Image: José Ramón Fernández

Image: José Ramón Fernández

El Cultural

José Ramón Fernández

"He convertido a Cervantes y a Goya en habitantes de la Biblioteca Nacional"

11 enero, 2012 01:00

José Ramón Fernández

José Ramón Fernández (Madrid, 1962) es un autor teatral prolífico y exitoso. Compagina la escritura -obras originales y adaptaciones- con su trabajo en el Centro de Documentación Teatral. Su última obra, La colmena científica o El café de Negrín, le valió el año pasado el Premio Nacional de Literatura Dramática. La obra, un encargo de la Residencia de Estudiantes para conmemorar su centenario, mostraba la vida cotidiana de algunos de sus ilustres residentes, como Ramón y Cajal, Severo Ochoa, José Moreno Villa o la pedagoga Justa Freire, que se reunían en el laboratorio de fisiología que dirigía el futuro presidente de la República Juan Negrín. Ahora le toca el turno a la Biblioteca Nacional de España, que cumple 300 años de vida. En esta ocasión, Fernández se sirve de Cervantes, Goya, Francisco Asenjo Barbieri y el propio fundador, Felipe V, para contar la historia de la institución cultural pública más antigua de nuestro país en El libro infinito, dirigida por Fefa Noia.

Pregunta.- Parece que se siente cómodo escribiendo por encargo y, como demuestra el Premio Nacional, se le da bien.
Respuesta.- Nina fue la última obra que escribí motu proprio, en 2002. Desde entonces, efectivamente, todo ha sido por encargo, salvo una novela que voy a publicar en breve. Me siento cómodo trabajando por encargo porque normalmente implica trabajar en equipo. Yo hago el texto, pero hay otras personas que me ayudan y que me ofrecen, en el caso de la Biblioteca, una gran documentación.

P.- ¿Cómo es El libro infinito? ¿Cómo ha condensado tres siglos de historia en una hora de espectáculo?
R.- Es un espectáculo sencillo. Los espacios especializados de la biblioteca llevan el nombre de personas ilustres de nuestra cultura -Cervantes, Goya, Barbieri...-, quienes me han ayudado a contar la historia de la BNE. Y también aparece Felipe V, el fundador de la Biblioteca, un personaje fascinante que vino con 18 años a reinar en un país que no conocía y le otorgó la primera institución cultural pública para todos los españoles. Todo esto lo rodeo con un personaje imaginario, que es la propia BNE.

P.- ¿Cuál es el propósito de la obra?
R.- Este tipo de trabajos ponen en valor instituciones que no se conocen demasiado. El de la Residencia dio a conocer a mucha gente aquel proyecto de país moderno que representaba la institución y que fue una de las cosas más hermosas del periodo anterior a la Guerra Civil. El café de Negrín se estrenó en Madrid y acabó su andadura en París, pero lo más significativo fue que, a su paso por Las Palmas, 3.000 estudiantes de bachillerato fueron a verla e hicieron actividades relacionadas con ella. Si mi trabajo ha servido para que unos chavales de instituto conozcan la figura de Ramón y Cajal, me considero más que satisfecho.

P.- ¿Debería tener más peso el teatro en la educación?
R.- Sin duda. Ya no sólo como enriquecimiento cultural, sino por su utilidad para cosas muy prácticas. Por ejemplo, una de las carencias habituales en nuestro país es que no sabemos hablar en público. En el Reino Unido esto lo cuidan mucho, a través de la práctica del teatro. Además, es una actividad que se desarrolla en equipo: si falta un miembro, no hay función. En ese sentido, el teatro sería muy útil, ahora que se habla tanto de las "dinámicas de grupo".

P.- Ha estrenado siempre en centros oficiales y salas alternativas. ¿No aspira a hacerlo en salas comerciales?
R.- Es curioso: soy un adaptador de éxito en espacios comerciales, pero mis obras no tienen cabida en esos circuitos. Como escribo lo que me da la gana, no me planteo si va a haber un mercado para ello. Esas cosas dependen más del criterio de los productores que de lo que uno hace. La ventana de Chigrinsky, que estrené en la Cuarta Pared, era una comedia divertida, según el público. De todas formas, esa distinción entre "alternativo" y "comercial" las hacemos en Madrid y Barcelona. En el resto de ciudades el público es mucho más homogéneo porque ven en un mismo teatro obras de todo tipo.

P.- ¿Cómo ve la situación actual del teatro en España? ¿Cree que cambiará para bien o para mal con el nuevo gobierno?
R.- La situación es muy preocupante, por lo que me dicen todas las compañías. Hay muchas facturas por cobrar, hay teatros que no tienen presupuesto y están cerrando o sobreviven abriéndose a grupos de aficionados. La profesión está francamente mal, habrá un momento de ajuste y racionalización de presupuestos, pero hay determinados aspectos culturales que no se pueden abandonar. Hablamos del país de Calderón, de Lope de Vega, de Valle-Inclán.

P.- Pero a pesar del temporal, a usted no le va nada mal. ¿Se ha planteado alguna vez dejar su trabajo como funcionario y vivir sólo de lo que escribe?
R.- Sí, me lo he planteado, pero trabajo en un proyecto que me gusta mucho y con un equipo muy comprometido. Si estuviese en otra parte, lo habría hecho ya, pero soy de esos poquitos privilegiados que entran a trabajar a las ocho con ilusión por lo que van a hacer.

P.- ¿Y cuál es la labor del Centro de Documentación Teatral?
R.- El trabajo del centro tiene como objetivo que el presente no se nos escape de las manos. En muchas ocasiones lo que es noticia hoy, mañana ha desaparecido y luego la historia no se puede reconstruir. La labor del Centro de Documentación Teatral es que ese presente esté registrado para siempre y que esté lo más disponible posible para todo el mundo.

Ver otros Buenos Días