El pianista Diego Amador.
Inaugura hoy en El Tablao de Carmen de Barcelona la tercera edición del Festival Carmen Amaya y presenta su último disco, 'Live in Paris'.
Diego Amador nació un caluroso día de junio de 1973 en Las Casitas Bajas, un genuino barrio gitano de Sevilla poblado por familias que se conocían desde siempre. Un racimo de tardes calurosas jugando al balón y otras tantas cantando con la guitarra junto a los niños de la calle son sus primeros recuerdos. Luego la familia Amador se trasladó a las Tres Mil Viviendas, el Bronx sevillano, y allí vio de cerca el lado oscuro de la vida. Pero en su casa se vivía por y para la música y de ahí nació la mítica banda Pata Negra, fundada por Raimundo y Rafael, sus hermanos mayores y unos pioneros en incorporar el blues a los ritmos más tradicionales del flamenco.
Pregunta.- ¿Es cierto que no sabe leer una partitura? Respuesta.- Así es, yo nunca he estudiado solfeo. Nací con la música grabada en mi ADN porque mi padre, Luis Amador, era guitarrista y acompañaba a los más grandes del flamenco, de manera que por mi casa venían todos, desde Camarón hasta Lole y Manuel y Paco de Lucía. Yo crecí escuchándoles y sabiendo desde niño que a eso iba a dedicar mi vida entera.
P.- ¿Y cómo se aprende a componer sin haber estudiado música?
R.- Por intuición y por oído. Y a base de echarle todas las horas del mundo. Con los amigos jugábamos a ser artistas, cogíamos la guitarra e imitábamos a los que conocíamos.
P.- Hay quien reivindica el desconocimiento del solfeo en los artistas gitanos.
R.- Sí, porque, según dicen los expertos, el solfeo nos restaría autenticidad y frescura, aparecería la técnica y eso ahogaría nuestra alma. Yo nunca he estudiado, pero creo que el que tiene alma y genio los saca por donde sea porque eso no se puede esconder. Yo sé interpretar los cifrados americanos y reconozco las notas y las tonalidades de oído, pero no sé leer música. Soy autodidacta del todo.
P.- De su casa han salido grandes talentos, ¿qué les inculcaron sus padres?
R.- El valor de la humildad y la importancia del estudio, aunque no fuera el de los libros. En casa se escuchaba mucha música, y a través de mis hermanos Raimundo y Rafael descubrí a Miles Davis, a Chick Corea, B. B. King, Bill Evans, Frank Zappa, Duke Ellington y tantos otros... Bebí de todos ellos, me ponía sus discos una y otra vez hasta que descifraba sus composiciones. Luego tocaba encima de ellas, para aprender de memoria cómo habían sido compuestas. Al principio me costaba muchísimo seguirles porque tocaban muy rápido, y para compensar ponía el tocadiscos a menos revoluciones. Y así durante horas hasta que me quedaba dormido encima del teclado, un día tras otro. Y, ya de madrugada, mi madre me cogía en brazos y me llevaba a la cama.
P.- Sus hermanos se fijaron en el blues, que fusionaron al flamenco, y usted todavía ha ido un poco más allá, atreviéndose con el jazz y enamorándose del piano a pesar de pertenecer a una familia de guitarristas.
R.- Yo soy el pequeño de ocho hermanos y, no sé si eso tendrá algo que ver en el hecho de que mi padre me regalara mi primer teclado, supongo que le hacía gracia verme tan pequeño y con tanta soltura ante las teclas. Él me animaba a tocar y yo me lanzaba a por todas. Recuerdo que mi padre se emocionaba al oírme y más de una vez le ví derramar lágrimas de emoción.
P.- ¿Cuál diría que ha sido el antes y el después en su carrera?
R.- Quizás mi disco El aire de lo puro (aparecido en 2001) marcó mi trayectoria, porque con él inauguré mi particular fusión de pureza flamenca y modernidad. Yo quería tocar jazz pero de las teclas me salían bulerías, soleás y seguiriyas, todo lo que llevaba dentro porque con eso es con lo que me había criado. Y sin darme mucha cuenta le incorporé el jazz porque había pasado muchos años escuchando y estudiando a los más grandes de ese género.
P.- ¿Le asusta salir a escena?
R.- Mucho, cada vez más, supongo que es fruto de la responsabilidad. Cuando empiezo a actuar entro en trance y se me olvida el pánico pero en los momentos de antes necesito estar solo, concentrado y muy tranquilo. Soy capaz de encerrarme en el baño con tal de encontrar un espacio para aislarme.
P.- ¿Hay días en que todo sale redondo?
R.- Sí, es muy difícil pero hay actuaciones que son mágicas. Depende sobre todo del estado de ánimo de uno mismo. Cuando se está feliz y sereno se es más capaz de transmitir las emociones al público y eso se nota en seguida.
P.- ¿En que país se entiende mejor su música?
R.- En España, por descontado. Pero todavía más en Estados Unidos, allí he cosechado grandes éxitos y tengo muchos seguidores.
P.- ¿Qué nos vamos a encontrar en Live in Paris?
R.- Está grabado directamente de un concierto en directo que ofrecí en el Festival de Flamenco celebrado en el Parc de la Villette (París) en mayo de 2011, y es un tributo a mis maestros. Hay temas dedicados a Camarón, a Paco de Lucía, a Chick Corea... Me gusta mucho grabar directamente de un concierto, porque así se aprecia la tremenda energía que se descarga en una actuación en vivo. Lo único que hemos hecho ha sido limpiar los aplausos y acortar algunos temas que son largos y por razones de espacio no nos cabían en el soporte.
P.- ¿Es difícil vivir con un artista?
R.- Tendría que preguntárselo a mi mujer. Llevamos juntos ya catorce años y tengo la suerte de que entiende muy bien mi trabajo porque ella en su día se dedicó al baile. Siempre me ha dejado mi espacio y ha respetado mis ausencias, que son muchas porque los viajes son una constante en mi vida. Ahora por ejemplo me voy dos meses a Dubai a investigar un poco la música que se hace por ahí.
P.- ¿Sus hijos siguen sus pasos?
R.- El mayor sí, le apasiona la música y toca muy bien el cajón. Mi hija aún es pequeña, tiene diez años, y por ahora está estudiando y no muestra demasiado interés por la música. Dice que quiere ser cuidadora del zoo.
P.- ¿Les inculca los valores tradicionales de las familias gitanas?
R.- No de manera radical porque estamos en 2012 y además mi mujer no es gitana. Pero sí incidimos en que sean gente de bien, que quieran a su familia y respeten a sus mayores.