Farruquito. Foto: Esther Lobato

Estrena hoy en el Teatro Compac Gran Vía el espectáculo 'Baile Flamenco', en el que repasa su trayectoria

¿En qué punto está Farruquito? ¿Quién es? A sus 29 años y siete espectáculos este bailaor sevillano no es fácilmente ubicable. Fue la mayor promesa del flamenco y puso en pie a Manhattan cuando era un niño prodigio (ya patriarca) y aquí un completo desconocido. Luego fue profeta en su tierra pero enseguida llegó el horror y Farruquito fue culpable. Hoy, pasados el tiempo y la condena, viene pidiendo paso por favor con cada nuevo montaje. De fondo está siempre ese morbo de una cacareada vuelta definitiva. Pero quizá Baile Flamenco, que hoy estrena en la Gran Vía madrileña, sí tenga ese halo de confirmación, porque en él el heredero del Farruco ha mirado a su pasado para ofrecer un repaso por su corta pero potente trayectoria, la profesional y la personal. Es muy listo y habla bien, elude lo que no quiere tocar y niega la existencia de un mañana cuando se le pregunta qué le depararán los escenarios. Pero tiene mucha humildad: "El Farruquito del futuro es mi hermano, El Carpeta", vaticina.



Pregunta.- Baile flamenco se está percibiendo como la vuelta definitiva de Farruquito a los escenarios, aunque lo cierto es que ya hubo un espectáculo anterior.

Respuesta.- Es que en verdad nunca me he retirado, es lo que digo siempre, que mi carrera no la he abandonado en ningún momento. Lo que sí tiene este espectáculo es un valor de agradecimiento al público, porque he cogido uno de los bailes de cada espectáculo anterior fijándome en lo que más gustó entonces. Es una forma de dar las gracias a los que me vieron, para que puedan asistir a un resumen de una trayectoria que es corta pero que cuenta con siete espectáculos diferentes.



P.- Lo plantea también como un recorrido a lo largo no sólo de su vida artística sino también de la personal. ¿Qué ha encontrado mirándose?

R.- A veces recuerdos muy duros, otras entrañables, muchas satisfacciones también. Con cada espectáculo tuve una experiencia distinta al anterior. Los recuerdos vienen: te acuerdas de los músicos, ves la evolución de tus coreografías y ves que, pese a todo, ahí se ha mantenido tu estilo. Te das cuenta también de cosas que no harías ahora, porque antes era más técnico, me preocupaban más la velocidad o los cambios de ritmo. Hoy me interesa más la templanza, la pureza del flamenco. No quiero hacer nada contemporáneo, nada como lo que se hace hoy.



P.- Desde luego el título, Baile Flamenco, no podía ser más rotundo.

R.- Es que bailar flamenco es lo único que sé hacer y mi verdadera afición. Vengo de uno de los artistas más grandes que ha dado este arte, que era mi abuelo Farruco, y por muy pequeño que yo sea a su lado, procuro seguir sus consejos. Él decía que la pureza es lo que perdura, que no me fiara de las modas. Además, que para buscar cosas nuevas no hace falta apartarse del flamenco. Hay tanto por descubrir que no es necesario mezclar, porque eso ya no sería buscar. Sí es verdad que por momentos la mía puede parecer una coreografía contemporánea, pero es porque soy joven, sólo tengo 29 años.



P.- ¿Cómo consigue no alejarse del origen?

R.- Mi abuelo decía que se baila como se es. Ese es mi caso. La pureza es algo que hoy se puede ver poco porque los artistas jóvenes a veces nos equivocamos queriéndole dar al público el espectáculo que quiere. El Farruco estaba convencido de que al público había que educarlo para que supiera lo que está viendo. Me reñía cuando yo me preocupaba por poner añadidos, como la luz. Me decía, vale, ponlos, pero que no se te olvide que lo primero es el artista, que su calidad pesa más que las luces. Me insistía en que me colocara bien, en tener precisión, en que hiciera los giros sin moverme ni un milímetro. En eso estoy, puliéndome. Eso es lo importante, cosas como entenderte bien con el cantaor, saber cambiar en los palos... Seguir los consejos de mi abuelo es lo que más me llena.



P.- Usted crea sus propias coreografías, ¿en qué se inspira?

R.- Ya no me preocupo tanto de la coreografía e improviso con los recursos que voy probando, que me ha dado el tiempo. Cuando la tengo 'pulía' la voy empleando según me va viniendo. Uno de los mensajes que siempre he tratado de dar es que la música, el flamenco, el baile, el cante... ellos solos de por sí reparten emociones. Intento que el público se vaya con ese pensamiento de haber disfrutado un espectáculo y no de preocuparse de cómo se ha hecho y en qué teatro.



P.- ¿Siguió bailando mientras estuvo apartado de los escenarios?

R.- Claro que sí, pero va por rachas. Tiene uno una época en la que está motivado y baila cuatro o cinco horas y otras en la que está más cansado. Esto te exige no engordar demasiado o no adelgazar demasiado, estar siempre pendiente de mantenerte bien físicamente. Además, procuro pedirme siempre un poco más, y para eso tienes que estar todos los días con las botas puestas o, al menos, con la cabeza metida en el tema.



P.- ¿Teme mucho a las críticas?

R.- Temor no, prefiero no tenerlo. Confío en que la crítica es sincera y en que me ayuda a encontrar datos. Me quedo con la parte constructiva, con detalles como si el espectáculo le ha parecido corto, largo, si tenía demasiadas cosas... si lo dicen es por algo, así que intento aprender. Pero no la pienso demasiado, porque la crítica más difícil y la más importante es la del público.



P.- Y el público, ¿le ha perdonado?

R.- Siempre he tenido suerte con el público. Mucha. A veces el flamenco es tan complejo que se debe volver a ver. Hoy hay que vivirlo de cerca, sobre todo en estos tiempos más de crisis emocional que económica. España se puede ir al garaje si no disfruta de su música, si desvía la atención a otras minucias que no son de Dios.



P.- ¿Esa España que se va al "garaje", como usted bien dice, le verá bailar mucho tiempo o va tomando cuerpo su anunciada evasión neoyorquina?

R.- Nueva York me conquistó cuando tenía cuatro años por su música y por sus artistas, los que te encuentras en cualquier calle o en cualquier teatrito. Me gusta que allí cada uno viva a su rollo, la preocupación que hay por el arte. Pero el mañana no existe, Nueva York es una cosa que está ahí, una ciudad que siempre nos ha tratado bien a mi familia y a mí, de la que siempre vuelvo con la autoestima al cien por cien... nos ha dado un gran abrazo. Allí hemos tenido la suerte, lo digo dos veces, la gran suerte, de haber sido comprendidos.



P.- ¿Le comprenden mejor fuera de España?

R.- Depende, hay ciudades, hay públicos y hay días.



P.- Le gusta mucho la música norteamericana, ¿qué comparte con ella?

R.- Con la música negra, por ejemplo, el flamenco tiene muchas cosas en común. Nosotros, los flamencos, aprendemos en casa, de nuestro padre, de nuestro abuelo... lo traes en la sangre, como lo traen los negros, que mientras están en la cocina son capaces de cantar un blues que otra persona no lograría en años. Por ejemplo, admiro muchísimo a Michael Jackson, me enamoré de él cuando tenía unos tres años, en Estados Unidos, y me compré una chaqueta como la suya, unos guantes, sus gafas... De Michael Jackson se enamora cualquiera.



P.- ¿El nombre de Farruquito qué significará dentro de unos años?

R.- Es difícil decirlo, pero estará ligado a un niño que ya baila mejor que yo y que si sigue así y le dedica tiempo puede ser el mejor del mundo. Ese es El Carpeta, mi hermano menor, que puede ser un fenómeno. El Carpeta es como un viejo, tiene un entendimiento del baile que es genético. En cuanto a mí, cuando miro al futuro, que lo hago pocas veces, me veo enamorado de la música, del arte, de mi familia, en mi casa en el campo, montando a caballo. También bailando, o produciendo, pero siempre dentro de la música.

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