Mientras escribo esto, Radiohead se cuelan en las primeras planas de los diarios digitales por regalar The Universal Sigh, su propio periódico de número único (sic.) coincidiendo con la salida a la venta de su nuevo disco The King of Limbs en formato físico. Más allá de la valoración de tal curiosidad en sí, lo interesante que se desprende del asunto es el modo en que el grupo británico viene relacionándose en el último lustro con eso que, a falta de un término más apropiado, aún solemos llamar "el público".



  Sabido será por la mayoría de quienes lean esto que fueron ellos quienes plantaron un hito histórico allá por 2007 poniendo a la venta la versión digital de In Rainbows por la voluntad. Con (y gracias a) ello, vieron drásticamente ampliadas visibilidad y ventas, entrando directamente al número uno de las listas americanas y británicas hasta despachar en un año más de tres millones de copias en diversos formatos físicos y digitales. Thom Yorke ya había declarado a Time, refiriéndose a su antigua discográfica: "probablemente nos dé cierto placer perverso decir 'Vete a la mierda' a su modelo disfuncional de trabajo".



Radiohead quizá sea el caso más visible pero ni es el primero ni es el único: encabezan un nuevo modelo de (auto)gestión musical que logra superar esa "disfuncionalidad" colocando en su eje la participación colectiva y abierta gracias a las nuevas e incipientes posibilidades de la Red. El suyo es un modelo de negocio por contribuciones voluntarias directas o donaciones (similar al de Wikipedia por ejemplo) en el que la interacción del público sólo llega con el producto final terminado, además de que no abandona del todo el calor del sello discográfico (están en XL Recordings). Sin embargo, otras muchas bandas están yendo un paso más allá con la crowdfunding o financiación en masa, mediante la cual centenares de pequeños productores ejecutivos e inversores levantan y participan en el proyecto desde su inicio en un flujo múltiple de abajo a arriba.



El crowdfunding, también sinónimo de micro mecenazgo, es una de las formas de participación colectiva en proyectos en Red que se vienen experimentando en la Red 2.0. En el último lustro han surgido varias webs que (con pequeñas diferencias de funcionamiento) facilitan la financiación parcial o total de un disco (grabación, edición), un videoclip, una gira, o combinaciones de todos ellos por parte de numerosos mini-productores. A cambio ese público-soporte obtiene recompensas, como explica el reciente artículo de José Luis de Vicente en estas páginas.



  Desde que diez años antes de In Rainbows, en 1997, el grupo británico Marillion descubriera casi accidentalmente su funcionamiento tras solicitar ayuda para los fans en un foro y recaudar en poco tiempo 60.000 dólares, son miles los artistas, desde consolidados (de Public Enemy a Gang of Four pasando por Cornershop) o emergentes (The Subways, Funeral For A Friend, Emmy The Great, David Lynch Foundation) a cientos de inéditos, que buscan en webs de crowdfunding musical como Pledge Music, Sell a Band o alguna otras de las más generales como Kickstarter, IndieGoGo (en España, Ivnus, Lanzanos, Verkami, Volanda o Goteo) ese micro patronazgo, esa ayuda de los Believers, "creyentes" que les permita llevar a cabo sus trabajos musicales al margen de cualquier presión y con los que la comunicación y el intercambio son directos y meridianos.



Creyentes en lugar de fans. Minisocios en vez de grandes poderes. Palabras que lo dicen todo sobre un indudable cambio en el paradigma del negocio discográfico. Se hace notar en una tendencia imparable por parte de los músicos a la autogestión, al margen de unas compañías de discos cicateras y asustadas y demás intermediarios usureros. Se hace notar en el creciente aumento de la explotación de las posibilidades de la Red y sus modelos de enlazamiento social. Pero lo que posiblemente es más importante es que revela cierto cambio de definición del Pop. Éste ha ido modelándose a lo largo del último medio siglo (con atentados directos a su base por parte de cierta independencia y periferia desde los años 70) como una carrera por conseguir el estrellato, la idolatría de las masas y el objetivo de un Entertainment que invertía sumas importantes de dinero a cambio de formidables beneficios. Ese anhelo ha llegado a afectar incluso a la llamada música independiente. Ahora, el Pop puede estar virando hacia el encuentro de un conjunto de pequeños nichos que más que de mercado lo son de apoyo, de sustento y de vínculo. Pequeñas comunidades que hacen fuertes (económicamente, también) proyectos artísticos y participan en ellos dando forma a un nuevo mecanismo de reciprocidad más allá de la supervivencia y el sálvese quien pueda del Mercado.



PD.- Si os interesa, el jueves 7 de abril, tendrá lugar la primera edición del Festival Crowdfunding en el espacio Camon de Madrid.