Javier Artiñano por Gusi Bejer

Pregunta: ¿Ha decidido ya qué se pondrá para el homenaje que le rinden en Almagro?

Respuesta: Tengo un traje para estas ocasiones, pero ya lo he usado varias veces en actos parecidos y voy a cambiar. Me pondré una camisa negra y un pantalón azul.

P: Nada de amarillo, pues...

R: Lo del amarillo es una superstición que viene de Molière, pues se dice que vestía de ese color cuando murió en escena. Pero no tiene ningún fundamento histórico. Los italianos siguen la misma superstición con el violeta...

P: Comenzó como figurinista y escenógrafo. ¿Iban antes unidas estas labores?

R: Cuando empecé, lo habitual era que lo hiciera todo la misma persona. Pero yo no me considero un gran escenógrafo, destacaba sobre todo como figurinista. Debuté en el teatro con una obra dirigida por José Luis Alonso y protagonizada por Irene Gutiérrez Caba, La hora de la fantasía. Trabajé mucho para esta familia de teatro, con ellos he tenido una relación de amistad de años, los adoro.

P: ¿En la Escuela de Artes Decorativas conoció a Francisco Nieva, que impartía escenografía. ¿Lo considera su mentor?

R: No, siempre he sido un poco autodidacta. Me apunté a esas clases porque se decía que Nieva solía coger ayudantes. Pero él siempre me decía que yo tenía más futuro en el cine que en el teatro porque era muy realista a la hora de componer. Y, claro, el teatro permite una mayor fantasía.

P: A un diseñador como usted lo que le gusta es el figurín de época. ¿Cómo lo interpreta?

R: Es un instrumento que ayuda al actor a componer su personaje. Es increíble comprobar lo rápido que el público acepta un personaje cuando está bien caracterizado y lo que ayuda a los actores a incorporarlo. Recuerdo una anécdota con Alfredo Landa cuando hicimos El bosque encantado: no acabó de ver bien su papel hasta que se vio vestido.

P: Y es que usted practica un figurín realista.

R: Durante muchos años siempre he sido muy riguroso con la época que me tocaba recrear. Además, el cine y la televisión lo exigen.

P: En una película solo se hacen los trajes para los protagonistas. Cornejo se encarga de hacer los de los demás, ¿no?

R: En teatro se suele hacer la ropa para todos los actores, pero en las películas es así. Generalmente, toda la ropa es propiedad de Cornejo, que la alquila y, a veces, te permiten hacer modificaciones. Por ejemplo, el vestuario de La reina Margot que compró Cornejo ha danzado muchísimo. Se ha empleado luego para Elizabeth, para Shakespeare in Love... Yo mismo lo usé para una serie de televisión y para Lázaro de Tormes.

P: Su estilo es realista, pero en sus últimas creaciones teatrales se nota más fantasía.

R: Siempre hablo de dos épocas en mi carrera. Desde los inicios hasta que comencé a hacer cine y televisión en los 70, que me tuvieron apartado del teatro y en los que hice un vestuario muy realista, muy riguroso con la época que me tocaba recrear. Además, el cine y la televisión lo exigen. Pero en los 90 comienza mi rentrée al teatro, propiciada por Pérez de la Fuente, que me llamó para trabajar con él en La visita de la vieja dama, un vestuario muy interpretativo. Él me ha espoleado para hacer cosas más imaginativas.

P: ¿Con qué época le gusta trabajar más?

R: El siglo XVI, desde los Reyes Católicos a Felipe II, que en Italia coincide con el reinado de los Medicci, en Inglaterra con el de Enrique VIII y en Francia con el de Francisco II. Y también me gusta la segunda mitad del siglo XIX, etapa en la que he hecho muchas series de televisión, como Fortunata y Jacinta, La Regenta, El quinto jinete, El Pícaro, Los gozos y los sombras...

P: ¿Y recurre a Zara si tiene que vestir a los personajes de una película ambientada en nuestros días?

R: Sí, he ido a comprar cosas allí, pero la época actual no me interesa, nunca sabes cómo vestir a los personajes. Desde los años cincuenta a hoy la moda es muy anárquica.