El Cultural

Hacer frente al aburrimiento

16 diciembre, 2010 01:00

No es fácil transmitir desde la pantalla la acuciante sensación de bloqueo a la que se enfrenta el escritor frente a una página en blanco. El personaje en la soledad de su territorio creativo, paralizado frente a la pantalla de ordenador, sin ideas que acudan a su cabeza. ¿Cómo transmitir eso sin palabras? Dos series televisivas han abordado este reto con resultados muy distintos y ambos satisfactorios: Treme y Bored to Death. Si en la serie de David Simon (creador de The Wire) sobre la Nueva Orleáns post-Katrina, ese bloqueo es la antesala de la rendición vital de uno de los protagonistas de la serie (cuya parálisis se extiende a su entorno como una metástasis); en Bored to Death representa el catalizador de una vida más plena, vigorosa y divertida. Esta situación meramente circunstancial es probablemente lo único que tienen ambas series en común. Como en este blog aún no me he ocupado de ninguna de ellas, procedo a hacerlo empezando por la muy recomendable Bored to Death.

Bored to Death se autodefine como una "comedia noir-ótica", esto es, un cruce entre la ficción noir (en este caso, más bien pulp) y la comedia neurótica. La apariencia de la serie, expresada en su brillante intro, es la de un capricho indie, un juguete frágil y tontorrón, un disparate dandi y egocéntrico. De hecho, para no llevar a engaño, el nombre y el oficio del personaje central coinciden con los del creador de la serie, el novelista norteamericano Jonathan Ames, que deja así clara su inspiración autobiográfica. El protagonista (un papel hecho a la medida de Jason Schwartmann) es un amante del vino blanco y la marihuana, que tras la ruptura con su novia (porque no deja de beber y fumar), y totalmente incapaz de escribir el comienzo de su segunda novela, decide buscar inspiración convirtiéndose en un detective privado sin licencia.

En sus aventuras detectivescas acaba embarcando a sus dos mejores amigos -George Christopher (un Ted Danson inconmensurable) y Ray Hueston (Zach Galifianakis)-, con quienes forma una "trinidad cómica" realmente memorable, capaz de ofrecer momentos tan divertidos como la legendaria sincronía Seinfeld / Constanza / Kramer. George es el sibarita y alocado editor de una revista de tendencias, un seductor nato con complejo de Peter Pan, un 'bon vivant' a quien Jonathan le suministra la marihuana. Ray es el amigo de infancia de Jonathan, un dibujante de cómic que da rienda suelta a su forzada represión sexual impuesta por su esposa con la creación de Super Ray, un héroe con superpoderes sexuales.

Confluyen en Bored to Death (cuyo título, "aburrido hasta morir", dio licencia para algunos chistes sobre los primeros y más débiles capítulos de la serie) los cimientos de la comedia norteamericana actual: la tentación por la idiocracia y la inmadurez crónica. En esencia, la serie es la crónica ligera de cómo tres idiotas invierten su tiempo en propósitos que hagan sus vidas menos aburridas, y todos ellos padecen los efectos de una resistencia a crecer y asumir responsabilidades adultas. Lo irónico es que el más joven, Jonathan Ames (en los treinta), es el más sensato (dentro de lo que cabe); y el mayor del grupo, George (en los cincuenta), es sin duda el más infantil. El término "Bobo" procede del inglés "burgués bohemio" (bourgeois bohemian), y eso son exactamente los tres protagonistas de la serie, tres bohemios de la Gran Manzana con un paladar burgués que tratan de llenar sus vidas con algo que les dé sentido. Y lo encuentran precisamente en todo aquello que les sumerge todavía más en los hervores de la adolescencia, buscando el sentido de la aventura en cada paso que dan y contagiándolo al espectador. Es prácticamente un elogio decir que Bored to Death es una serie muy "boba", pues no es otro su propósito.

Bored to Death vendría a ser una compacta mezcla de las películas de Wes Anderson (los personajes, el 'look' dandi) y el existencialismo urbano de Woody Allen con el universo de las novelas negras de serie B y de la cultura del cómic. A su vez, en su síndrome de inmadurez, está estrechamente vinculada con las comedias de Judd Apattow, Tod Phillips y compañía, algo que explicita la presencia del gran Zach Galifianakis (cuyos gags con el bebé en Resacón en Las Vegas son ya históricos). Y al mismo tiempo, su naturaleza biográfica (Jonathan es un escritor neoyorquino, como el personaje central, y también el creador de un cómic, como el secundario Ray), hermana la serie con El show de Larry David.

El desarrollo liviano de sus 16 capítulos (dos temporadas), que incluso se puede llegar a hacer monótono y pasivo, como si de hecho avanzara a golpes de inspiración frente a la "página en blanco", va sin embargo adquiriendo una cierta mitología que hace de Bored to Death una serie única y muy especial. Gran parte del éxito de una serie televisiva, de aquello que hace que el espectador se "enganche" a ella, está relacionado con que ésta sea capaz de retratar un mundo que funcione de forma inmediata, con el que el espectador pueda conectar sin resistencias. A veces una serie no nos invita a entrar de ninguna de las maneras (me viene a la mente The Event), porque es demasiado consciente de sus referencias o quizá porque es demasiado artificial. Afortunadamente, la fresca y despreocupada visión de Jonathan Ames es perfectamente capaz de crear un mundo en el que personajes, localizaciones y relatos se funden con armonía, elegancia y encanto. Como su humor. Perfecto para matar el aburrimiento.