David Solar. Foto: Bernardo Díaz

Publica 'Cavernas, pirámides, imperios', una Historia de la Antigüedad con la marca "Solar"

Tras más de treinta años como divulgador al frente de publicaciones míticas como Historia 16 y La Aventura de la Historia, no será fácil encontrar en nuestro país a nadie más entrenado que David Solar en esa ardua empresa de "instruir deleitando". Ahora da un paso más y se atreve con una Historia Universal de la Antigüedad, desde Lucy al Imperio Romano, que ha titulado con propiedad e indudable gancho Cavernas, pirámides, imperios (Espasa, 2011). Una entretenidísima aventura que se engolfa en la atención a los individuos y sus vidas, ideas, pasiones y miserias, "lo que el lector siempre busca".



Pregunta: ¿En qué diría que la marca "Solar" diferencia esta Historia universal de la Prehistoria y del Mundo Antiguo de otras?

Respuesta: Una lucha constante por aplicar tres décadas largas de experiencia en la divulgación de la historia; la voluntad de aclararla lo más posible sin banalizarla; el deseo de alcanzar al lector con cuantos recursos brinda un tratamiento literario ágil y ameno; el mantenimiento de su atención con el riquísimo anecdotario humano y con la trascendencia hasta nuestros días de los incontables destellos del pasado...



P.: Después de tantos años dirigiendo publicaciones, escribiendo y enseñando Historia, ¿qué ha aprendido sobre los gustos y disgustos de los lectores?

R.: En general, lo que más aprecia el lector es el hombre y lo busca en todos los momentos de la humanidad. Le interesa, casi siempre, más cómo cazaba, comía, hacía fuego o aprendía el milenario arte de tallar piedras duras el hombre del paleolítico, que las intrincadas cuestiones políticas del mundo contemporáneo. Le interesa, casi siempre, más cómo se levantaban los templos egipcios o cómo aquellos sacerdotes controlaban los nilómetros, fijando con justa precisión los tributos, que las lecciones económicas contemporáneas. Suele importarle más la domesticación del caballo, la construcción de los carros de guerra, la evolución del arco, que las estructuras sociales que hicieron posibles tales avances. Le interesa cada vez más la vida cotidiana, cómo nacía, se educaba, alimentaba, trabajaba, vivía, amaba, vivía en qué creía, cómo moría, qué pensaba del más allá el hombre en cada uno de los momentos tras su presencia sobre la tierra y, cada vez más, le interesa, como parece lógico tras lo dicho, el género biográfico.



P.: Relaciona directamente cada acontecimiento con su repercusión en la cultura de nuestro tiempo. ¿La visión del Pasado que tiene el gran público debe más a la literatura y al cine que al trabajo de los historiadores?

R.: Probablemente a la literatura y el cine, pero debe decirse que sin el trabajo de los investigadores, sin la reflexión de los historiadores no hubiera habido conocimientos del pasado para que los recrearan la literatura o el cine. Es seguro que nuestro conocimiento de la revuelta de los esclavos de Capua, encabezados por Espartaco, le debe más a la novela de Howard Fast y a la película protagonizada por Kirk Douglas que a la historiografía romana, pero la creación literaria de Fast no hubiera existido nunca si éste no hubiese leído a los historiadores romanos.



P.: También las religiones cobran en Cavernas, pirámides, imperios, un papel primordial. ¿Son, a la contra de lo que defendió el marxismo, las ideas, creencias y filosofías tan determinantes o más en la Historia que las fuerzas económicas?

R.: A mi entender, sí. Grecia le debe mucho más a sus poetas, filósofos y dramaturgos que a sus economistas y generales. El mundo recuerda más a Grecia por sus mitos que por sus dracmas, aunque estas fueran poderosas. Decía Indro Montanelli que "cuando los dioses -griegos- fueron destruidos por la filosofía, los griegos, no sabiendo ya por quién morir, cesaron de combatir y se dejaron subyugar por los romanos, que todavía creían en sus dioses". Ningún poder económico ha sido capaz de general la influencia que sobre la humanidad han tenido la Biblia, el Evangelio o el Corán.



P.: ¿Cuál es su anécdota favorita de las que encontraremos en estas páginas?

R.: Referiré una de las mil que suelo repetir: El prodigioso paso del mar Rojo por los israelitas guiados por Moisés. Seguro que el redactor bíblico conocía que en la zona se habían perdido varios ejércitos en la antigüedad. En el Reino Nuevo la morfología del terreno era distinta, cambiada por tres milenios y, sobre todo, por el Canal de Suez. Al norte del Sinaí había -y, aunque en menor medida, aún existen- grandes zonas de marismas, a veces de unos 30 kilómetros de anchura, que ofrecían dificultades de tránsito; si soplaba el solano, el viento del este, el agua iba paulatinamente descendiendo de nivel acumulándose en las zonas más bajas del oeste o del norte y dejando caminos franqueables. Cuando cesaba el viento, el agua regresaba a su embalse original y si sorprendía en la zona a un ejército podía sumergirlo y destruirlo antes de que lograran salir de aquel amplio atolladero. No es una hipótesis: en esa región el agua se tragó varios ejércitos en la antigüedad; una de las expediciones asirias fracasó porque perdió mucha gente e impedimenta en esa zona y tuvo que regresar a su tierra. Según Estrabón, también un ejército tolemaico, tras haber realizado una exitosa expedición de castigo contra el rey Sarpedón de Tiro, penetró en esas marismas y cuando estaba ya a punto de cruzarlas, cesó el viento, comenzó a subir el agua y aquel ejército, en un enloquecido ¡sálvese quien pueda!, se desordenó, se dispersó y en buena parte fue engullido por las aguas.



P.: Y díganos, ¿qué enseñanzas podrían aprender nuestros políticos de hoy en su libro?

R.: Podrían aprender de aquellos capaces de sacrificarlo todo por el amor a su ciudad o su patria e incapaces de obtener prebendas valiéndose de su posición. De un legislador como Clístenes, que acepta el ostracismo -creado por él mismo- entendiendo que su ciudad necesitaba otro líder; o Aristides, que regresa del ostracismo y se pone a las órdenes de su enemigo, Temístocles, para combatir al Gran Rey en Salamina; o Pericles, capaz de todo por Atenas y contrario a obtener cualquier beneficio valiéndose de su cargo, o el romano Cincinato, al que recurrían sus conciudadanos en caso de peligro y él, tras haber conjurado la amenaza, retornaba a cultivar sus campos sin pedir nada, sin aceptar nada.

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