Tenía una asignatura pendiente. Conociendo la serie original de Glen A. Larson, aún no había visto el Battlestar Galactica del canal Sci-Fi, emitido entre 2004 y 2009 (adquirible en DVD), que venía a ser una improbable mezcla entre precuela y remake de Galáctica, estrella de combate (1978-1979; 22 capítulos). En las últimas semanas me he sumergido por completo en esta espectacular, homérica guerra entre humanos y cylons que pone en escena la serie, y que adquiere una total autonomía respecto a sus precedentes televisivos y cinematográficos. Y lo que he visto (de momento tres de las cuatro temporadas) me ha arrastrado como un agujero negro a los confines de la galaxia, donde los escasos supervivientes de las colonias humanas buscan incansablemente el planeta Tierra. Con este post y el de la semana que viene, desgrano esta gran serie en diez puntos que considero relevantes:



1) Es curioso cómo una de las pocas series post-11S que no transcurre en el planeta Tierra (aunque sea su destino) sea probablemente la que más alude a la política de Estados Unidos, interior y exterior, durante sus años de emisión (2004-2009). Los ecos son tan manifiestos y explícitos que al principio pueden desconcertar, pero en seguida comprendemos que uno de los discursos troncales de Battlestar Galactica es erigirse en conciencia moral, comentarista político y analista social del presente. Cabe todo: ataques terroristas, coarción de libertades, liderazgos incompetentes, ocultamiento informativo, elecciones manipuladas, invasiones ilegítimas, política del miedo, miserias políticas, pobreza jurídica, poder militar o autoridad civil, propaganda y resistencia, fin de recursos, teorías conspiratorias, política de inmigración, intereses mercantiles, rivalidades religiosas, espionajes y torturas, ejecuciones sumarísimas, campos de trabajo, éxodo y supervivencia, etc. La galaxia infinita como escenario alegórico del destino de la Humanidad, más allá del Holocausto.



2) Los cylons -androides inteligentes indistinguibles de los humanos, infiltrados durante décadas entre ellos, deciden en el piloto romper el pacto de no agresión y lanzan ataques nucleares contra las Doce Colonias habitadas por los humanos- simbolizan los extremos irreconciliables de la alteridad, del otro, del enemigo. Casi sin esperanzas, reducida a cinco decenas de miles de supervivientes, la especie humana desarrolla una actitud hostil, violenta y paranoica que le impide ver que su agresor (y su creación) también puede ser su semejante. El miedo lo gobierna todo. Pero también en los cylons, muy superiores a los humanos en número y tecnología, enfrentados al debate de su naturaleza artifical y/o humana. Como los replicantes de Philip K. Dick, quieren tener emociones. Sospechan que sólo el amor puede garantizar la perpetuación de la especie. De ahí la importancia curical que adquiere la reproducción biológica entre cylons y humanos.



3) Dada la prolongación en el tiempo de la serie -74 episodios en 4 temporadas-, Battlstar Galactica encuentra el tiempo necesario para llevar a ciertos niveles de complejidad filosófica, y hasta teológica, las derivaciones metafísicas y religiosas del mito de Prometeo. Ciencia y fe son los pivotes sobre los que bascula permanentemente Battlestar Galactica. Todos los personajes importantes mantienen una dicotomía entre un extremo y el otro, simplemente para descubrir que la ciencia necesita de la fe tanto como la fe de la ciencia. Juegan un papel importante los mitos, las Escrituras de las primeras colonias humanas de las que se tiene conocimiento, consideradas comunmente supersticiones o creencias, hasta que la presidenta Laura Roslin (Mary McDonnel) apuesta decididamente por seguir las Escrituras para encontrar las coordenadas astrales del mítico planeta Tierra. El creador de la serie original, Glen A. Larson, era miembro del culto de los mormones, y no son pocas las referencias teológicas y religiosas de la serie, que siguen presentes en este "remake". En todo caso, es en el personaje del doctor Gaius Baltar (James Callis), uno de los creadores de los cylon -que será vicepresidente y luego presidente de la Nueva Caprica ocupada- donde la serie concentra casi toda su lógica metafísica. Su relación con la cylon Número Seis (Tricia Helfer) es fascinante. Como él mismo, nunca podemos tener la certeza si es producto de su demencia esquizoide, un reflejo de su subconsciente o de su imaginación, si forma parte de una realidad virtual o es el plan maestro de los cylons para destruir a la Humanidad. El rigor del punto de vista y el espacio que la serie concede a este personaje es uno de sus principales activos.



4) Podemos simpatizar más o menos con Laura Roslin, con Kara ‘Starbuck' (Katee Sackhoff) o con Lee 'Apollo' (Jamie Bamber). Cuando no se hace algo insistente también podemos disfrutar de las empanadas mentales de Gaius Baltar, y el personaje del coronel Saul (Michael Hogan) es verdaderamente impagable. Pero el único actor imprescindible, el que lleva todo el peso material de la serie y llena la pantalla con cada una de sus intervenciones es Edward James Olmos en la piel del Almirante William Adama. En el protagonismo colectivo de la serie, este pedazo de actor -sobre todo televisivo (Corrupción en Miami, Dexter, etc.), pero cuyo papel en Blade Runner emerge como indispensable punto de conexión con Battlestar Galactica- aporta en todo momento la autoridad moral que reclama su papel. No es lo mismo interpretar un personaje respetadísimo que proyectar ese respeto en la pantalla. Desde su responsabilidad militar -que trasciende a autoridad civil-, Edward James Olmos carga con el peso anímico de la serie que, no en vano, simbloliza el estado anímico de la raza humana, al borde de su extinción, pero siempre con una gota de energía en reserva. Su habilidad oratoria, su capacidad de liderazgo y, sobre todo, su calidad humana, es indispensable para no abonadonar la nave que comanda, Battlestar Galactica.



5) Sin duda, Battlestar Galactica ejerce como compendio de los hitos de la ciencia-ficción del pasado siglo. Desde la seminal la Guerra de los mundos de H. G. Welles hasta las variaciones de Star Trek, la serie adopta de forma orgánica las conquistas más sobresalientes de los universos literarios y cinemáticos de la ciencia-ficción. Las distopías y los universos de autores como Arhtur G. Clarke, Ray Bradbury o Philip K. Dick son referencias esenciales, así como las variaciones semánticas de Anthony Burguess -'frak' por 'fuck', sustitución fonética que el personaje Samuel Anders (Michael Trucco) omite en un momento de la tercera temporada- o las guerras estelares de Star Wars.