Luis Racionero: "España es como una mayonesa que no ha ligado"
Luis Racionero. Foto: Antonio Moreno
Luis Racionero le ha entrado al género de las memorias por diversos frentes. En Sobrevivir a un gran amor seis veces narró sus vaivenes con las diversas parejas sentimentales con las que ha compartido algunos tramos de su vida. En Memorias de un liberal psicodélico repasaba sus andanzas en el terreno cultural. Y ahora añade un tercer hito a su discurso autobiográfico: Entre dos guerras civiles (Ediciones B), un íntimo ensayo sociopolítico en el que reflexiona sobre la permanente tensión ideológica que se respira España, con la izquierda y la derecha eternamente a la gresca; su catalanismo lúcido y cultivado, muy alejado del tribalismo azuzado por muchos políticos de su tierra; la crisis económica y sus implicaciones más allá de nuestros números rojos de cada día... Temas variados que Racionero despacha siempre con una sana mezcla de solvencia intelectual y desenfada ironía.
Pregunta.- Entre dos guerras civiles. ¿Cuál es la segunda? ¿Lo de ahora es una guerra civil?
Respuesta.- Yo sigo viendo las dos Españas muy marcadas, separadas en dos mitades irreconciliables. Hay sobre todo una gran beligerancia de la izquierda hacia la derecha.
P.- Afirma que sólo con la madurez le ha llegado la serenidad y que antes vivía en el caos.
R.- Así ha sido. Pero me gusta que la secuencia haya sido esa. Si no, me hubiera aburrido mucho. Repetir es algo que me aburre muchísimo. Siento una gran atracción por el cambio y el movimiento. No es que le desee a nadie el caos pero yo, particularmente, lo he llevado bien.
P.- ¿Haber nacido español tiene alguna culpa de ese caos?
R.- No, no... El caos se debe únicamente a mi carácter. Yo soy su responsable. Pero es verdad que nacer aquí supone lidiar con algunos factores de permanente convulsión: el recuerdo de la guerra civil, la envidia, el cainismo...
P.- Dice que a España hay que ignorarla para no tener que despreciarla...
R.- Sí, intento leer y escribir para estar concentrado y no tener que participar en debates tan estériles como el de Garzón, otro asunto que ha dividido al país. Pero ¿cómo se puede defender a individuo fatuo y narcisista? Él sólo se ha puesto a la altura de Pinochet ordenando las escuchas a los presos y sus abogados. También lo consigo viajando mucho a Oriente. A Bali, Tailandia... donde no tienen conciencia del pecado original.
P.- Pero alguna cosa buena también tenemos por aquí, ¿no?
R.- Claro que las tenemos, y muchas. Tenemos un clima maravilloso, la gran diversidad de paisajes, personajes extraordinarios y únicos, un desarrollo ecónomico interesante, con los tres sectores más o menos equilibrados, un patrimonio cultural riquísimo y mujeres guapísimas. Si nos organizáramos mejor, podríamos ser una especie de California europea.
P.- En términos de catalanismo ¿cómo se describe?
R.- Soy catalán y catalanista. Y como los árbitros sigan ayudando al Real Madrid me acabaré haciendo separatista [Risas]. No, en serio: hubo tiempo que viví en el Ampurdán y sentía que estaba en deuda con aquel paisaje y aquellas gentes. Escribí Cercamón para pagar la deuda de gratitud. Vendí 60.000 ejemplares en Cataluña y en castellano no vendí casi nada. En el resto de España no interesa lo que se escribe en catalán.
P.- ¿Suscribe entonces la cita de Ortega y Gasset con la que abre el libro: "Castilla hizo España y la deshizo"?
R.- La verdad es que la mayonesa no ha ligado. Es difícil que pueda hacerlo cuando en Castilla tantísima gente cree que los catalanes hablamos en nuestra lengua por fastidiar. El centralismo también ha hecho mucho daño.
P.- Pero si el nivel de autogobierno de las autonomías es superior incluso que el que tienen las entidades territoriales en estados federales...
R.- Es verdad, pero hay detalles que claman al cielo, como el establecimiento de un eje radial en nuestras comunicaciones, dejando de lado al eje mediterráneo, que es la zona más próspera económicamente del país. ¿!Cómo es posible que todavía no haya un AVE que una Barcelona y Valencia!? Esto es como en los matrimonios. Si no se llevan bien, lo mejor es separarse.