Miguel Ángel Solá. Foto: Begoña Rivas

El actor argentino ha dirigido por primera vez una obra teatral, 'Antes te gustaba la lluvia', en cartel en el Fernán-Gómez

Miguel Ángel Solá (Buenos Aires, 1950) se ha bajado del escenario para dirigir su primera obra teatral. Es Antes te gustaba la lluvia, un texto de la holandesa Lot Vekemans sobre un hombre (Sergio Otegui) y una mujer (Blanca Oteyza) que se reencuentran tras once años de distancia. A pesar del tiempo, se reconocen de inmediato gracias a la memoria de sus respectivas pieles pero, también, se ven de nuevo en la encrucijada marcada en medio del amor y el miedo. La idea de Solá y Oteyza era estar juntos sobre las tablas otra vez, como habían hecho en El diario de Adán y Eva y en Por el placer de volver a verla. Miguel del Arco les propuso el texto de la autora holandesa y dirigirlos él mismo. Pero Solá se dio cuenta de que el protagonista debía ser más joven que él ("un cuarentón, no un sesentón"). Así que, animado por unos y por otros, decidió asumir la responsabilidad de dirigir el montaje. Algo que, tras las buenas sensaciones, no descarta que en el futuro sea su oficio, más incluso que el de la propia interpretación, a la que ha dedicado su vida.



Pregunta.- ¿Cuál es hilo conductor entre Antes te gustaba la lluvia y los montajes de Por el placer de volver a verla y El diario de Adán y Eva?

Respuesta.- Es teatro desnudo, sin ornamentos, sin otro legado que lo hecho por los actores. Es teatro de sentimientos repletos de ideas que subyacen no como juicios hechos al amor, sino como nanas del amor. Buen teatro. Teatro de riesgo para los actores, sin más sostén que sus dos piernas, su talento y su capacidad de transmitir.



P.- Y, por el contrario: ¿Qué tiene esta obra de novedoso respecto a las dos anteriores?

R.- La intromisión del desamor. Y la memoria de los cuerpos que luchan con él. El lapso de tiempo en el que descubren que son los mismos y que la piel se eriza de nuevo. La huida hacia el futuro o el pasado. Menos humor. Más sutileza por momentos.



P.- El texto de Lot Vekemans os lo propuso Miguel del Arco, ¿no?

R.- Sí. Primero nos la ofreció para dirigirnos, cosa de por sí espectacular. Yo no estoy en la edad de Otegui y se necesita esa edad para complementar a Blanca en la obra. Cuarentón, no sesentón. Dije no. Pero se la pedimos. Y ese gran actor, director y escritor, ese artista completo, lejos de hacernos la cruz como se suele ante los rechazos, me cedió la posibilidad de dirigir.



P.- ¿Qué le empujó a dirigir la obra? Algo que hace por primera vez...

R.- Prometí a Blanca que mi primera vez como director nos encontraría trabajando juntos. Debía ser así. Ella es una gran actriz y también una enorme compañera de trabajo; Otegui se ha sentido y se sentirá estupendamente acompañado. La dupla elegida es lo mejor que pudo pasarnos a todos. Se llevan muy bien. Y saben mucho ambos.



P.- ¿Lo de dirigir le ha planteado más complicaciones de las que en un principio pensaba?

R.- He tenido dos formidables batalladores en escena. A tal punto su honestidad que -además de nuestras consabidas lecturas de empanadas criollas y vino argentino en casa- en tres semanas empezamos a mostrar la obra completa a invitados. De la opinión de ellos nos hemos nutrido también. La única pena fue que, aunque estaban para arrancar, la primera etapa de gira (llámese crisis, movimientos del personal, recortes del presupuesto) fue de 5 funciones en cuatro meses y eso no les dio la continuidad deseada. Pero ellos, brillantes y predispuestos siempre, y mi asistente María García de Oteyza, que es una maravilla también, fueron tirando a la par del carro hasta llegar a Madrid, donde me dicen que está gustando tanto como en gira.



P.- ¿Cómo se ha sentido en esa nueva responsabilidad?

R.- Bien. Es buena responsabilidad, aunque, en el teatro, al menos en el que nosotros hacemos, la carne y el alma y la responsabilidad la ponen los actores todas las noches. El teatro es de ellos y está en buenas manos.



P.- Dice que dirigir es algo que nunca había ambicionado.

R.- Es verdad.



P.- ¿Cayó por su propio peso pues?

R.- Supongo que otras causas debe haber. Ganarme el pan de alguna otra forma ya que el trabajo que no me ofrecen debo inventármelo. Esa puede ser una de ellas.



P.- Uno de los méritos que más ensalza Blanca Oteyza de usted ha sido el de dotarle al texto, "algo estático", de una mayor humanidad y movimiento. ¿Es así?

R.- Los textos son estáticos de por sí, son literatura. Pero mueven la imaginación y ahí pierden su estatismo. Es único ese proceso en la naturaleza, es un árbol vivo, que trasmuta en animal al tener que actuarse. Creo que el acierto que nos guió a todos, incluyo al escenógrafo que cada vez hace cosas diferentes, bonitas y más baratas de lo que se acostumbra. Fue la intención, de acortar distancias, sobre todo físicas. Y también la búsqueda tanto consciente e inconsciente del otro, pasando por encima de tiempo, distancia y dolor. Esa curiosidad, esa tentación de saber si lo perdido ha sido todo o si el estrago ha dejado en pie algo de lo que los unió es algo que va discurriendo en paralelo al texto, y, a veces, como en el horizonte, estas paralelas parecen tocarse.



P.- ¿Cómo ve su futuro? ¿Más como director que actor?

R.- En mi país suele decirse que "a cierta edad, las minas (mujeres) que están buenas son las que te dan bola". Lo mismo ocurre con el trabajo. Lo que me llegue será tratado con la misma dedicación y cariño.



P.- ¿Qué tiene Como por un tubo para que sea un buen plan para una tarde de teatro?

R.- Antes te gustaba la lluvia tiene dos enormes actores y un buen texto. Como por un tubo una historia absurda como la vida misma, divertida y canciones y poemas originales, y un grupo y un sistema de trabajo inéditos en España.



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