Carme Riera. Foto: Antonio Moreno

Hoy participa en BCNegra en una mesa redonda sobre el estado de la novela negra en catalán.

La trayectoria literaria de Carme Riera (Palma de Mallorca, 1948) ha discurrido por caminos lejanos a la novela negra, pero con Naturaleza casi muerta (Alfaguara), la autora ha dado el salto a este género en alza, empujada por una tragedia que vivió de cerca. Hace cuatro años, en su hábitat natural, la Universidad Autónoma de Barcelona, el estudiante francés Romain Lannuzel desapareció sin dejar rastro. Desde la ficción, Riera plantea un caso gemelo, con la esperanza de que su análogo en la realidad no caiga en el olvido.



Pregunta.- ¿Por qué se ha zambullido en el género negro?

Respuesta.- Ha sido un reto personal. Quería comprobar si era capaz de escribir una novela negra y medirme con otros autores.



P.- ¿Se ha sentido cómoda en este nuevo registro?

R.- Al final sí. Al principio fue duro porque el noir es un género con una normativa muy estricta que hay que seguir. Eso dificulta la escritura. Por ejemplo, no puedes detenerte en la descripción de una verja si el asesino no escapa por ella.



P.- Entonces se trata de un ejercicio de contención estilística...

R.- Sí, el estilo es bastante serio y se centra en lo primordial.



P.- Y ahora que ha probado que, en efecto, era capaz de escribir una novela negra, ¿va a parar o seguirá explorándolo?

R.- En principio pensaba parar, ya he cumplido el reto que me planteé. Pero depende de los intereses que tenga en el futuro. Ahora me tienta el teatro, quizá lo pruebe...



P.- ¿Era lectora de novela negra antes de escribir Naturaleza casi muerta?

R.- No. Me hice lectora del género para documentarme. Todo lo que he leído durante dos años ha sido novela negra, para aprender las técnicas.



P.- Entonces, ¿por qué decidió embarcarse en un género que no conocía?

R.- Todo surgió con un hecho dramático: la desaparición de Romain Lannuzel. Me impactó tanto que traté de hacer lo que fuera para buscar al chico, y ese trauma me llevó a escribir esta novela.



P.- ¿El caso no ha avanzado nada en estos cuatro años?

R.- La policía cerró el caso dos años después y ahora se ha reabierto. Hay un equipo con mucha voluntad trabajando en él. Algo se encontrará, aunque no creo que encuentren al chico con vida.



P.- ¿Puede ser que su novela haya contribuido a reabrir el caso?

R.- No, no quiero ser tan absolutamente orgullosa. En cualquier caso, me alegro de retomar el tema con esta novela, sobre todo por su madre, que cada año vuelve a Barcelona y acude a la televisión para que no nos olvidemos de su hijo. En la UAB aún tenemos carteles con su foto pegados por todas partes.



P.- Al haberse inspirado en el caso Lannuzel, ¿el escenario de la trama no podía ser otro que la universidad?

R.- Sí, además ser profesora implicaba que no tenía que documentarme acerca de ese mundo, ya que la universidad es mi hábitat natural. Paso más horas allí que en casa.



P.- Al comienzo del libro da las gracias a Andreu Martín y Francisco González Ledesma. ¿En qué dirección han ido sus consejos?

R.- Sobre todo me han conectado con la policía. Yo no conocía el ambiente de las comisarías, solo las del franquismo. Tuve que tirar a la papelera una serie de capítulos porque pintaba a los comisarios como cutres, casposos y sexistas, y no son así. Menos mal que Martín me llevó a conocer la comisaría de Sardañola y el macroedificio de la policía catalana en el Vallés. Allí vi que los policías son profesionales estupendos, que saben inglés y tienen incluso varias carreras. Ha sido estupendo descubrir eso. La policía democrática presta un servicio al ciudadano y no tiene nada que ver con el instrumento de represión del franquismo.



P.- Hoy participa en una mesa redonda sobre la novela negra en catalán. ¿Cree que está en auge?

R.- Está en auge en todas las literaturas, es el género del futuro. No sólo porque las tramas son muy entretenidas, sino porque detrás de ellas hay una crítica social profunda, de lo más oscuro de la sociedad. Basta acordarse de Donna Leon para ver los problemas de Italia, no es necesario leer el Corriere; o leer a Mankell o a Larsson, no el de Millenium, sino la chica, Åsa Larsson.

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