Josep Vicent, Elena Ochoa, Fabián Panisello

La verdadera piel de Roma son los muros desconchados del Trastevere. Si les pones una cruz parecen cuadros de Tàpies, algunos incluso la llevan, como si el propio artista hubiera recorrido las callejuelas adoquinadas del barrio para dejar su impronta aquí y allá, como un Bansky tembloroso y romano.



Viví ocho meses allí, en el Trastevere, y durante ese tiempo no fueron pocos los días en que provoqué a mis amigos, pintores o historiadores del arte, comparando calidades: ¿Tàpies o los muros? Ellos, expertos, se reían de mi juego mientras comíamos spaguetti o pizza. Yo, tozudo, aprovechaba los paseos por el barrio para señalar paredes que, en mi opinión, mejoraban a Tàpies con la ventaja de estar en la calle y ser una galería abierta al mundo, que no requería mediación de hermeneutas ni poses solemnes.



Naturalmente, ni ellos me convencían a mí, ni yo a ellos. Hasta que tuve que dejar Roma y regresar a mi ciudad, que como cualquier otra ciudad del mundo resiste mal la comparación con la capital italiana. Desde entonces, no me pierdo una exposición de Tàpies. De alguna manera, en sus cuadros revivo emocionado la sensación de estar rodeado por la misma piedra que define al Trastevere. Pero es infinitamente más caro comprar un Tàpies que un billete de avión. Así que, para bien o para mal, en mi casa no hay obras del reputado artista, y sí muchas postales romanas.



Juan Aparicio Belmonte (Londres, 1971) es escritor. Su primera novela, 'Mala suerte', ganó el Premio de Narrativa Caja Madrid. Con 'El disparatado círculo de los pájaros borrachos' consiguió el Premio Lengua de Trapo de Narrativa.



Ya nos lo han contado...

  • Josep Vicent: La Philarmonie de Berlín (Alemania)
  • Elena Ochoa: Sils-Maria (Suiza)
  • Fabián Panisello: Gálata (Turquía)
  • Montero Glez: Sancti Petri (Cádiz)
  • Juan Uslé: Olleros de Pisuerga (Palencia)
  • Borja Cobeaga: Annecy (Francia)