Image: Antonio Colinas

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El Cultural

Antonio Colinas

"Mi poesía son muchas voces pero un mismo poema"

9 marzo, 2011 01:00

El poeta Antonio Colinas. Foto: J. Casares

Presenta estos días su 'Obra poética completa'

Punto y final, pero no definitivo. Con esta expresión deliberadamente ambigua se resume el sentido de la Obra Poética Completa que Siruela acaba de publicar de Antonio Colinas. En estos tiempos en los que la edad de jubilación está en tenguerengue, el autor leonés, que acaba de cumplir los 65, ha decidido cerrar una etapa narrativa, "un círculo de la obra y de la vida". Pero no para siempre: "Un escritor nunca se jubila mientras razón, mente y corazón estén despiertos. Este libro es una obra completa y abierta", explica el poeta, y van dos paradojas. Su poesía, desde que contaba 20 años hasta sus ultimísimos inéditos, queda recogida en este volumen en el que es el propio Colinas quien se prologa, critica y analiza. Lo cierra con dos poemas de tono lapidario: "Para el que sabe ver / Siempre habrá al final del laberinto de la vida / Una puerta de oro". Así lo explica: "Siempre que se acaba un libro hay esta sensación angustiosa de que no se puede escribir más o no se sabe si se podrá". Pero la poesía es su "medio natural", y el autor confirma que seguirá habitando el verso.

P.- Por si no fuera sentencioso el binomio Obra poética, usted ha decidido añadir en esta edición el adjetivo "Completa". Acaba de cumplir 65 años, supongo que seguirá escribiendo, ¿no?
Respuesta.- El título es orientativo. Cuando un escritor vive la obra está abierta, pero hemos querido diferenciarla de antologías anteriores o de poesía reunida. No siendo completa en rigor es una obra en cierta medida definitiva. Van 16 libros, son casi 45 años de poesía... pero, de hecho, el último libro recogido, el inédito, está abierto.

P.- ¿Y está incompleta ya? Quiero decir, ¿Ha escrito algo más después de cerrarla?
R.- No, los dos poemas que lo cierran son los últimos que escrito, son todos de última hora, aunque en cualquier momento puede nacer uno nuevo. Yo escribo por ciclos, y normalmente entre libro y libro empleo dos o tres años.

P.- Atendiendo a esa periodicidad más o menos fija, ¿Qué cambia en usted para animarse a escribir un nuevo libro?
R.- Necesito ese estado de ánimo especial, de serenidad, de plenitud. Aunque la palabra es muy tópica, es lo que comúnmente se reconoce como inspiración. Es ese estado en el que llega el primer verso, que alguien decía que nos dictan, y luego uno continúa, un poema va tirando del otro hasta que el libro tiene su continuidad.

P.- Frente a anteriores compilaciones, en esta se prologa usted mismo...
R.- Insisto en que para mí no es tanto una edición definitiva como una muy especial, también por el hecho de haber puesto yo el prólogo y el estudio de 20 páginas. En esta ocasión el lector tiene la oportunidad de ver la valoración del propio autor, que es más subjetiva pero que puede proporcionar nuevas claves: cómo nacieron los libros, las etapas, los grandes temas...

P.- Y mirando hacia su obra como si hiciera su labor de crítico, ¿qué se ha encontrado? ¿Qué le dice el Antonio Colinas veintañero al de hoy?
R.- He reconocido mi voz, a la que he sido fiel desde que empecé, una voz en la que pesaba mucho la emoción, la intensidad poemática, la depuración formal, y una música o un sentido órfico de la palabra que le he exigido siempre a mi poesía.

P.- ¿Acostumbraba hasta la fecha a releer su obra? ¿Cómo se queda el cuerpo al tenerla toda cobijada entre dos tapas (duras)?
R.- No suelo releerla, hace poco reedité la primera de mis novelas, Un año en el sur, y es una sensación de desasosiego. Cuando se escribe un libro, lo decía Machado, ya no nos pertenece, hay esa sensación de releerlo con temor y temblor. No me arrepiento de nada de lo que va en el libro porque hay una parte de mi biografía y luego otra más poemática en la que la realidad está metamorfoseada. Y también está la cultura... La última etapa es meditativa, más metafísica que las anteriores.

P.- ¿Sus aspiraciones como poeta le encaminaron al campo del pensamiento?
R.- Sí, y en el libro Desiertos de la luz culmina mi obra en este sentido. Luego han venido los inéditos y sigue la obra abierta, pero hay una parte en ese libro en la que maduran todas esas características: la búsqueda formal, el reencuentro con lo sagrado... La realidad para mí es sagrada, se mide con ojos de piedad.

P.- Antonio Colinas, pasado el tiempo y releído, es miembro de los Novísimos?
R.- A la larga el carácter de generación puede tener un sentido didáctico, pero si el autor tiene una voz, tiene su independencia. Comparto algunas características, como la necesidad que había entonces de una nueva sensibilidad, de una palabra más fulgurante y más libre, pero ahí se acaba todo, porque yo he tenido un sentido de la cultura más apegado a la vida. También la presencia de la naturaleza y de determinadas lecturas me diferencian: he sido muy machadiano, y Machado es un autor que fue malentendido por los novísimos. Cada autor ha ido evolucionando, no nos hemos quedado en aquella poesía de los comienzos.

P.- Pero usted siempre ha seguido mirando a los clásicos.
R.- Es un consejo que doy a los jóvenes, que no sólo lean a los modernos y a los contemporáneos sino también al lenguaje intemporal de los clásicos. El otro consejo que les doy es que se centren más en la página en blanco, en la soledad de su cuarto, porque vivimos unos tiempos en los que el mundo literario es muy invasor.

P.- Al decir que el mundo literario hoy es invasor, ¿a qué se refiere?
R.- Ellos tienen el reto de la imagen, a la que yo no me cierro. De hecho, estos días estoy practicando con un libro electrónico firmado por varios autores. No me veo en la playa leyendo a Cervantes en una pantalla, pero puede ser muy útil viajar en un tren con 50 libros en un dispositivo.

P.- La postpoesía, con Fernández Mallo a la cabeza, y luego la obra de gente muy joven como Rebeca Yanke o Luna Miguel, ¿qué opinión le merece? Todos ellos se sirven de las nuevas tecnologías, no sólo como soporte o plataforma, sino también como materia de escritura.
R.- De Mallo sé que es un buen lector de poesía. No quiero dar nombres de los que me gustan, pienso que, siempre que busquen un término medio, lo que hacen puede ser interesante y sugestivo. Hoy pueden acceder a más gente, y también hay más posibilidades de edición, y más colecciones, y más premios... Todo eso es muy positivo. Observo además un cambio de estética. Ha habido años en los que se escribía un poema más plano, más gris. Ahora se vuelve a la libertad expresiva, a la cultura, a lo metafísico... Es bueno que cada autor busque su voz y que sea fiel a ella al margen de presiones, de influencias, de críticas que a veces son duras.

P.- Y, si cada autor siempre escribe el mismo libro o el mismo poema, ¿cuál ha sido el suyo, cuál es su propia voz?
R.- Una de las cosas que me ha sorprendido en esta lectura en el tiempo es la variedad de voces, el salto en el abismo que se produce de obras como Sepulcro en Tarquinia, que fue un libro emblemático, desde la objetividad, a Astrolabio o Noche más allá de la noche. Son muchas voces y un mismo poema.

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