Élmer Mendoza. Foto: Enrique Serrato

El escritor mexicano participa en el Festival Hay de Segovia

Élmer Mendoza parece embalado con El Zurdo Mendieta, el detective que alumbró en su exitosa Balas de plata (Premio Tusquets de Novela en 2008). Descreído y cínico, como mandan los cánones del género negro, aunque con reservas de justicia poética todavía en su conciencia, el investigador tiene ante sí un nuevo caso en La prueba del ácido, la segunda novela del autor méxicano con él como protagonista (y ya piensa en un tercera). Una cabaretera de cuerpo irresistible y amante de la narrativa policiaca aparece asesinada, con uno de sus pezones arrancados. A nadie le importa mucho esa muerte, salvo al Zurdo, que estaba en trámites de enamoramiento cuando la quitan de en medio. A partir de esta trama, Mendoza, catedrático de Literatura en la Universidad de Sinaloa, aprovecha para radiografíar la violenta cotidianeidad del México contemporáneo, donde los cárteles de narcotraficantes libran una batalla sin cuartel para controlar los corredores de abastecimiento de cocaína con destino a los Estados Unidos.



Pregunta.- ¿Qué le empujo a repetir con El Zurdo Mendieta?

Respuesta.-Es muy difícil ponerle punto y final a una novela policiaca. Su territorio es tan vasto que cuesta acotarlo. Cuando terminé Balas de plata, tenía muchas cosas en la cabeza, muchos hilos que no estaban agotados y que había tenido que abandonar porque debía poner un punto y final. Así que nada más acabar ya me puse a planificar la segunda.



P.- ¿Y habrá tercera?

R.- Mis amigos insisten. A mí me agrada la idea. Lo de las sagas es una tradición de la novela negra. Cuando tienes un personaje que funciona, no es mala idea desarrollarlo y construirle un universo cada vez más amplio y más detallado. Soy muy supersticioso y no me gusta adelantar lo que voy a hacer, pero hay algunos lectores que han estado implicados muy directamente en la guerra contra el tráfico de drogas en México y me han contado cosas de mandos militares que me han dejado frío. El Zurdo debe entrar ahí.



P.-¿Cree que Calderón arrojó a los leones a la policía y al ejército cuando declaró la guerra al narco?

R.- Fue muy imprudente. No había estudiado al enemigo y tampoco hizo un cálculo de los costes sociales. La guerra parece simplemente un asunto mediático y está resultando un fracaso absoluto, aunque ahora se ha atendido una iniciativa que los mexicanos llevamos pidiendo desde hace mucho tiempo: el enjuiciamiento a los militares. Y también Calderón ha solicitado a la ONU y a los Estados Unidos su colaboración para combatir el tráfico de drogas y de armas. Si nos acusan de ser una estación de tránsito, deben implicarse también ellos para evitarlo.



P.- Carlos Fuentes reivindica la legalización de las drogas para solucionar el problema. ¿Es de la misma opinión?

R.- Eso es como decir nada. El narcotráfico es un negocio para los Estados Unidos. Un negocio que abarca muchos sectores. Por ejemplo, el de la construcción de juzgados y de prisiones, que se deben avituallar, y equipar con computadoras, con abogados... Ellos no la van a legalizar nunca.



P.-¿Por qué Sinaloa se ha convertido en epicentro de esta actividad ilícita, el lugar de donde provienen los capos más poderosos?

R.- No hay que olvidar que el narco nació de un acuerdo entre las fuerzas del orden y los Estados Unidos en los años 40, para abastecer a los soldados que estaban en la guerra de heroína y mantenerlos así animosos. Muchos de los que combatientes americanos en el Día D asaltaron las playas de Normandía bajo los efectos de heroína producida en México. Ese acuerdo dio pie luego a una industria que está muy arraigada en Sinaloa y que ya forma parte de nuestra cultura. Lo de ahora no es circunstancial es algo que viene de hace 70 años.



P.- Algunos le tildan de oportunista, de aprovechar el tirón mediático de la violencia en México para escribir este tipo de novelas...

R.- Y otros me consideran el inventor del género. Mi primera novela sobre este asunto, El asesino solitario, la escribí en 1999, antes de que empezara la guerra.



P.-¿Qué le parece que alguien como Pérez-Reverte se refiera a usted, aparte de como "su amigo", como "su maestro"?

R.- Es algo espeluznante, que me quita la respiración. Ya tenemos muchos años como amigos. Hemos compartido muchas dudas y muchas certezas cuando escribíamos nuestros libros. Me emociona muchísimo que lo diga alguien como él, un escritor tan serio, tan trabajador, tan creativo.



P.- ¿No teme que los lectores no mexicanos se pierdan bastantes detalles al no entender los numerosos coloquialismos que emplea?

R.- Yo he tenido experiencias horribles con los traductores. Seguro que se les pasarán cosas, pero uno no puede despojar a sus personajes de su habla, porque en ella está gran parte de su identidad.