Sol Picó
Hoy estrena con su compañía 'Petra, la mujer araña y el putón de la abeja Maya' en las Naves del Español de Matadero Madrid.
Pregunta.- Dice que este es un espectáculo que se ama o se odia. ¿Qué hará que el público se decante hacia un lado o hacia otro?
Respuesta.- Los que lo odien sentirán repulsa porque hablamos de la parte oscura del ser humano y de la falta de amor en el mundo. Aquel vecino tan mono y elegante de pronto saca su parte negra y mata la mujer y al hijo. Son cosas que pasan cada día pero que no nos gusta ver. También el título puede echar para atrás, pero que no se asusten, es solo un toque irónico. Además, todos tenemos muy bien considerada a la abeja Maya, ¡pero todos nos hacemos mayores! Y los que lo amen, lo harán porque es un espectáculo muy visceral y expresivo, donde todo el mundo se deja la piel en el escenario. Ha sido un proceso creativo duro y fuerte para nosotros.
P.- ¿Un parto difícil, entonces?
R.- Muy difícil, aunque suene a cliché, ha sido el más complicado, por el hecho de unir dos dramaturgias: por un lado esa parte de monstruosidad y, paralelamente, la historia de amor de Petra y Karin, en eso Carles Alfaro ha jugado un papel esencial. Me gusta mezclar el movimiento con la palabra, que compartan el protagonismo al 50%, siguiendo en la misma línea de lo que hice con Sergi Belbel en el CDN, El baile.
P.- ¿Cuál es la causa de que los personajes estén emocionalmente destrozados?
R.- Nacemos amorosos, no monstruosos, pero el amor se va truncando y aparece la monstruosidad, esa parte negra que todos tenemos. Eso lo causa la falta de amor. Cuando alguien se convierte en un monstruo, son muchos los elementos sociales que lo provocan, tiene que ver con el desgaste emocional.
P.- ¿El afán de posesión es inherente al amor o una desvirtuación del mismo?
R.- Estoy segura de que existe un amor puro, bueno y natural, pero es muy difícil alcanzarlo.
P.- ¿Por qué sitúa la acción en un circo?
R.- La Petra de Fassbinder es diseñadora de moda, pero en este caso diseña monstruos, lo que nos remite a los circos de principios del siglo XX, con el hombre elefante, enanos... Sólo que aquí los monstruos adquieren otra forma, como la mujer en llamas, la mujer sin pies, el hombre que camina de lado... Es una crítica a eso de estar guapos y elegantes por fuera aunque tras esa fachada acumulemos muchísima basura.
P.- En pocos días impartirá un curso en el Conservatorio de Madrid. ¿Qué le va a enseñar a los alumnos?
R.- Será un taller sobre la composición exprés: montar un espectáculo en tres días partiendo de muchos materiales, cuando lo normal es hacerlo en cuatro meses. Es todo un reto.
P.- Su compañía cumplirá 20 años en 2013. ¿Qué poso le ha dejado el camino recorrido hasta ahora?
R.- Me llena de felicidad haber podido hacer todo lo que he hecho, con muchos errores y problemas, por supuesto, todos sabemos que es muy difícil esta profesión. Pero con una enorme satisfacción interna, cada día me gusta más mi profesión, aunque el cuerpo tiene sus límites y me pone enferma ver que se me está acabando el tiempo para bailar, ¡que paren el reloj! Pero no me puedo quejar de momento, de hecho la primera semana en Madrid yo actuaré en el papel de Karin. Necesito subir al escenario mientras el cuerpo aguante.
P.- ¿En qué consisten proyectos de integración social que lleva a cabo en la sede de su compañía, en Barcelona?
R.- Trabajamos con niños, concretamente los de un colegio cercano que tiene un índice de inmigración del 99%. Es una labor pedagógica que va más allá de la danza, es una forma de dar a conocer a los niños mundos diferentes al suyo, pues solo conocen el colegio y la calle. Al principio no podíamos con ellos y tres años después montamos un espectáculo fantástico.