Daniel Sada. Foto: Domenec Umbert

Era un secreto a voces: desde hace meses la vida se le escapaba a chorros al escritor mexicano Daniel Sada (Mexicali, Baja California, 1953), pero fue anoche cuando acabó rindiéndose a la enfermedad renal que le he atormentado los últimos años.



Sí, era un secreto a voces: cada vez resultaban más frecuentes las peticiones de ayuda económica procedentes de sus amigos y admiradores para sufragar los tratamientos, peticiones que luego su propia familia negaba. Paradójicamente, horas antes de su muerte le fue concedido el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría de Lingüística y Literatura, "el reconocimiento más importante que otorga el gobierno mexicano para enaltecer las destacadas aportaciones que mexicanas y mexicanos de excepción realizan para el desarrollo nacional".



A sus 58 años, Daniel Sada era considerado por los mexicanos como uno de los propulsores de la literatura del norte, y por sus colegas como "el creador de la geografía sin fronteras". También como el cronista más valiente de la violencia que azota desde hace décadas su país.



Popularísimo en su país natal, en 1992, Sada obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia, pero no fue hasta 2008, al conquistar el premio Herralde con Casi nunca, cuando la crítica española reconoció el talento de un narrador de fuste que, como él mismo declaró se sentía "un escritor muy atípico. No quiero escribir ni leer lo que vivo".



El narrador mexicano llegó a Ciudad de México a inicios de los años 70 y destacó de inmediato por su formación de estilo clásico. Sada, afirmó hace poco tiempo que lo que "Casi nunca haría" -aludiendo al título de su penúltima novela- sería: "Traicionarme a mí mismo. Ser insincero en mi manera de escribir, acoplarme a las exigencias del mercado, no vislumbrar lo que es mi mundo; es decir, adoptar una posición que me es totalmente ajena. Necesito escribir lo que sale de mi corazón, estrictamente".



Y decía más. Por ejemplo, que "La inseguridad ha sido mi divisa. Corrijo demasiado mis textos" y que sobte todo no creía "En los políticos y su maravilloso arte de mentir. Cuando descubro a un político honesto y veraz, siento que la realidad se ha burlado de mí".



Entre sus obras también destacan los libros de cuentos Un rato (1984), Juguete de nadie y otras historias (1985), Tres historias (1990), Registro de causantes (1992); El límite (1992); Lampa vida (1980), Albedrío (1989), Una de dos (1994), Porque parece mentira la verdad nunca se sabe (1999), Luces artificiales (2002), Ritmo delta (2005), y La duración de los empeños simples (2006) o el más reciente, Ese modo que colma (2010).



En 2009 Daniel Sada contó en la sección "Primeras memorias" de El Cultural su experiencia como escritor a partir de su primera novela Lampa vida (1980): "Empecé a escribir mi primera novela a la edad de 23 años, tenía un título rimbombante que yo defendí con creces, a pesar de las críticas afiladas de algunos amigos." Bajo el título El escritor lampante Sada despide el artículo con una confesión: "A veces quisiera ser un escritor multitudinario, pero otras quisiera ser elitista y aristocrático. Estas dos fuerzas prevalecen en la esencia de lo que escribo, es algo que se trasluce a pesar de mí mismo. Me importa clarificar todo cuanto hago, pero nunca dejo de buscar nuevos síntomas de expresión. Todavía mi primer libro sigue siendo mi norma estética primordial." Así sea.