Image: Jorge Edwards

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El Cultural

Jorge Edwards

"Cada vez tengo menos paciencia con la majadería y la burocracia"

4 julio, 2011 02:00

Jorge Edwards. Foto: Begoña Rivas.

El escritor, galardonado hoy con el premio González-Ruano de Periodismo, inaugura con una conferencia los cursos de la Complutense en El Escorial

A Jorge Edwards (Santiago de Chile, 1931) le toca este año abrir los cursos que la Universidad Complutense organiza todos los años en El Escorial. El autor chileno, Premio Cervantes en 1999, tiene pensado reivindicar en su conferencia inaugural la figura del escritor humanista, que, en su opinión, es aquel que busca con su obra dar una explicación global del mundo. O lo que es lo mismo: aquel para el que la literatura es mucho más que un mero entretenimiento. Y cita como ejemplo a su querido Montaigne, a Thomas Mann, a André Gide, a Kafka, a Vargas Llosa, a Camus y a Donoso. Él busca lo mismo cada vez que se pone a escribir en su despacho de la embajada de Chile en París, en el que también lo hacía su predecesor en el cargo y buen amigo suyo: Pablo Neruda. Ahora está enfrascado en sus memorias. El primer tomo (serán 3 en total), que abarca hasta los 21 años, ya lo tiene a punto. En él recuerda cómo se fue forjando su vocación literaria en las tabernas de Santiago, donde los escritores en ciernes abrevaban con ansia un vino peleón que les dejaba en la boca Círculos morados (he ahí el título del libro).

Pregunta.- ¿De qué va hablar en su conferencia de apertura oficial de los cursos de El Escorial?
Respuesta.- Hubo una época en la que se hablaba mucho de la función social de la literatura, sobre si tenía alguna posibilidad de cambiar el estado de las cosas. Los que sostenían que sí fueron criticados y sus teorías acabaron superándose. Yo lo que defiendo, y de esto es de lo que voy a hablar, es de la figura del escritor humanista, encarnada por autores como Thomas Mann, André Gide, a su manera Kafka, o Montaigne... Ellos no sólo tenían una concepción estética de lo literario sino también ética. Su aspiración era construir una visión global de mundo.

P.- ¿Y esa es también su aspiración?
R.- Creo que sí. Es la mi generación, la de Vargas Llosa, Donoso..., muy influida por la lectura de unos determinados autores, cuyas intenciones iban mucho más allá del entretenimiento. Ahora se pueden encontrar autores de novelas policíaca muy divertidos y muy hábiles, pero que están muy lejos alguien tan completo como Albert Camus. Es una idea polémica pero yo la quiero plantear con ironía y con un enfoque moderno.

P.- Los círculos morados es el título del primer tomo de sus memorias. Remite a las manchas que el vino malo que bebía en la juventud dejaba en su boca. ¿Qué le debe su vocación por la literatura a aquel vino peleón?
P.- Bueno, es un título provisional que me parece simpático. Ese vino tabernario representaba la salida del redil, del orden familiar y burgués, y entrar en un mundo nuevo y peligroso, conectado con el de los poetas malditos. Ese vino tiene mucha fuerza simbólica.

P.-¿Hasta qué etapa llega este primer tomo?
P.- Mi idea es escribir tres, no muy largos, de unas 260 páginas cada uno. Este primero llega hasta los 21 años, cuando publico mi primer libro, conozco a mi mujer y cruzo por primera vez el umbral de la casa de Pablo Neruda. El segundo acabará con la llegada de Allende al poder o el golpe de Pinochet. Y el tercero se ocupará de los años recientes. Son unas memorias ambiciosas, porque abarcan un arco temporal muy amplio. La primera parte es más literaria, porque el tiempo le da un tono de ficción e incluso poético a los hechos remotos. Y la segunda son más retratos y conversaciones con personas relevantes que he conocido: Cortázar, Vargas Llosa, Neruda, Allende...

P.-¿En qué punto de escritura se encuentran?
P.- Del primer tomo tengo un borrador y lo he corregido detenidamente hasta las últimas 20 o 25 últimas páginas. Si el editor me pidiera publicarlo ya, trabajando en jornadas de 15 horas los próximos días lo tendría. Pero prefiero ir más despacio.

P.- A usted, a lo largo de su carrera, le han atacado desde la derecha y desde la izquierda. ¿Desde que flanco lo han hecho con mayor inquina?
P.- Sí, me han atacado desde la izquierda y la derecha política y también desde ciertos sectores de la crítica. Han sido ataques que no siempre han sido coherentes. Es algo muy típico en lo que yo llamo las provincias del idioma. En ellas hay la sensación de que no hay espacio para todos y de ahí esa tendencia a la guerrilla literaria. Aunque también ha sucedido en España. A escritores como Pío Baroja o el propio Unamuno fueron víctimas de auténticos linchamientos. Eso no ocurre en Francia. Su historia de la literatura está llena de puntillazos y golpes bajos de unos autores a otros, pero al final entre ellos triunfa la siempre la confraternidad.

P.-¿En qué medida son compatibles la diplomacia y la literatura?
P.- Hay una gran tradición de escritores diplomáticos. Pero esa compatibilidad hace crisis en los tiempos actuales, porque un escritor no sólo debe dedicarse a escribir, también tiene que dar conferencias para inaugurar cursos, atender a periodistas que le llaman para hacerle entrevista [ríe, cómplice]... Son un montón de tareas anexas que hace lo de escribir algo muy dificultoso.

P.-¿Cuánto tiempo se ve más como embajador de Chile en Francia?
P.- No mucho, la verdad. Me siento viejo y cada vez tengo menos paciencia con la majadería, la burocracia y la lentitud. No me quiero morir de embajador.

P.-¿Qué se siente escribiendo en la misma habitación que lo hacía Neruda?
P.- En este edificio aletean los fantasmas de varios escritores. Aquí también escribió Alberto Blest Gana, autor de Martín Rivas y Durán de la reconquista. Huidobro también pasó por aquí. Hay algo muy literario en este edificio.

P.-¿Y qué balance hace del gobierno Piñera?
P.- Está siendo un gobierno enérgico. La economía va bien a pesar de que muchos presagiaban un retroceso y la protección social no se ha recortado, más bien al contrario. Está encontrando mucha resistencia popular sobre todo en sus iniciativas en educación. Voy a viajar ahora allí y tengo mucha curiosidad en comprobar si la resistencia estudiantil es algo razonado o algo meramente romántico y situacionista.

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