Image: Juan Eslava Galán

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El Cultural

Juan Eslava Galán

"La Transición está muy sobrevalorada"

9 diciembre, 2011 01:00

Juan Eslava Galán.

Juan Eslava Galán (Arjona, Jaén, 1948) es de los que llama Transacción a la Transición. Tiene una visión bastante crítica del periodo en que pasamos de ser una dictadura a una democracia más o menos asentada, un lapso que él engloba entre dos hitos cruciales: la voladura de Carrero Blanco, en el 73, y la aplastante victoria de los socialistas en el 82. En La década que nos dejó sin aliento (Planeta) recuerda con todo lujo de detalles los sobresaltos constantes de aquellos meses. No lo hace a modo de historiador sesudo, sino como un narrador que se concede la licencia de crear unos personajes ficticios con los que hilvana el relato. Este volumen es el tercero en su particular recuento del siglo XX. Una andadura que comenzó con Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie ( y que luego gustó a muchos) y continuó con De la alpargata al seiscientos, centrado en los cincuenta y sesenta, en los que el país despegó económicamente.

Pregunta.- ¿Cómo vivió aquellos años que narra en su libro? ¿En qué trinchera andaba metido entonces?
Respuesta.- Cuando la voladura del coche de Carrero Blanco, en 1972, yo estaba estudiando en la Universidad de Sevilla. Pero la muerte de Franco me pilló en el norte de Inglaterra, donde viví tres años. Me enteraba de lo que iba sucediendo a través de los periódicos. El día que un amigo me trajo un ejemplar de Interviú con Marisol desnuda en la portada aluciné. No podía creer lo que veía. Había salido de un país y esa revista me anunciaba otro muy distinto.

P.- Usted ha creado unos personajes a partir de arquetipos que inserta en la narración historiográfica. ¿Qué papel juega la literatura en esta serie?
R.- Siempre he pensado que uno debe escribir lo mejor posible, incluso cuando está escribiendo ensayos. Y sobre todo, no hay que darle el coñazo al lector. Intento ser ágil y ameno, sin faltar al rigor y ofrecer una amplia aportación crítica y documental. Estos libros son ensayos pero también novelas, una especie de híbrido, porque junto a la relación de hechos históricos están estos personajes costumbristas, a los que intento dar profundidad y matices, y todo está escrito con una vocación de estilo.

P.- ¿Tenía decidido desde el principio escribir una serie histórica o se embaló a partir de la buena acogida de Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie?
R.- El de la guerra civil lo escribí para mis hijas. A ellas les extrañaba mucho que sus dos abuelos hubieran estado pegándose tiros en el 36, cada uno en un bando. El libro lo escribí para para explicarles cómo los españoles nos volvimos locos en esa época. Lo que pasó es cuando empecé a meterle personajes me di cuenta que el proyecto se podía alargar, porque la guerra no termina realmente en el 36. Mi idea es abarcar todo el siglo XX. Escribiré una precuela, que irá desde el 98 hasta el 36, y probablemente dos volúmenes más que lleguen hasta el 2000.

P.- ¿Cree que la Transición está suficientemente valorada hoy día?
R.- Lo que creo es que está sobrevalorada, que la hemos idealizado en exceso. El pueblo español ya era un pueblo calmo y con ganas de democracia y de Europa en los años 60, cuando creció tanto la clase media. Sabía que habría de pasar un compás de espera, hasta que cayera el régimen, pero sus intenciones estaban ya claras. No creo que hubiera peligro de guerra civil durante la Transición. Se nos metió el miedo en el cuerpo para hacer lo que yo llamó la Transacción, de la que vienen muchos de los males que sufrimos ahora.

P.- ¿Qué es lo que quedó peor cerrado?
R.- En primer lugar, la aprobación del Estado de las autonomías. Estaba el precedente de los estatutos del País Vasco y Cataluña de la República, que tenía sentido respetar. Pero se decidió el café para todos y tenemos ahora 17 autonomías, que son 17 monstruos, un conjunto de taifas enfrentadas unas con otras que, además, son insostenibles económicamente. Luego, una ley electoral, caracterizada por una especie de sistema D'Hont a la española, que potencia el bipartidismo y penaliza a los pequeños partidos. Son muy razonables las protestas de UPyD e Izquierda Unida. Una ley que también privilegia a los partidos regionales separatistas, a cuyo chantaje se tienen que someter todos los gobiernos que no alcanzan la mayoría.

P.- ¿En este país desmantelado tras cinco años de crisis no habría que volver a espíritu pactista de la Transición, firmar unos nuevos Pactos de la Moncloa?
R.- Creo que es muy necesario. La crisis económica sólo la podremos resolver entre todos. La clase política debería tener más vergüenza torera, y desmontar esa red de influencias y corruptelas asentada en una burocracia excesiva, de asesores, secretarios, autonomías, subvenciones...

P.- ¿Quién fue en su opinión el político más valiente de la Transición?
R.- El más valiente no lo sé, pero el que fue fundamental y lo diseño todo, y cuya sombra se extiende sobre todo el proceso, es Fernández Miranda. Fue el maestro de Suárez, y cuando éste, aprendiz de brujo, se creyó que todo el mérito era suyo y podía prescindir de él fue cuando todo empezó a ir mal, a Suárez y al país.

P.- ¿Cómo ve que el principal partido de la oposición tenga que ejercer su labor en una posición tan debilitada?
R.- En términos de salud democrática creo que lo deseable es que haya dos partidos con fuerzas parejas, pero Zapatero ha dejado prácticamente desmantelado al PSOE. Ha sido un inútil sobrevalorado, que además, en lugar de buscarse gente competente en su equipo, se ha rodeado también de inútiles. Todo lo ha venido ancho desde el principio. Eso ha dejado al partido en una situación pésima. Por el bien del país es importante que el PSOE se recupere cuanto antes. Tiene que librarse de esos barones que sólo traen efluvios del pasado.

P.- ¿Y a Rajoy lo ve preparado para sacarnos del entuerto en que estamos metidos?
R.- Bueno, ahora toca abrir el melón. Yo creo que sabe lo que hay que hacer, pero hay que ver si tiene el coraje y la presencia de ánimo suficiente para hacerlo. Hay que darle confianza, como a todo hombre que se acaba de echar a la espalda la responsabilidad de gobernar el país.

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