Autorretrato, 1944

Seis muestras en otras tantas sedes repasan su vida y obra, desde el surrealismo a su etapa centroamericana. La Fundación Cidade da Cultura acoge El encuentro en la poética de Eugenio Granell con óleos, dibujos, gouaches y construcciones de uno de los maestros de la vanguardia española. Éste es nuestro homenaje.

En el caso afortunado de Eugenio Granell (La Coruña, 1912-Madrid, 2001), el paso del tiempo no ha doblegado el sentido trascendente y peculiar de su arte, ni ha difuminado la fuerza atrayente de su personalidad. Resulta, así, que al cumplirse ahora un siglo de su nacimiento y once años de su muerte, su obra de pintor, narrador y poeta continúa viva, es decir, acrecentando su vigor y su vigencia, a la vez que su figura personal espigada y sensible sigue vibrando entre nosotros como una imagen constante y trémula en la historia social del arte español de vanguardia.



Se trata de la misma imagen que Granell proyectaba en nuestra comunidad artística cuando en 1985, tras más de cuarenta años de exilio, regresó a España y se domicilió en Madrid. Sorprendentemente, aquella parecía mucho más la representación sosegada de un indiano que regresaba a sus orígenes convertido en un cosmopolita, que la figura de un expatriado que volviera a su pasado cargado de melancolía. Lo conocí en un almuerzo casi familiar que su amigo el pintor García-Ochoa le dedicó cerca de El Escorial, en su casa de Zarzalejo. El encuentro se extendió a través de una tertulia en la que Granell comunicaba su humor, su ironía y sus variados registros de narrador, cuya fluidez y precisión de palabra se acompañaban de ese don raro y envidiable de los silencios cómodos. Disfrutaba evocando pequeñas experiencias de su vida cotidiana en el Caribe y en Nueva York, donde "la existencia se muestra como una cosa que fluye". También habló sin énfasis de sus primeros encuentros con sus amigos Breton -a quien conoció en La Martinica en 1942- y Duchamp -con quien intimó en Nueva York a partir de 1952-. Los dos grandes maestros, huyendo del nazismo, habían viajado "a la conquista de América por parte de la internacional surrealista".



El espíritu del surrealismo

Pero, ¿dónde, cómo y cuándo había fraguado en Granell el espíritu del surrealismo, antes de que Breton y especialmente Duchamp lo apadrinaran? Lo hicieron incluyéndolo en grandes exposiciones de "la segunda generación de surrealistas" (como Le Surréalisme, en la galería Maeght de París en 1947, y Surrealist intrusión in the Enchanters Domain, en la neoyorkina galería D'Arcy en 1960). Escribieron también sobre su obra y reconocieron su lenguaje con alguno de los grandes premios del circuito, como el Internacional de Pintura de la Fundación Copley de Nueva York, en 1957.



Según repetía Gonzalo Torrente Ballester, otro gallego ilustre de la generación de Granell, "uno no es de donde nace, sino de donde ha hecho el bachillerato". Pues bien, Eugenio Granell se hizo bachiller en Santiago de Compostela, iniciando allí también sus primeros escarceos poéticos, así como sus estudios musicales de violín, que completó en la Escuela Superior de Música de Madrid, ciudad a la que se trasladó en 1928. Desde su primera juventud intervino en revistas literarias y de política, se interesó por las noticias del arte de vanguardia que llegaban de Francia, asistió a las tertulias del café La Granja de El Henar y remarcó su vocación dentro del activismo político izquierdista, entrando en 1935 en el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), de registro trotskista. Granell tomó parte activamente en la contienda, en el frente de Cataluña. En aquellos años se interesó por la pintura de su amigo el cubano Wifredo Lam, residente en Madrid, quien se debatía entonces entre un simbolismo tardío y una primeriza inquietud surrealista. Asimismo Granell contactó en 1936, a través de las reuniones del POUM en Barcelona, con el poeta surrealista francés Benjamin Péret, quien años más tarde escribió los textos de dos catálogos de exposiciones individuales de Granell.



Aquellos enlaces iniciales de Granell -entonces todavía exclusivamente escritor- con W. Lam y Péret se enriquecieron en los meses que nuestro artista pasó en París entre 1939 y 1940, cuando marchó al exilio, cuyo derrotero lo condujo seguidamente a Santo Domingo, donde residió entre 1940 y 1946. Allí se ganó la vida como primer violín de la orquesta sinfónica, y como diseñador de muebles, al tiempo que intervenía en la vida cultural, siendo fundador y redactor de la revista La Poesía Suspendida, en la que colaboraron Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Pedro Salinas y Lezama Lima. En aquella coyuntura Eugenio Granell "sintió" el surrealismo como si se tratara de una revelación religiosa, de un lenguaje abierto, de una poética libre y de una mitología que lo "religaba" intensamente con el mundo visible, pero sobre todo con el universo fabuloso de lo invisible y con la esfera enigmática y el erotismo de los sueños .



Arte primitivo

El perfil singular que ha dado carácter propio, sólo suyo, al lenguaje de la pintura, la escultura, los dibujos, los objetos encontrados y los collages de Eugenio Granell radica en su empeño y en su capacidad de amalgamar el lenguaje surrealista parisién con las particularidades personales de las "hablas" de Lam y de Matta, sumándoles el interés personal que Granell sintió siempre por el arte tribal africano, por los objetos y rituales del indigenismo latinoamericano, y por el estilo primitivista de Picasso y su tratamiento del espacio cubista. Además, sobre esta rica amalgama de elementos, la obra de Granell no dejó nunca de producirse dentro de esa tensión tan fuerte que se deriva de la voluntad de hacer dialogar la fe absoluta en la pintura, que proclamó Breton, y la innovación radical del "arte en los objetos", del dadísmo de Duchamp.



Esa tensión alienta en el recorrido completo de la obra de Granell, desde su etapa caribeña (en Santo Domingo y Puerto Rico, 1940-1957), hasta su larga estancia de profesor universitario y de madurez artística en Nueva York (1957-1985), coronada por la plenitud de su creación de los años ochenta y noventa en España (1985-2001), donde Granell fue reconocido como "el gran Granell que hoy es", a partir de dos hitos: la exposición antológica que en 1989 le dedicó la Fundación Mapfre en Madrid, seguida de la labor permanente de la Fundación Granell en Santiago de Compostela.