Javier González de Durana

Javier González de Durana (Bilbao, 1951) ha vuelto a casa. El que fuera primer director del Artium de Vitoria (2001-2008) y responsable estos tres últimos años del TEA de Tenerife, regresa al País Vasco para enfrentarse a un nuevo reto: la dirección del Museo Balenciaga en Guetaria. Aunque este salto del arte a la moda pueda parecer mortal, no lo ve así este especialista en el arte de las vanguardias, otrora asesor del Guggenheim, patrono del Museo de Bellas Artes de Bilbao y primer responsable también de la Sala Rekalde (1992-2001). "La diferencia es sólo el objeto de la colección con la que trato ahora. Eso sí, me estoy poniendo al día rápidamente: la conservación de este tipo de objetos y tejidos era inédita para mí", confiesa.



Pregunta.- Lleva algo más de un mes en su nuevo despacho del Museo Balenciaga, ¿cómo se enfrenta a este nuevo proyecto?

Respuesta.- Con la misma ilusión que empecé en Rekalde hace 25 y con más experiencia. El mundo del arte y el de Balenciaga pueden parecer muy distintos, pero en realidad me muevo en el mismo territorio de siempre. Creo que no debe distinguirse entre artes aplicadas y puras, aunque la historiografía tradicional lo ha hecho, para mí es lo mismo una pintura de Tàpies que un vestido de Balenciaga: inteligencia creadora actuando sobre el material para hacer la vida más comprensible. No pienso en lo manual o artesanal como algo secundario frente a la presunta pureza de lo cerebral. Una consideración que no deja de tener un origen religioso: el cuerpo es lo pasional, lo sometido, mientras la mente es lo abstracto y puro. Yo me siento igual que en los anteriores museos.



P.- ¿Y cuál es la mayor diferencia?

R.- La diferencia es que la colección obliga a unos condicionamientos muy distintos, la arquitectura del espacio es distinta. En Artium o en TEA se pueden subir y bajar obras del almacén casi espontáneamente, aquí la museografía es más complicada y estricta, el trabajo con el tejido es muy complejo: el control del clima y la humedad es más complicado, además de los propios materiales, sedas, muarés, plumas orgánicas muy frágiles... En muchos casos hay que controlar la distancia con el observador, exponer en vitrinas, evitar los roces de las manos, etc. Nuestra obligación es conservar estas colecciones para las generaciones futuras, aunque eso implique unas condiciones más difíciles de visibilidad.



P.- ¿Qué puede aportar a un museo dedicado a la moda y a un modisto como Balenciaga un experto en vanguardia artística?

R.- La experiencia de gestión de museo y la de poder vincular la moda y la alta costura con las otras artes, narraciones que pasen por la escultura, el vídeo o el cine. La moda nos pone en relación con todos los campos, a través del cuerpo estamos en relación con la antropología, la psicología, la sociología; es algo que afecta a la economía, a la industria del lugar. Desde la moda podemos llegar a cualquier sitio trascendente del ser humano. Las posibilidades son inmensas.



P.- Supongo que será en las exposiciones temporales donde se vean más estos diálogos con las artes plásticas.

R.- Va a haber exposiciones temporales pero hay que ajustarse a los espacios que tenemos. De momento no están preparados para la recepción de pintura, fotografías o vídeo. Hay que estudiar cómo reconvertir esa rigidez. Hay que relacionar a Balenciaga con otros diseñadores, pero mi intención es que, efectivamente, entren las vanguardias. Mi plan museológico contempla todo esto: relacionarlo con pintura, con escultura, con vídeo.



P.- Dispone de un edificio de 10.000 metros cuadrados, ¿ha pensado ya cómo sacará partido a un edificio tan grande?

R.- En realidad el área expositiva es más pequeña, de unos 1.500. Tenemos, por ejemplo, un vestíbulo espectacular, 2.500 metros cuadrados de atrio cerrado, acristalado, que me gustaría convertir en una especie de plaza pública, sobre todo para gente del pueblo o del entorno. Ya hay proyecciones de cine por las noche, cenas colectivas corporativas y privadas. No es sólo lugar de encuentro, también genera ingresos económicos. Tenemos 1,5 millón y medio de euros de presupuesto que proviene de recursos públicos, pero con nuestros propios ingresos serán 2 millones de euros: lo mismo que tenía en Tenerife y allí el museo era el doble de grande, así que está bien.



P.- ¿Tiene ya estrategias de internacionalización, de trabajo en colaboración con otros centros?

R.- Balenciaga ya es internacional y hay que conseguir que lo sea el museo. Tenemos una materia prima muy deseada. Sobre mi mesa tengo ahora mismo peticiones de préstamos llegadas de Australia, Canadá y Francia. Pero no tiene que ser algo solamente pasivo, queremos fortalecer las relaciones, buscar las áreas de interés común para hacer proyectos comunes. Aquí hay gente trabajando desde mucho antes de mi llegada y ya hay vínculos establecidos con los museos de la Indumentaria de Barcelona, Amberes o París. Y, por supuesto, con el Archivo Balenciaga de París.

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