El Cultural

Jack Bauer en el exilio

5 enero, 2011 01:00

Llegan noticias de que habrá un largometraje basado en la serie 24, de que la Fox de momento ha rechazado un guión escrito por Billy Ray, pero que tarde o temprano alguna forma de recuperar para la pantalla a Jack Bauer, forzado al exilio, se abrirá paso de un modo u otro. En primer lugar, porque la iniciativa procede del propio Kiefer Sutherland, estrella y productor de la serie, que está en conversaciones con Tony Scott (director de la infravalorada Juego de espías, que tanta relación tiene con 24) para ver si encuentran buenas ideas.

Considero que no es necesario resucitar a Jack Bauer. Que incluso es perjudicial. Aquí van algunos argumentos:

1. Todo héroe tiene su recorrido y el de Jack Bauer ya llegó a su final. La octava y última temporada de 24 se despedía con la imagen pixelada del agente federal más resistente, intuitivo, instruido, íntegro, complejo, contradictorio y adictivo que ha dado la televisión, y mientras el rostro de Bauer (Kiefer Sutherland) se desvanecía en la pantalla mientras Chloe le deseaba buena suerte en su huida a no se sabe dónde, los que hemos acompañado las investigaciones y aventuras de Bauer como agente de la Unidad Antiterrorista de Los Angeles durante ocho muy irregulares temporadas (las impares son las buenas) sentimos que en ese final se había hecho justicia, que el personaje había adquirido una dimensión mitológica capaz de trascender cualquier relato. No sólo se había transformado en una suerte de superhéroe indestructible, un "vigilante" a la altura de Batman o Iron Man (como se encarga de ilustrar la impresionante secuencia del secuestro al expresidente Charles Logan, en el cap. 22 de la última temporada), tan complejo y conmovedor como el Bill Munny de Sin perdón, sino que como el Ethan Edwards de John Ford es un héroe que nunca regresará al hogar, un alma errante que pertenece a todos los rincones del mundo.

2. Jack Bauer se había impuesto a su destino convirtiéndose en el reverso de lo que defendía y encontrando finalmente la redención en el amor de su hija. La complejidad y contradicción de Bauer es la del héroe impelido por fuerzas incontrolables, obligado por el sistema a mostrar la verdad política del mito, convirtiéndose precisamente en aquello contra lo que lucha, a perder en el camino su integridad personal y a su familia. Para salvaguardar los valores de libertad y decencia que enarbola su país, debe vulnerar precisamente todos esos valores por los que lucha, y cruzar cualquier límite legal que haga falta: traición, tortura, asesinato... En el arranque de la séptima temporada, cuando está siendo juzgado por sus métodos de interrogación extremos, Bauer le dice al juez que no se arrepiente de nada y que volvería a hacerlo (y de hecho lo hace): "Para un soldado de combate, la diferencia entre el éxito y el fracaso es su habilidad para adaptarse a su enemigo". En esa importante declaración (que despeja todas las incertidumbres que el propio Bauer tenía respecto a su imposible trabajo) se resume el trayecto moral de Bauer: la igualación del héroe y el villano. Al final de la cuarta temporada, Bauer caminaba hacia el horizonte como un héroe cansado, perplejo y abatido, carcomido por las vacilaciones, huyendo hacia la clandestinidad en deuda con su familia, su país y consigo mismo. En el final de la última temporada, el héroe ya no es sólo un perfecto artefacto del espionaje internacional y la lucha antiterrorista, sino un ser humano íntegro, que ha saldado todas sus deudas y ha resuelto sus conflictos morales, pero que inevitablemente está condenado a una vida fugitiva.

3. No se trata sólo de que el recorrido del héroe (que nunca regresará al hogar) haya quedado perfectamente trazado en las 192 horas de la serie, es que además 24 ya había agotado todo su arsenal narrativo, todos sus personajes y todas sus implicaciones políticas. En la imposibilidad para crear personajes de entidad similar a la de Chloe O'Brien, Nina Myers, Tony Almeida, David y Sherry Palmer, Tom Lennox, Charles Logan, etc., 24, que empezó a emitirse en diciembre de 2001, se enfrentaba a su final natural. Además de adelantarse al triunfo presidencial de Barack Obama (el presidente negro David Palmer), y posiblemente al de Hilary Clinton (con la presidenta Allison Taylor), o de construir una brillante política-ficción en torno a las geopolíticas internacionales y conspiraciones internas de Estados Unidos en sus luchas por el poder, la serie tuvo la virtud de plantear las grandes cuestiones de la era post-11 S, de definir y capitalizar (con varios grados de verosimilitud) la paranoia terrorista estadounidense y la lucha global contra el terrorismo. Justamente o no, la serie está asociada al clima político de la era Bush, y en consecuencia debería terminar con él.

4. La visión a veces escalofriantemente profética de la serie, su fidelidad (aunque dentro de la hipérbole de la ficción) al estado de las cosas, su incorrección política, su brillantez formal para atrapar el vértigo y la penetrabilidad del mundo tecnológico que gobierna el mundo, han ejercido una influencia en el género de aventuras y espionaje que ha trascendido la televisión y ha llegado a la gran pantalla. Así, el conflicto de identidad del espía en un mundo globalizado y amnésico encuentra su retroalimentación en la saga de Jason Bourne, que debe no pocas cosas a la serie de Kiefer Sutherland, así como Ridley Scott y su Red de mentiras, o la cuarta entrega de La jungla de asfalto y otros mediocres policíacos o filmes de género de espionaje. El split-screen característico de la serie, así como la proliferación de artilugios de vigilancia (configurando un auténtico mapa geográfico del mundo y los hombres), han tenido un reflejo inmediato y directo en el género del espionaje político, policíacos y dramas criminales de la gran pantalla.

5. El gran tour de force de 24, su gran desafío narrativo, era el empleo del tiempo cinemático, que convierte la serie en un dispositivo casi experimental en torno a la asimilación del tiempo audiovisual. Cada capítulo transcurre en tiempo real en el espacio de una hora (con cuatro elipsis de cinco minutos destinadas a los espacios publicitarios), de modo que los 24 episodios de cada temporada dan cuenta de un día entero en la vida de Jack Bauer, en el que se concentran acontecimientos vitales que pasan por salvar el mundo. Este mecanismo proporcionaba una intensidad dramática basada en el cliff-hanger, es decir, en la naturaleza serial de 24, que dejaba el final de cada capítulo en una máxima tensión que no se resolvía hasta el capítulo siguiente. Obviamente, en la forma de un largometraje, esta dinámica carece de sentido, pues el tiempo real se ve reducido de 24 horas a 90-120 minutos, lo que obliga a desarrollar un completo arco narrativo y a concentrar demasiadas peripecias en un espacio de tiempo demasiado corto.

6. Y "last but not least"... La película ya se hizo. Se titula 24: Redemption y la dirigió John Cassar (director asimismo de 59 capítulos de la serie). Se trata de una TV-Movie y se realizó debido a la huelga de escritores que afectó a Hollywood en 2007. Ante la imposibilidad de realizar una séptima temporada en su tiempo natural, y dado que Estados Unidos inauguraba un nuevo presidente (una circunstancia que en principio no debería afectar a una serie televisiva, pero que en el caso de 24 sin duda lo hace), la Fox tuvo que improvisar sobre la marcha y realizar una precuela que, en términos narrativos, ejerce de puente entre la sexta y la séptima temporada. La película transcurre en el país ficticio africano de Sangala, donde unos rebeldes reclutan a niños para convertirlos en guerreros contra la democracia. Jack Bauer ha huido de Estados Unidos, cuyo Gobierno le requiere para que testifique frente a un juez sobre sus métodos de tortura. Aunque el filme cuenta con grandes actores como Robert Carlyle, John Voight o Isaac de Bankolé para acompañar a Sutherland, ofrece las dosis justas de entretenimiento y carece de la tensión y la energía cinemática de la serie.