Leopoldo Pomés (Barcelona, 1931) ha hecho de todo. Desde vender caramelos hasta marcar los hitos de la publicidad moderna o fundar alguno de los restaurantes más icónicos de la Barcelona de la transición, como el Flash Flash o el Giardinetto. Pero por encima de todo se siente fotógrafo, "porque me paso el día disparando con la mirada. Esa, la de los ojos, sería la máquina de fotos perfecta", me cuenta arrellanado en uno de los inmensos sofás blancos que presiden su estudio barcelonés, una amplia estancia inundada de luz y con las paredes forradas por dos inmensos paisajes de Modest Urgell. "Casualidades de la vida (continúa), después de instalarme aquí me enteré de que éste había sido precisamente el primer estudio del pintor Urgell".
Se aburría mortalmente en el colegio, tanto que suspendía sin parar todas las asignaturas excepto dibujo. "Se me daba muy bien y me interesaba mucho. Por eso quise ser pintor, pero luego descubrí la fotografía y, de forma autodidacta, empecé a aficionarme. Disparaba sin parar y el mundo del laboratorio me fascinó desde el primer momento. No hay nada más emocionante que ver emerger una obra tuya de una superficie en blanco. Dudo que ningún artista disfrute en su especialidad de un momento tan mágico e irrepetible como éste". En 1955 realiza su primera exposición de fotografía en las Galerías Layetanas de Barcelona, un conjunto de retratos de los artistas del grupo Dau al Set que obtuvo excelentes críticas por la intelectualidad del momento.
Pregunta.- El anuncio de las burbujas doradas de Freixenet marcó un punto de inflexión en la historia de la publicidad española, tanto en estética como en planteamiento, concepto y duración, ya que nunca se habían hecho anuncios tan largos. ¿Echa de menos esa etapa?
Respuesta.- No, en absoluto. Durante muchos años estuve como socio y director de la agencia Tiempo, haciendo todas las campañas de Freixenet hasta hace tras años en que me aparté por completo de ese mundo y no me arrepiento. Trabajé con Gene Kelly, un gran tipo, con Shirley Mc Laine, brillante e ingeniosa, con Pierce Brosnan, inteligentísimo y con un gran sentido del humor, con Demi Moore, enormemente complicada, con Gwyneth Paltrow, mujer exigente y de trato difícil, y hasta con John Travolta, que nos exigió un avión para pilotarlo él mismo desde Los Angeles. Acabé harto de aguantar los caprichos de las estrellas.
P.- Ha vuelto a su esencia, la de la fotografía.
R.- Nunca la he dejado de lado, siempre me he sentido fotógrafo por encima de todo. Y últimamente más que nunca. En noviembre expuse en una galería de referencia, la Michael Hoppen de Londres. La muestra tuvo una excelente acogida y a la inauguración asistió el todo Londres. Hasta vino Mike Jagger, al que tuve ocasión de saludar y de presentarle a mis nietos, que estaban emocionados. Es coleccionista de fotografía y además le gusta regalar fotografía a sus amigos. Me compró una foto de Tete Montoliu al piano a la que tengo un gran cariño.
P.- Empezó con una Kodak Retina, vinieron después Rollei, Pentax, Canon y otras muchas con las que ha retratado a Picasso, Cortázar, García Márquez y tantos otros. ¿El retrato es el mayor reto para un fotógrafo?
R.- Todo es un reto, no cabe duda. Pero el retrato es apasionante y muy difícil. En el retrato está todo. Te enfrentas a un ser vivo, con sus miedos y sus corazas, y tú estás delante de él, con tus propias inseguridades y has de entrar en su psique. Una vez me encargaron retratar a Chantal Cruyff, la esposa del jugador. La sesión empezó mal, ella estaba muy nerviosa y yo no supe calmarla hasta que me detuve, empezamos a charlar y le dije "Chantal, yo tengo más miedo que tú". Se relajó de golpe y me confesó "ahora entiendo a Johann cuando me dice que al salir al campo las piernas le tiemblan tanto que cree que no va a poder tocar el balón". El miedo es inherente a la profesión creativa, y cuántos más años llevas en esto peor, porque la responsabilidad y la presión crecen. Montserrat Caballé me contó hace poco que al salir a escena le invade un terror casi paralizante.
P.- ¿Cómo se sabe que una fotografía es buena?
R.- No hay recetas ni fórmulas, evidentemente, pero hay imágenes que te emocionan al contemplarlas, que no se acaban nunca, que están llenas de matices y continuamente te sugieren cosas porque están llenas de misterio. O son tan directas en su mensaje que te provocan un gran impacto.
P.- ¿Nota cuándo tiene la foto que buscaba?
R.- Sí, totalmente. Cuando estoy disparando estoy completamente concentrado, transportado a otro mundo en el que sólo existe mi ojo y lo que yo miro. Y de repente entras en trance, es un momento mágico y muy especial en el que notas que lo que buscabas está ahí, en esa instantánea.
P.- Domina el retrato, el reportaje sociológico, la abstracción, el desnudo, la moda... ¿Toros y mujeres son sus temas preferidos?
R.- Sí, los dos me apasionan. La fiesta del toro es muy potente visualmente y además se mueve en una línea muy fina que separa la vida de la muerte, lo que la convierte en un tema muy atractivo para fotografiar. Y las mujeres son enormemente sugerentes, están llenas de misterio y es uno de mis temas recurrentes desde que empecé en esto. Y la luz y las sombras, dos matices que me apasionan.
P.- ¿Qué cualidades son indispensables para ser un buen fotógrafo?
R.- Saber mirar y ser curioso. Pío Baroja decía que todo está dicho pero más vale volver a decirlo, y estoy totalmente de acuerdo con esa frase.
P.- ¿Qué tiene ahora entre manos?
R.- Probablemente me voy a decidir a editar un libro sobre Barcelona con fotos mías de los años 50. Se trata de un material que hice por encargo de Carlos Barral y que finalmente no pudo hacerse en su momento. Ahora lo estoy revisando y me doy cuenta de que es realmente muy bueno.