La transformación en la mirada que propone Misfits no se agota en su contenido, sino que es sobre todo de carácter formal. El sello estilístico que ha impreso Overman a la serie es digno de análisis. El encadenamiento de imágenes en un montaje desbocado, histérico y autocomplaciente puede bien emplear herramientas de estimulación propias del videoclip -el empleo de la música para significar sentimientos es tan abusivo como divertido y, a su manera, emocional y paródico-, pero acaba operando como vehículo narrativo de unos episodios que avanzan con enorme pulso y velocidad, tan abiertos a las abismales elipsis y la dramaturgia funcional (sin explicaciones psicológicas) como a las escenas de situación, largas y derivativas.
El look de la serie es una constante búsqueda del brillo pop en un entorno de realismo social, como si la tradición británica del free cinema -entornos sucios y deprimentes con jóvenes airados en un contexto de injusticia social- colisionara con la cultura post-MTV del mundo digital, donde el tedio de la post-adolescencia desencantada y el culto a la estulticia son valores en sí mismos. A este respecto, el último capítulo de la segunda temporada, con una fiesta de disfraces en la que los protagonistas se pasean como verdaderos superhéroes de la Marvel -el uniforme que siempre llevan puesto, su seña de identidad, es un mono naranja con el que están obligados a realizar los servicios comunitarios, y que tanto recuerda al vestuario de los presos de Guantánamo-, es plenamente significativo, pues logra fundir ambos imaginarios con plena conciencia del extraño efecto que produce. Algo similar ocurre con el tono entre salvaje y juvenil que ha encontrado Misfits, a veces terriblemente naif, otras pasmosamente mordaz.
El espíritu absolutamente lúdico de la serie -que asume con total convicción-, y las posibilidades argumentales detrás de cada superpoder -algunos tan poderosos como la inmortalidad o la posibilidad de viajar en el tiempo- introducen una suerte de anarquía narrativa que provoca que la serie vaya estableciendo sus propias reglas para, en cualquier momento, desmontarlas o redefinirlas. Es un desafío constante lanzado al espectador, y uno de los motivos por los que éste puede tanto amar como odiar Misfits. En el último capítulo de la primera temporada, por ejemplo, los guionistas se sacan de la manga un grupo de ultracatólicos cuya intervención en la trama transforma por completo el universo y los objetivos de los personajes. Muchas de las preguntas a las que trataría de dar respuesta cualquier otra serie de ciencia-ficción -¿qué causó la tormenta de nieve?, ¿por qué ha dotado de superpoderes a algunas personas y a otras no?, ¿cómo es que nadie investiga su naturaleza?- aquí son completamente ignorados. La aparente arbitrariedad con la que parece avanzar un guión hecho por impulsos, con descaro provocativo y ánimo juguetón, obedece en verdad a unas reglas propias gestionadas con inteligencia. Todo en aras de conseguir aquello a lo que aspira toda serie televisiva recomendable: crear un universo y una mitología propias.
No ha sentado especialmente bien entre los fans de la serie la noticia de una tercera temporada sin Robert Sheehan, es decir, sin Nathan Young, es decir, sin el personaje más carismático, irreverente y mordaz de Misftis. Es otra de las contradicciones (aunque esta vez no buscada) de una serie que se mueve a gusto en el flujo de paradojas. No deja de ser especialmente irónico que el personaje "inmortal" de la serie, además de su mejor carta de presentación como reflejo de su personalidad (un tipo irritante pero con buen corazón), sea el primero en morir. Para dar carta de defunción al personaje (y acabar con los rumores), los responsables realizaron el episodio de 8 minutos Vegas Baby! para visionado online. Además de para despedirse de la serie, este capítulo-transición entre la 2ª y 3ª temporadas también sirve para presentarnos a Rudy, un nuevo personaje. Sería un error por parte de Overman y los responsables de la serie tratar de sustituir a un personaje tan insustituible como Nathan. En el microcapítulo, una inspirada línea de guión en boca de Nathan nos da la clave, no sólo de lo que ha significado el personaje para quienes lo hemos amado/padecido, sino que también resume el conjunto de la serie: "Prepare to be amazed and disgusted!". Pues eso, si aún no han visto Misfits, prepárense para sorprenderse y asquearse. No hay término medio.