Image: Ana Cristina Herreros

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El Cultural

Ana Cristina Herreros

"El romanticismo alejó las leyendas del pueblo"

12 diciembre, 2010 01:00

Ana Cristina Herreros.

Tras la accidentada orografía de la península ibérica bullen cientos de leyendas. En el pasado la descomunal grandeza de las montañas o las cicatrices de agua de los ríos eran fenómenos geológicos imposibles de asimilar si acudir a la magia. En aquellos siglos, cuando la ciencia balbuceaba, se acuñaron los relatos míticos que explican lagos, cordilleras, islas, mares... Ana Cristina Herreros ha recuperado esa tradición oral en su libro Geografía mágica (Siruela) y le ha devuelto a las leyendas su tono popular. "Es que el romanticismo las había alambicado en exceso, alejándolas del gusto del pueblo", explica la autora. Una vez descargadas del ornato por la filóloga leonesa, estas narraciones "pueden ser leídas por los padres a sus hijos".

Pregunta.- Uno de sus empeños en este libro ha sido actualizar el lenguaje de las leyendas, ¿no?
Respuesta.- Es que muchas leyendas había perdido su carácter popular. El Romanticismo alemán y el español, con Bécquer a la cabeza, tomaron muchas leyendas y las convirtieron en literatura, con un lenguaje demasiado alambicado, alejándolas del gusto de la gente llana. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la leyenda de Los ojos verdes de Bécquer, que es casi irreconocible. Yo he intentado devolverles su tono original. Incluyo rimas mías, pero las construyo como se hacía tradicionalmente: con metro corto (octosílabos por lo general), paralelismos que le dan al relato una estructura de mantra...

P.- ¿En qué parte de España ha encontrado una mayor concentración de magia en su geografía?
R.- En el norte. Allí es donde está la geografía, o mejor dicho, la geología más monumental. Esa monumentalidad está muy asociada a la leyenda, porque los hombres, a través de ella, intentan explicarse lo inexplicable. Si veían un paso que cruzaba las montañas, la respuesta que se daban era que lo había abierto un gigante de un tajo con su espada.

P.- Los gigantes son quizá los grandes protagonistas del libro...
R.- Sí, porque ellos tienen el poder físico suficiente para moldear el paisaje. El más importante es Rolando, sobrino de Carlo Magno. Él creó la isla de Benidorm, de una patada a una montaña, para impedir que se pusiera el sol y le diera tiempo así a ver su amada antes de morir, porque le había dicho un hombre con capa negra que cuando atardeciera completamente moriría. Este gigante también es aludido en muchas leyendas del País Vasco. A él se le imputan los monumentos megalíticos. Es un ejemplo de cómo la leyenda se mezcla con la historia.

P.- El amor y el desamor son los grandes configuradores del paisaje según la leyenda...
R.- Sí, por ejemplo los Pirineos fueron levantados por Heracles como un túmulo funerario para recordar a su amada Pirene. También está el amor paterno: como la leyenda del Gigante de Peñarredonda en Palencia, que es un gigante que se queda petrificado y se convierte en montaña esperando a su hija que se ha ido al baile.

P.- ¿Y de desamor?
R.- El lago de Carucedo, en El Bierzo nace de las lágrimas de una jana (personaje mágico del norte) enamorada de un romano venido a la Médulas para extraer oro. Éste no le correspondió en su interés, incluso se burló de ella, y en su llanto tiene su origen el lago.

P.- ¿Cuál es la leyenda que más le conmueve?
R.- La que está en el último lugar en el libro. Es la del prado de las de lanzas, en Tierra de Campos, donde se citaron moros y cristianos para batallar. Los cristianos enterraron sus lanzas en el prado por la noche para velarlas durante la noche, como era su costumbre, pero a la mañana siguiente no pudieron recuperarlas porque la tierra las había enredado con sus raíces, al reconocer como propias las varas de avellano que se habían utilizado para elaborarlas. La naturaleza evitó así la guerra.

P.- ¿Por qué escogiste a Carlos Arrojo para las ilustraciones?
R.- Quería a alguien que pintara la tierra como si fuera humana y a los hombres como si fueran una tierra. Un amigo me recomendó que echara un vistazo a su blog e inmediatamente me di cuenta de que él era el ilustrador que quería. Sus dibujos tienen una gran ternura y cuando pinta cualquier paisaje consigue darle alma y textura, como si estuviera latiendo sobre el papel.

P.- ¿Tiene alguna esperanza de que recuperemos nuestro vínculo ancestral con la tierra?
R.- Sí, sí... Sólo hay que mirarse a los pies y ver la tierrecilla que se queda entre los dedos para darnos cuenta de nuestras raíces. Y ver como proliferan los huertos urbanos. Hay mucha gente que se planta la tomatera en la ventana. Es que necesitamos ese contacto con ella, incluso cuando estamos en la ciudad.