Image: José Ramón Fernández

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El Cultural

José Ramón Fernández

“Ramón y Cajal es fascinante, debería estudiarse mucho más en los colegios”

12 octubre, 2010 02:00

José Ramón Fernández

Hoy se estrena el María Guerrero su obra 'La colmena científica o El café de Negrín'

Parece mentira, pero con lo que se ha escrito y hablado de la Residencia de Estudiantes La colmena científica o El café de Negrín es el primer intento por llevar al teatro lo que fue la vida de sus estudiantes. José Ramón Fernández (Madrid, 1962) ha escrito pues el primer texto dramático que recompone el día a día de un grupo de jóvenes investigadores que se reunían en el Laboratorio de Fisiología que dirigía Juan Negrín. Y lo ha hecho a petición de la Residencia, que celebra este año su centenario. La obra se estrena hoy en la sala de la Princesa del María Guerrero, dirigida por Ernesto Caballero, y por ella desfilan personajes como Ramón y Cajal, Severo Ochoa, José Moreno Villa o la pedagoga Justa Freire.

Pregunta.- ¿Es éste el primer texto teatral que se escribe sobre la vida de los jóvenes residentes?
Respuesta.- No conozco ningún texto así. Creo que Juan Antonio Hormigón y Fernando Doménech escribieron para un acto de la Asociación de Directores de Escena Batalla en la Residencia, una especia de debate dramático sobre el teatro en España. Así que sí se puede decir que es el primer texto dramático sobre la Residencia.

P.- ¿Y por qué eligió a los científicos de la Residencia como personajes teatrales?
R.- No los elegí yo, sino que fue el equipo de la Residencia quien me los sugirió. Ellos ya habían reflexionado sobre el asunto y me lo propusieron así. Con la Residencia ocurre que hay tres iconos -Lorca, Dalí y Buñuel- que ensombrecen a otros célebres personajes. Pero piénsese que en la Residencia estuvieron cuatro premios Nobel: Ochoa, Ramón y Cajal, Juan Ramón Jiménez y Vicente Aleixandre.

P.- ¿Y lo de trasladar la acción al laboratorio de Negrín?
R.- Como ya he dicho, fue una sugerencia, pero encontré que el laboratorio que dirigía Negrín recogía muy bien lo que podía ser el espíritu de la Residencia en aquellos años, un lugar en el que se reunía gente muy dispar, de ideas e intereses diversos, no sólo científicos. Además, fueron años en los que vinieron a España importantes científicos. Por ejemplo, Howard Carter llegó para explicar sus descubrimientos en la tumba de Tutankamon.

P.- Con unos personajes históricos de tanto peso ¿cuál es el principal problema que se ha econtrado?
R.- El gran peligro es que me comiera la documentación. Yo lo que he tratado ha sido de hacerles seres humanos, olvidando lo que fueron luego en la posteridad. Los presento en sus años jóvenes. El único que era célebre en ese momento fue Unamuno, y Ramón y Cajal, que era presidente de la Junta de Ampliación de Estudios. Era un tipo increíble, muy preocupado por el trabajo que se hacía.

P.- ¿Es el personaje que más le ha fascinado?
R.- Sí, es un personaje fascinante. Era un hombre que tenía el país en su cabeza. Estudiaba e investigaba como un acto de patriotismo. La verdad que merece que se le estudie mucho más en los colegios.

P.- ¿Qué documentación ha manejado?
R.- Básicamente las memorias de Moreno Villa, Vida en claro, y El laboratorio de Negrín de Carlos Corral, nieto de José María de Corral, que fue residente y amigo de Negrín y Ochoa. Además, también he utilizado muchos artículos y material que me ha facilitado la Residencia.

P.- Los laboratorios se crearon a partir de 1912, pero usted sitúa la acción en 1925. ¿Por qué?
R.- Es el momento en que Severo Ochoa entra en el Laboratorio. Y yo quería utilizar la historia de la relación de Ochoa con Negrín. Una relación paterno-filial, que luego tiene sus diferencias ideológicas en torno al papel del científico en la política, y que se ve truncada por un malentendido. Finalmente, ambos se reencuentran en Nueva York.

P.- ¿Es, pues, su primera obra de encargo?
R.- Qué va. Desde que estrené Nina en 2002, llevo estrenadas casi treinta obras y todo lo que he escrito es más o menos de encargo. O que un amigo me lía, o una compañía. En realidad, yo no escribiría si no fuera por los actores.

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