Alejandro Zambra.

Presenta hoy en la Librería la Central (Calle Mallorca de Barcelona) su novela 'Formas de volver a casa'

Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975) dice que escribir es "bucear". En Formas de volver a casa (Anagrama), se ha sumergido a través de una herida: la abierta en su país por la dictadura de Pinochet. Cree que es un ámbito de la historia descuidado por los narradores de su generación. "Hemos pensado demasiado tiempo que este asunto era cosa de nuestros padres", afirma. Él se ha dado cuenta de que verlo así es una mera excusa para no asumir la responsabilidad de contar su parte. Con esta novela, el escritor chileno, incluido en el mediático escalafón Granta (que establece los 22 mejores autores jóvenes en español), intenta explicarse la paradoja de su infancia bajo aquel régimen: la de un niño entretenido en hacer dibujos y montar en bicicleta mientras el país se desangraba. No siente que ahora entienda mejor ("objetivamente") lo que ocurrió, pero sí que puede "convivir" más serenamente con esa etapa de su pasado.



Pregunta.- Dice que se escribe "para comprender, para acercar lo que solamente intuimos". ¿Qué necesitaba entender cuando escribió Formas de volver a casa?

Respuesta.- Escribir es buscar, aunque casi nunca acabamos encontrando lo que esperamos encontrar. En rigor, no sirve para comprender objetivamente nada, pero sí para convivir con algunas experiencias. Aquí me he acercado a mi infancia, de la que conservo imágenes, y que, me he dado cuenta ahora, comprendo de manera muy larvaria todavía. La mía transcurrió apaciblemente aunque estaba enmarcada en un contexto descoyuntado, fundado en la destrucción.



P.- También quería entender mejor a los padres de su generación, aunque el protagonista de la novela afirma que "nunca se aprende a mirar bien a los padres".

R.- Sí, a los hijos nos cuesta mucho ponernos en el lugar de los padres. A veces nuestra posición es demasiado sencilla: la del que interroga continuamente y desestructura el discurso que hereda. En general nos cuesta mucho mirarnos (y encontrarnos) en los otros, y en los padres todavía mucho más.



P.- ¿Los escritores de su edad han tardado demasiado en ponerse a escribir sobre las heridas de la dictadura?

R.- Hemos pensado durante mucho tiempo que esa parte de la historia era exclusivamente de nuestros padres. Es algo que nos molestaba pero también nos protegía. Nos sentíamos liberados de la responsabilidad de contar nuestra parte porque pensábamos que no teníamos nada interesante que decir. Poco a poco nos vamos dando cuenta de que tenemos también que participar.



P.- ¿Sentía mala conciencia por haber tardado tanto en abordar este tema?

R.- En Formas de volver a casa he tratado de ir más allá de sentimientos previsibles como el de culpa e inocencia. Había que alejarse de ellos para ver otras cosas. Lo que quería era recuperar la foto de aquella época con la mayor exactitud posible. En principio iba a escribir una novela naturalista.



P.- ¿Y por qué cambió de idea?

R.- Si soy honesto, porque me sentía ridículo escribiendo una novela naturalista, así que decidí empantanarme con esta estructura a dos niveles, porque me di cuenta que lo que estaba escribiendo era en realidad la historia de alguien recordando una historia. Me parecía un potencial valioso porque podía tratar la manera en que recordamos y lo difícil que es hacerlo. Pero también quería acercarme a otras inquietudes del Chile de hoy y tratar de entender su melancolía.



P.- La historia arranca con el terremoto del 1985 y termina con el de 2010. Enseñan cosas importantes los terremotos ¿no?

R.- Los terremotos nos enseñan a ser humildes. En cualquier momento todo se puede perder. A los chilenos los terremotos nos acompañan desde siempre. Todos tenemos antepasados que cuentan historias de los terremotos que vivieron. Tienen incluso un influencia literaria.



P.- Abre la novela con una cita de Romain Gary: "En lugar de gritar, escribo libros".

R.- Me encanta esa frase: es para mí un lema de vida. Representa muy bien lo que significa escribir un libro: un buceo largo, introspectivo, múltiple y complejísimo, detrás del cual hay un impulso, una pasión.



P.- ¿Y qué tal le ha ido por Cannes? ¿Le ha gustado la adaptación cinematográfica de Bonsái?

R.- Es muy bella. Tiene partes muy literales y otras más alejadas del texto, pero en todo momento existe una cercanía espiritual con mi mundo y con mi novela, y eso es lo más importante. Jiménez es un tipo muy talentoso.

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