Image: Santos Juliá

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El Cultural

Santos Juliá

"Al final la historia que he estudiado era también la mía"

22 septiembre, 2011 02:00

Santos Juliá. Foto: El Mundo

Hoy se presenta 'La mirada del historiador. Un viaje por la obra de Santos Juliá', con un homenaje a su protagonista en la Residencia de Estudiantes

A Santos Juliá le ha sucedido una cosa inaudita. Tanto se ha afanado a lo largo de su vida en estudiar la historia de la España del siglo XX que, al final, se ha convertido en parte de ella. Su mirada, la del historiador, la del columnista, la del profesor, ha sido ahora convertida en materia de estudio, a través del viaje por su obra que han convocado José Álvarez Junco y Mercedes Cabrera, y en el que escriben colegas como José Carlos Mainer, Joaquín Estefanía, Jorge M. Reverte, Manuel Pérez Ledesma... Algo abrumado y aún sorprendido, se ha dado cuenta al leerse en La mirada del historiador (Taurus) de lo mucho que ha trabajado y de su esfuerzo constante por entender la Historia de un siglo que, comprueba, también es la de su vida.

Pregunta.- Usted mismo se ha convertido en materia de estudio histórico. ¿Cómo se siente?
Respuesta.- Cumplí la edad de la jubilación el año pasado y me dijeron que lo harían, pero no conocía nada del contenido del libro ni de los autores, ha sido una sorpresa. Uno se ve con unos ojos diferentes a los que le ven los demás. Me sorprende positivamente lo que dicen y el tono general, sobre todo cuando se han detenido en un asunto de debate en el que yo he sostenido algunas posiciones. El resultado en historia siempre es un debate, nadie tiene nunca la verdad.

P.- Viéndose retratado, ¿Cuál ha sido su Historia como historiador?
R.- Creo que he ido mirando a la Historia de España y que lo que me ha interesado es entender el siglo XX. No domino ni la edad moderna ni la media y no soy historiador de origen, cursé Sociología, pero me interesa el siglo XX y especialmente el tiempo de la República como un tiempo de gran expectativa que termina en una absoluta devastación. Posteriormente abrí mis intereses hacia el franquismo y la transición. No cabe duda de que, a medida que uno va trabajando, va matizando, modificando y completando sus puntos de vista. Ahora me doy cuenta de todo lo que he trabajado, nunca había hecho un balance y veo que esos intereses que he tenido tienen que ver con problemas de nuestro tiempo. Por ejemplo, por qué la constitución de un estado democrático fue tan complicada en España o por qué no pudo consolidarse la Republica. Son problemas que también son parte de mi biografía, sobre todo a partir de de mediados de los años 50, con el encuentro de gente del lado de vencedores con gente que viene del lado de los vencidos, con el movimiento obrero de los sesenta... En cierta manera, lo que he vivido es parte del siglo XX.

P.- A lo largo de su trayectoria ha abordado, como dice, distintos puntos álgidos de la Historia del siglo pasado en España. Pero, ¿cuál es su gran tema?
R.- Como señalan mis colegas en el libro, no he tenido un solo tema. Mis primeros trabajos abordaron la historia del socialismo en España, también he dedicado mucho tiempo a la ciudad de Madrid en el siglo XX, sobre ella hice mi tesis. Me ha interesado además de una manera reiterada Manuel Azaña, de la cuna a la tumba. Y desde finales de la década pasada a la presente otro tema ha sido el de los intelectuales en la España contemporánea, porque ahí también le he dado la vuelta a la relación entre historia y memoria. En fin, una parte de la gimnasia del historiador es no encerrarse en una sola cuestión. He hecho biografía, historia de partido, de una ciudad, de un sector que son los intelectuales y finalmente cuestiones de teoría de la Historia. Como decía Ramón Carande, he procurado no aburrirme, hay que estar siempre curiosos.

P.- Peliagudo y muy mancillado el tema de la Memoria Histórica. ¿Son adecuados sus acepciones y sus usos?
R.- No es un tema que se pueda abordar de un brochazo. Cuando hay pasados conflictivos o traumáticos que afectan a amplios sectores de la sociedad, las memorias de esos pasados son memorias conflictivas. Una de las tareas de las sociedades democráticas es enfrentarse a todo el pasado, no erigir una memoria como la Memoria, sino procurar que las memorias tengan espacio para manifestarse y convivir. En esa tarea los historiadores tendríamos que cumplir un trabajo muy nuestro y que es que todo el pasado se conozca. No el de uno, como tiende a ser la materia de la memoria, sino el de todos, porque eso es lo que permite no que las heridas se cierren, como se dice con esas metáforas que no dan cuenta de lo que se trata, sino que el conocimiento de la historia extienda en la sociedad un tipo de conciencia histórica que posibilita que todas las memorias puedan convivir. Ahí habría otro tema, que es cuando se hace un uso político del pasado en función de políticas del presente. Cuando esto ocurre, se selecciona aquello que interesa para la acción presente dejando lo demás en el olvido y esto crea una distorsión que la gente de mi generación vivió, porque el pasado se nos contó por los que tenían poder, lo que impedía que se nos contaran otros pasados. La política no puede erigir un relato canónico o imponer una visión.

P.- Si no una visión, desde luego la Memoria aquí se refiere a un pasado muy concreto. ¿Se atrevería a ser optimista y pensar que esto podrá mejorar en un futuro?
R.- Sí, porque los historiadores han trabajado mucho estos años. En la medida en que no se intente hacer uso del pasado para fines que son nuestros en el presente, creo que el pasado estará ahí, y no es que sea la meta convivir con él, pero no hay otra alternativa para una sociedad democrática.

P.- ¿Es capaz de quitarse sus gafas de historiador para mirar al presente con otro cristal a la hora de escribir sus columnas?
R.- El análisis de la política y de la sociedad del pasado constituye una especie de depósito, un bagaje. No hay rupturas, la historia es más continuidad de lo que parece. Entonces a mí lo que me interesa de la escritura de las columnas es dar un fondo histórico a cuestiones que se plantean en el presente. Hay cuestiones nuevas, claro, y hay que analizarlas en sí mismas. Pero el ejercicio del análisis de la sociedad y la política como un flujo, como un río, te permite contemplar el presente con los ojos del historiador interesado por el tiempo que vive, de quien ha ido al pasado para poder analizar el presente.

P.- Le he preguntado por su faceta de historiador y por la de columnista. Todavía hoy es profesor y aún pertenece a uno de los sectores más desgraciadamente de actualidad estos días, el de la enseñanza. ¿Se lleva las manos a la cabeza?
R.- Mirando históricamente la Educación en España, el esfuerzo y los recursos que se han empleado en la Enseñanza Pública han cambiado radicalmente la realidad social española de arriba abajo. Creo que Julio Carbaña acierta cuando relativiza esto de los informes PISA y de las voces catastrofistas. Pero lo que estoy viendo es que lo que se había conseguido, invertir la relación entre la dimensión de la enseñanza pública y la privada, se está invirtiendo de nuevo. Cuando hice el Bachillerato había en Sevilla dos centros públicos, pero estaban los Maristas, los Escolapios, los Jesuitas.... Había habido un abandono de la enseñanza pública total. Esa relación se fue invirtiendo en torno a un 70 por ciento de pública y un 30 y poco por ciento de privada. Hoy veo en la Comunidad de Madrid que los centros de enseñanza privada superan a los de la pública. Esto no se explica si no hay una política que favorece a los centros privados en detrimento de los públicos y me parece gravísimo. Eso sí es preocupante y es más preocupante esta especie de desprecio a la enseñanza que ha mostrado la presidenta de la Comunidad de Madrid, ese tono desdeñoso hacia los profesores de la pública que es indicativo de esta realidad de la que hablo.

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