SPOILERS: Quinta temporada de Breaking Bad







The Shield (arriba) y Breaking Bad (abajo)



La imagen de Walter y Skyler frente al montante de dólares en el 5x8 de Breaking Bad me remitió directamente al final de la segunda temporada en The Shield, cuando Vic y su equipo permanecen de pie delante de todo el dinero negro que han robado a los armenios. El sueño de los personajes de la teleficción norteamericana es casi siempre la pasta y/o el poder, cuanto más mejor, pero el precio moral y humano que estén dispuestos a pagar por ello es el verdadero objetivo de ambas series. La destrucción y el vacío existencial que causa el dinero sucio está concentrado en el momento en que Walter entrega a Jesse, a modo de despedida, la bolsa de deportes abarrotada de fajos de billetes. Jesse se queda solo, temendamente infeliz, la culpa devorándole por dentro, mientras que Walter White decide poner un punto y final a su nueva vida, enterrar la identidad de Heissenberg, mirar hacia adelante. Mientras Breaking Bad dedicará ocho capítulos al ¿y qué pasa ahora que me he convertido en un monstruo y además lo sé?, The Shield dedicó cuatro temporadas.



En este aspecto, no debe sorprendernos hasta dónde ha llegado W.W., ni hasta dónde es todavía capaz de llegar en los ocho capítulos que quedan de la serie. Ya les dijo Vince Gilligan a los compradores de HBO, cuando les vendió el proyecto, que su intención era convertir a Mr. Chips en Scarface. Pues bien, W. W. ya es Scarface. ¿Será capaz de matar a Hank? No hay dudas de que los capítulos finales, para los que habrá que esperar hasta el verano, concentrarán su tensión en el enfrentamiento entre Walter y Hank, los verdaderos antagonistas (y amigos, y familiares) de la serie. Hay una frase tremenda, en boca de Hank, en el último epidosio visto hasta ahora: "No sabía que estaba persiguiendo monstruos". Más tremenda es la cínica reacción de Walt. Gracias al prodigioso último minuto del episodio, con el secreto contenido en Hojas de hierba de Whitman, Hank ya sabe quién es Heissenberg, y seguramente Heissenberg descubrirá que Hank lo sabe. El final será de infarto, pero si de algo estamos seguros todos los espectadores es que la conversión del apocado profesor de química en el arrogante, vanidoso y cruel gangster que es ahora no puede acabar bien. El interés está ahora en ver cómo los guionistas resuelven el final, no exactamente en cuál será el final de W. W. No hay posibilidad para el happy end.



O quizá sí, porque dependiendo del espectador, del modo en que Walter White le haya logrado seducir, el final feliz puede ser uno o su contrario. Este es uno de los aspectos de la serie que más me interesa. Ahora mismo habrá espectadores que se hayan puesto del lado de Hank, y otros que sigan junto a Walter, que sean cómplices de sus crímenes y le deseen una larga y próspera vida junto a su familia. Capítulo a capítulo, Breaking Bad ha ido proponiendo retos morales al espectador para los que seguramente no estaba preparado al principio, pero la maestría de los artífices de la serie ha consistido en, apenas sin juzgar a los personajes, ir ampliando gradualmente los límites éticos de la serie, en la misma medida en que, frente a situaciones extremas, W. W. también ha ido ampliándolos. En verdad, en apenas dos horas de serie, Walter ya había cometido su primer crimen de sangre, pero poco podíamos imaginar este final coppoliano de asesinatos en serie en distintas cárceles del Estado.



La revista The New Yorker publica este mes un artículo, "Child's Play", en el que reflexiona sobre cómo Breaking Bad ha vulnerado uno de los grandes tabúes televisivos en Estados Unidos: el asesinato de niños. Para Emily Nussbaum, autora del brillante texto, esta vertiente es de hecho el sello ("trademark") de Breaking Bad, lo que la distingue de otras teleficciones similares. Si lo pensamos un poco, si hacemos memoria, no va desencaminada. El más ambiguo de los actos aberrantes de W. W. se produjo en la pasada temporada, cuando envenenó a Brock, el hijo de la novia de Jessie, precisamente para hacerle pensar a Jessie que había sido Gus el responsable, pues Walter estaba seguro de que Jessie no aceptaría jamás la muerte de un menor como daño colateral del negocio. Esto es lo que, por casualidad, ocurre en esta última temporada, con el fatal desenlace del estupendo asalto y robo al tren del quinto capítulo, que pone en escena las esencias del western. La ambigüedad de la pasada temporada consistía en dilucidar si Walter sabía a ciencia cierta los efectos del veneno: ¿era su intención matar a Brock o solo que pasara unos días en el hospital para poner a Jesse de su parte? Ustedes deciden.



En su recta final, la decisión del espectador será la más importante, la que de algún modo definirá sus propias expectativas y sus propios umbrales éticos. Y es que los ochos capítulos -que prometen ofrecer tantas dosis de tensión como los últimos de Los Soprano- concentrarán en su discurrir la gran pregunta que siempre, desde su primer episodio, ha sobrevolado Breaking Bad, pero que igual hasta ahora no nos atrevíamos a plantearnos. ¿Quién es el verdadero héroe? Walter o Hank. Eso sí, ya sabemos quién es el verdadero villano.