Andrei Konchalovsky. Foto: Javier López Alarma

Andréi Konchalovski (Moscú, 1937) está estos días en Segovia, cuya Muestra de Cine Europeo rinde homenaje al cine ruso en general y al suyo en particular. Allí ha presentado El Cascanueces 3D, una versión de gran factura del cuento de Hoffmann con música -adaptada también- del famoso ballet de Chaikovski. La película, que se estrenará en nuestras pantallas esta Navidad, corrobora lo heterogéneo de su filmografía. No en vano, el guionista de Tarkovski en La infancia de Iván y Andrey Rublev ha dirigido de todo: cine de autor, como Sibiriada; cine comercial hollywoodiense por encargo, como Tango & Cash -"pagaban bien", ríe-, teatro e incluso ópera.



Pregunta.- Usted no se cansa de decir que odia las palomitas. ¿Son incompatibles también con El Cascanueces 3D?

Respuesta.- Esta película no es sólo un entretenimiento, hay una intención educativa. Es para toda la familia y cada generación verá cosas diferentes. Aquí en España, los abuelos posiblemente recordarán la época de Franco y los padres pensarán quizá en el intento de golpe de estado del 23-F, aunque los niños la verán como una historia entretenida de una chica que está enamorada.



P.- También dice que cuanto mayor es el presupuesto, menor es la libertad del director. ¿Es este el caso, dado que es la película más cara que ha hecho?

R.- No, porque los productores tenían fe en el proyecto. Por supuesto que he pensado en el dinero, es imposible no hacerlo, pero he tenido absoluta libertad para hacer todo lo que he querido. En ese sentido es un film de autor.



P.- ¿Cómo definiría el cine ruso y en qué medida conecta su filmografía con él?

R.- No puedo hablar de mí porque vivo dentro de mí, pero considero que hacer una película tiene que ser algo natural. Un cineasta ruso, español, inglés o alemán se expresa con naturalidad, eso es todo.



P.- ¿Cómo recuerda sus tiempos con Tarkovski?

R.- Mucho vodka y muchas chicas. Buenos tiempos, éramos jóvenes.



P.- También algo de trabajo, supongo.

R.- Mucho trabajo, por supuesto. El trabajo que hicimos está ahí para que todo el mundo pueda verlo, pero lo del vodka no. Fue maravilloso, éramos jóvenes y sabíamos que éramos los reyes del mundo.



P.- ¿Qué ha cambiado en el cine desde que usted empezó hace 50 años?

Wall Street, ese fue el gran cambio.



P.- Su gesto me dice que a peor.

R.- Por supuesto. Inyecta dinero, pero a la vez pide mucho dinero a cambio. Antes de Wall Street se hacían películas magníficas y no se pensaba todo el rato en números, números y más números. Ahora el cine es como la comida rápida.



P.- Ha hecho de todo en su carrera. ¿Qué es lo siguiente?

R.- Últimamente estoy haciendo mucha ópera y teatro. En Valencia acabo de estrenar la ópera Borís Godunov y espero hacer más el año que viene, he escrito varios guiones de películas... Pero mis mayores proyectos ahora son mis dos hijos pequeños, que tienen 8 y 12 años.



P.- ¿Cómo ve el futuro del cine?

R.- Va a haber dos tipos de películas: unas concebidas para la gran pantalla, con mucho dinero detrás y con aspecto de blockbusters, y otras para pantallas pequeñas vía Internet, satélite o cable que no estarán hechas para recaudar grandes sumas de dinero sino para un público que aún sabe leer. Unos irán al circo de la gran pantalla, las palomitas y la música estruendosa, y otros tomarán un café mientras ven en su casa películas buenas, serias y con bajo presupuesto. La mayoría de las películas que cuestan más de 200 millones de dólares son malas.