Montserrat Caballé y Montserrat Martí: "Vivimos una tragedia de no sabemos cuántos actos"
Pregunta: Dos generaciones unidas por un mismo nombre. ¿Qué las separa?
Montserrat Caballé: Sólo la edad. Porque lo de ser soprano nunca ha cambiado. La lírica es como los cuadros de Velázquez. Su belleza no entiende de crisis.
Montserrat Martí: El público se va adaptando. Ahora la gente disfruta de los estrenos del Metropolitan mientras come palomitas en el cine de su barrio. No es lo mismo, pero al menos se mantiene la afición.
P: ¿Qué han preparado para este Gracias, Montserrat?
M.C: Tengo que decir que el título del concierto me parece exagerado. Pero, mire, yo no me ocupo del marketing...
M.M: Haremos un programa popular en italiano, francés y español. Habrá zarzuelas e inolvidables sorpresas que ni nosotras mismas conocemos...
P: ¿Se presentará Plácido Domingo?
M.C: Sería fantástico. Ojalá...
P: ¿Cómo se compensa lo de ser “hija de”?
M.M: No lo compenso. Son los demás los que me ven como hija de. Yo ya estoy acostumbrada a mi madre... (Risas)
P: Al principio iba para bailarina, ¿no es cierto?
M.M: Ingresé en la Escuela del Ballet Nacional, pero me lesioné. Mientras me recuperaba, estudié canto con mi tío, en secreto, durante meses...
M.C: Un día llegué con mi marido a Madrid, y mi hermano nos pidió que acudiéramos a escuchar una voz nueva. No podíamos imaginar lo que nos tenía preparado...
M.M: Les canté el lied italiano Caro mio ben y el O mio babbino caro de Puccini.
P: ¿Y cómo reaccionaron?
M.M: Con un largo silencio...
M.C: ¡No teníamos palabras!, ¡no podíamos parar de llorar!
M.M: Y, claro, como no decían nada, yo pensé que no les había gustado...
P: Por eso siguió soñando un tiempo con bailar el Romeo y Julieta de Prokófiev...
M.M: Sí, pero el de Nureyev y Fontaine del Covent Garden. No con la técnica de luego, que te hacían levantar la pierna hasta la oreja. Me gusta el romanticismo, pero el más inocente.
P: ¿Cómo conviven en una casa Adriana Lecouvreur e Isolda?
M.C: Con mucha paciencia. Es lo que mi hija me ha enseñado. En el escenario y en las cosas normales de la vida.
M.M: Tenemos claro que hay que hacerse valer dentro y fuera del escenario.
P: Más ahora, que el verdadero drama de los teatros se vive entre bambalinas.
M.C: Vivimos una tragedia...
M.M: ...de no sabemos cuántos actos. El problema es que la cultura no es un bien de primera necesidad, como la comida. Pero luego los recortes en música o literatura a la larga se pagan igual de caros.
P: ¿Las veremos juntas en un mismo reparto?
M.C: Sí, estaremos en la Marie-Magdeleine de Massenet y la Safo de Pacini.
P: ¿Qué tal llevan a los dictadores de escena?
M.M: Nosotras no tenemos problemas, somos muy dialogantes. Siempre llega uno que te quiere colgar de los pies en el momento más complicado de la ópera. Pero a veces hay que plantarse, aunque sea en pleno estreno.
M.C: Claro que sí. Mejor que te salgan bien las agilidades a tener que hacer equilibrismos.
P: Contratenores, sopranos dramáticas, tenores heroicos. ¿Es cierto que algunas voces corren el peligro de extinguirse?
M.C: Voces siempre habrá. Pero es verdad que falta esfuerzo y sacrificio en el estudio.
P: ¿Se atreverá Montsita con la Casta diva de Norma?
M.M: Todavía es pronto. No por miedo, sino por respeto. Mi madre está empeñada en que cante al menos el aria.
P: ¿Aprovechará, como dicen algunos rumores, los fastos de su 80 cumpleaños para anunciar su retirada?
M.C: Quienes me conocen bien saben que moriré con las botas puestas. Tengo contratos hasta 2016 que pienso cumplir.
M.M: Ella no lo dirá, pero hay dos roles que piensa debutar.
M.C: ¡Qué imprudencia! ¡¿No ves que es periodista?!