El dibujante Max en la inauguración de su muestra en Valencia. Foto: Vicent Bosch

Inaugura hoy en el Cervantes la retrospectiva 'Max. Panóptica 1973-2011' | Recientemente La Cúpula ha publicado el tomo integral de 'Peter Punk'

Mejor Max que Francesc; mejor el contacto con el nuevo underground, si es que aún se puede usar esta palabra, que las loas; mejor la libertad creativa que la metamorfosis yuppie que experimentaron muchos de su generación, esos que cambiaron el canuto y las calles por el chalet y el despacho. Qué tío tan auténtico es Max. Tras la reciente publicación del integral de Peter Punk, este padre de los tebeos que se niega a renunciar a su sueño de juventud inaugura hoy en el Cervantes la muestra Panóptica, en la que se exhibe toda su trayectoria. Ahí están todos sus personajes y ocurrencias, de Gustavo a Bardín el superrealista, y también las influencias, desde Art Spiegelman a Chris Ware; pero al final de la viñeta siempre está él y su forma de ver el mundo. Los cómics de Max son Max, verdades como tachuelas.



P.- Últimamente Max es todo retrospectivas: el integral de Peter Punk, la exposición antológica... ¿Le gusta ver su pasado así de ordenadito y expuesto al público?

Respuesta.- A veces puede dar un poco de yuyu, pero desde una óptica estrictamente personal puedo decir que estoy satisfecho porque veo que he conseguido hacer lo que quería hacer de adolescente, dedicarme a dibujar, que es lo que me gusta, y sobre todo al cómic. He trabajado con libertad absoluta y sin someterme al mercado, con eso soñaba de joven. Pero no todo son las cosas de antes, estoy con nuevos proyectos también.



P.- Cuénteme entonces que está dibujando ahora.

R.- Estoy terminando un nuevo cómic, o una novela gráfica o lo que se le pueda llamar, que saldrá después del verano, se titula Vapor y es la historia de un tipo que está harto del mundo y que se va al desierto para que le dejen en paz. Es un poco la historia de San Antonio y las tentaciones llevada al mundo actual. Sus tentaciones son las de la sociedad del espectáculo, que le persiguen hasta el final.



P.- ¿Le tienta y le persigue a usted la sociedad del espectáculo?

R.- A veces sí, se hace difícil esquivarla. Y la verdad es que a uno le indigna tanta tontería.



P.- Pues tiene usted pinta de haber logrado lo de su personaje, que le dejen tranquilo en un desierto, aunque desierto fértil, en este caso.

R.- Bueno, yo no vivo de los cómics, sino de la ilustración, de los trabajos de encargo, pero es una fórmula que ya me va bien, voy saltando de una cosa a otra. Las ilustraciones no se eternizan sobre la mesa de dibujo, vas solucionando las cosas y haces de todo, carteles, portadas de discos...



P.- En lo que sí se ha convertido es en uno de los pocos supervivientes del cómic español de finales de los 70. ¿Han mutado mucho los tebeos durante todo este tiempo?

R.- Mucho, sí. Lo básico es que en los 80 funcionaban las revistas mensuales, de las que llegó a haber muchísimas. Lo bonito era que daban trabajo a los dibujantes, aquella era una situación cómoda para nosotros. Pero eso se acabó y ahora prima la novela gráfica. Parece que hemos ganado en respetabilidad y en visibilidad, porque en los 80 el cómic era algo que se relacionaba todavía con los niños, luego se empezó a aceptar como entretenimiento para jóvenes y hoy ya es para todos los públicos.



P.- Pero la fiebre de la novela gráfica también es un arma de doble filo, ¿no? Condiciona al dibujante, los géneros... y además se ha convertido en un cajón de sastre por el que todo tiene que pasar... o de eso se quejan muchos de sus colegas.

R.- Es indudable que tiene su cara oscura, porque parece que hay que ajustarse a esos cánones de historias autobiográficas en las que se pide algo muy trágico, denso y espeso. Esto es malo también para los jóvenes dibujantes, porque es difícil enfrentarte a un libro de 100 páginas. ¡Yo llevo 30 y pico años en esto y el más largo que he hecho tenía 70!



P.- ¿Usted cree que existe una industria de cómic ahora que incluso los grandes centros comerciales se han esmerado en crear departamentos propios para los tebeos?

R.- Hay industria, pero sigue siendo endeble, eso desde el punto de vista empresarial, porque desde el creativo nunca nos han faltado los genios.



P.- ¿Está con o contra la lectura de tebeos en la red?

R.- Hay gente buscando la manera de que leer el cómic en una pantalla sea también una experiencia fructífera. Es el principio de un medio que viene del cómic pero que será algo distinto y que no implicará la desaparición del papel. Es el futuro. Otra cosa es que yo no me sienta capaz de pasarme a eso, porque por edad funciono de modo analógico. Sin embargo, seguro que los chavales que han nacido con el teclado entre los dedos lo verán así.



P.- En el integral de Peter Punk ajusta cuentas con la gente de su generación. ¿En qué aspectos le traicionaron?

R.- Sí, en concreto en el tercer álbum, Pankdinista, donde hablo de cómo mi generación, que nació con la democracia y la libertad y que de un modo zafio se definió como la generación del sexo, las drogas y el rock'n roll ha sido también la generación de los pelotazos, la del buscarse la vida desde el más puro egoísmo y la que nos ha llevado al pantano. Esos eran los jóvenes como yo que leían cómics y fumaban canutos. Pero se les veía venir desde finales de los ochenta. De eso es de lo que hablo.



P.- ¿Cómo logró esquivar Max las bondades de lo que usted llama "los pelotazos" y quizás ellos identifiquen simplemente con la madurez?

R.- La madurez es otro arma de doble filo... Lo he esquivado porque siempre he creído en lo que hacía y en hacerlo con libertad, y eso implica renunciar a una carrera más meteórica o brillante en algún otro campo. Me he conformado con poco. O con mucho, según se mire, porque esa libertad creativa era la que yo quería.



P.- Sabiendo que underground es una palabra un poco carca ya, ¿qué queda de eso en la juventud de hoy? ¿Conoce a muchos artistas jóvenes que hagan cosas interesantes en cualquier campo?

R.-hay una cultura juvenil que busca expresarse con libertad absoluta. En el cómic siguen en activo los fanzines y los cómics en la red, que permiten publicar sin gastar un duro... Ahí es donde está el futuro. Como he sido editor de Nosotros somos los muertos, que trataba de echar una mano a los jóvenes que empezaban, me doy cuenta de que hay movimiento. El papel de un veterano es apoyar a los que hay detrás.



P.- Nombre a alguno de estos jóvenes, a alguien que le entusiasme.

R.- Hay mucha gente muy buena pero, por ejemplo, me gustan mucho José Domingo y sus Aventuras de un oficinista japonés y Mireia Pérez y La muchacha salvaje, que es un muy buen libro. En cuatro días ellos serán los autores conocidos.



P.- Usted recibió el primer Premio Nacional de Cómic. ¿Cree que el galardón está sirviendo para algo, que se ha consolidado?

R.- A nivel individual me ayudó con las ventas de la obra premiada, que se reeditó, y también me ha dado bastante exposición pública, supongo que porque fui el primero. Colectivamente ha ayudado a la manera en que la sociedad percibe el cómic. Eso hace que automáticamente se sitúe a la par que la novela, la poesía...



P.- Ahora que los cómics ganan premios Goya, ¿No se plantea hacer algo en otro campo? ¿Una película como hizo Paco Roca?

R.- No haría cine, me siento más cómodo trabajando solo. El cine exige energías colectivas, así que hago como he hecho siempre, mis libros y, a veces, cruces con otras experiencias como la música, por ejemplo en los conciertos dibujados que hice hace dos años con Pascal Comelade y que repetiré próximamente junto a otro dibujante y a otra banda. Cuando consigues que música y dibujo funcionen es estupendo.



P.- De todos los personajes y etapas de Max, ¿A cuál quiere más?

R.- Me siento cómodo y cercano a la línea de Bardín el superrealista. Para nosotros siempre lo más reciente es lo mejor. Y son unos libros que tienen mucho recorrido aún. Aunque el próximo sea de otra cosa, los recuperaré más adelante.

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