer una hipótesis verosímil.
P.- El libro le ha llevado a la biografía de varios personajes reales de la coyuntura. ¿Cómo ha sido descubrirlos? ¿La historia está siendo justa con ellos?
R.- Creo que el hecho de que el principal hecho de armas de la dictadura franquista sea inexistente, ni siquiera olvidado, porque nadie tiene noción de su existencia, indica lo atormentada que es la relación de este país con su historia reciente. Hay una injusticia que se debe a que la transición a la democracia creó la ficción de que se estaba construyendo a sí misma, en un ejercicio de autocomplacencia acrobático que olvidó a los que lucharon antes y crearon ese caldo de cultivo social que llevó al cambio. Las novelas serán seis y contarán episodios de la resistencia antifranquista, pero Arán es la batalla más grande que puedo contar. Una historia de una clandestinidad molesta.
R.- En cuanto al estilo, ¿hay una tarea de recuperación del lenguaje de la época? ¿Cómo accedió a él?
R.- Para mí, que llevo ocho años leyendo libros y viendo cine de la época, no es muy complicado. Es curioso comprobar cómo no han cambiado tanto las cosas, aunque hay muchas expresiones comunes como “majo” o “tío” que no se empleaban. He procurado crear un tono lingüístico verosímil sin olvidar que es una novela escrita en 2010.
P.- ¿Qué tiene su Inés de las otras mujeres de sus libros, de Lulú, de Malena, de Raquel? ¿Y de usted misma?
R.- La novela con la que está más relacionada Inés es El corazón helado. Esta serie forma parte del ciclo que abrió aquella. Sin embargo, Inés tiene rasgos en común con los personajes de mis primeras novelas, de los que me cansé para empezar a escribir de mujeres frías y calculadoras.