Image: Ángeles Caso

Image: Ángeles Caso

El Cultural

Ángeles Caso

"El peloteo ceremonioso del absolutismo sigue vigente en la política"

10 septiembre, 2012 02:00

La escritora Ángeles Caso.

La escritora acaba de publicar 'Donde se alzan los tronos' (Planeta), protagonizada por la ambiciosa Princesa de los Ursinos en la corte de Felipe V.

Imagínense a Luis XIV en su "exquisita silla-orinal de terciopelo carmesí bordado en oro", haciendo aguas mayores mientras una treintena de nobles, ministros e infantes invitados a la "ceremonia del Despertar" le hacen la pelota a más no poder. La ridiculez de la escena, tan bien pintada por Ángeles Caso (Gijón, 1959) que divierte y repele a la vez, no dista mucho de la que emanan otras formas más sutiles pero igual de vergonzosas con las que los políticos de hoy se frotan el lomo mutuamente o se arrastran ante sus superiores, afirma la autora, ganadora del Planeta en 2009 por Contra el viento.

No en vano, el propósito de la escritora, periodista e historiadora del arte al escribir su último libro, Donde se alzan los tronos, no era tanto recrear una época como hacer un retrato del poder, al que la protagonista de la novela es adicta. Se trata de un personaje poco conocido: Marie-Anne de La Trémoille, Princesa de los Ursinos. Esta ambiciosa noble francesa, que gozaba de la máxima confianza del Rey Sol, fue enviada a España para "vigilar" al joven e inexperto nieto del monarca francés, Felipe V, y su aún más joven esposa, María Luisa de Saboya. Caso narra con ironía la historia de sus intrigas palaciegas, con el trasfondo de la Guerra de Sucesión entre los borbónicos y los austracistas.

Pregunta.- A juzgar por su novela, la Princesa de los Ursinos padecía una auténtica adicción al poder.
Respuesta.- Era una mujer muy moderna para su tiempo. Le gustaba todo lo que rodea al poder: el dinero, la ceremonia, pero fundamentalmente su ejercicio; el poder como fin en sí mismo, no como medio. Esa es la tragedia del poder.

P.- ¿Cuáles eran sus armas?
R.- Era una mujer madura, inteligente y muy fina, una cortesana que sabía moverse en ese entorno. Era encantadora y muy seductora según todos los datos que tenemos. Y supo utilizar eso a su favor, gracias a una pieza clave: la reina María Luisa de Saboya, que se quedó prendada de ella porque era joven e impresionable. Se convirtió en una especie de madre para ella y a través de ella llegó a ejercer una enorme influencia en Felipe V.

P.- Cuando llegó a España, Felipe V era un muchacho abúlico y sin dotes de gobierno que no había elegido en su vida ni la ropa que debía ponerse, pero su reinado sigue siendo el más largo de nuestra Historia. ¿Qué balance hace de su reinado?
R.- Fue un periodo confuso. La administración se modernizó y se pusieron al día las arcas, que con los Austrias estaban en un estado catastrófico. Se copió la centralización que llevó a cabo Luis XIV en Francia, pero con menos éxito y todas las consecuencias negativas que tuvo, aunque la evolución que se produjo fue en algunos aspectos positiva. Por otra parte, como persona, Felipe V estaba poco preparado y nada interesado en reinar y seguramente era bipolar. Gobernó bien cuando las personas que le rodeaban tuvieron buenas ideas y viceversa.

P.- ¿El pueblo lo acogió bien?
R.- Salvo en el Corona de Aragón -fundamentalmente en Cataluña-, que perdió sus fueros y privilegios, sí consiguió el afecto de los súbditos. Cuando llegó era un hombre joven y atractivo y le acompañaba su esposa María Luisa que se hizo querer rápidamente por el pueblo, sobre todo de Madrid. No obstante, hubo quienes echaban de menos la austeridad de los Austrias. Es triste que ese intento de modernización se quedara en lo administrativo y calara poco en las mentalidades mientras en Francia se desarrollaba la Ilustración, donde la clase media y alta, dejaron de ser súbditos para empezar a elaborar importantísimas líneas de pensamiento políticas, económicas, morales y vitales. El pueblo español siguió agarrado a ideas viejas, por el peso del absolutismo y la Iglesia.

P.- Se sumerge en los rituales pomposos de la realeza, el peloteo, el servilismo y la hipocresía de los cortesanos.
R.- Eso era así, aunque nos parezca inaudito. Pero ahora se pelotea de otras maneras también inauditas. Quería poner de relieve lo ridículo de ese ceremonial que existía y sigue existiendo en torno al poder. Ahora es más moderado y sigue otras normas, pero los vemos en las comparecencias y reuniones de los poderosos, en cómo se saludan, cómo se sientan, cómo son recibidos. Escenifican delante de la gente que son diferentes y privilegiados.

P.- De hecho, advierte al lector de que la novela no trata de la Princesa de los Ursinos sino de una forma de ejercer el poder "demasiado común" para su gusto. ¿Es extrapolable a la política actual? R.- Los políticos nos demuestran continuamente que toman las decisiones sin una reflexión seria, sin tener en cuenta las consecuencias sobre la gente. Me recuerda a la forma de ejercer el poder del absolutismo, como una propiedad privada que se reparten entre ellos. Hoy en España todo el mundo vota a dos partidos que se reparten el poder y sus equivocaciones y casos de corrupción apenas tienen consecuencias en las urnas.

P.- Ha tratado muy a menudo la figura de la mujer en la Edad Moderna.
R.- Sí, me sorprende que estemos tan ninguneadas por los historiadores. Pero habría escrito sobre la Princesa de los Ursinos igualmente aunque hubiese sido un hombre.

P.- En la novela destacan las enormes diferencias entre la mentalidad de los españoles y la de los franceses.
R.- La forma de vestir y de moverse tiene mucho que ver con cosas más profundas, con la manera de estar en el mundo y entender la vida. En España, desde Felipe II, toda la vestimenta giraba en torno al negro. Se exigía más seriedad, austeridad y gravedad que en la corte francesa, donde imperaba todo lo contrario, la sensualidad y el placer en todas sus vertientes: la comida, el baile, la risa, el sexo. Por suerte para nosotros, aunque los borbones fueron una desgracia para España como gobernantes, contribuyeron a aligerar ese tristísimo espíritu.

P.- También hay espacio en el libro para el tema de la esclavitud.
R.- La trata de esclavos con América se consideraba un asunto comercial y eso tiene una lectura contemporánea. Hemos visto en estos últimos años guerras como la de Iraq o Afganistán que se envuelven con lazos de democracia y lo que hay detrás son intereses comerciales.

Ver otros Buenos Días