Image: Luis Goytisolo

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El Cultural

Luis Goytisolo

"La historia de la humanidad tiene mucho de cuento de terror"

15 septiembre, 2012 02:00

Luis Goytisolo. Foto: Santi Cogolludo

El autor barcelonés plasma en El lago en las púpilas la dificultades de compresión del hombre contemporáneo frente a la realidad

La última novela de Luis Goytisolo (Barcelona, 1935), El lago en las pupilas (Siruela), tiene poco más de 150 páginas pero encierra una vocación de totalidad. Pluralidad de voces (que se expresan en primera y tercera persona "objetivada"), saltos del pasado al presente (de la guerra civil a las cumbres macroeconómicas en medio de la crisis), escenarios castizos mezclados con territorios foráneos (Riofrío y Locarno), la narración pura veteada con la reflexión ensayística: sobre el sexo, la banalidad contemporánea, la economía, los conflictos bélicos... El escritor barcelonés sigue demostrando una profunda ambición cuando se sienta a escribir. "En realidad", explica Goytisolo al teléfono desde Santa María de Poblet (pueblo de Tarragona donde se recluye para urdir sus libros), "todo parte de la dificultad que siento para comprender la realidad". Que cada vez le resulta más compleja e inaccesible. Pero no arroja la toalla.

Pregunta.- Moro, uno de los protagonistas de El lago en las pupilas, aparecía al final de Antagonía. ¿Fue de este cabo suelto del que nació esta novela?
Respuesta.- Es cierto, pero su verdadero árbol genealógico se encuentra, primero, en Diario de 360°, y luego en Liberación y Oído atento a los pájaros. En estos libros ya aparece un pueblo muy parecido a Riofrío y también se entremezcla la narración pura con la reflexión. Todos parten de la dificultad que siento para comprender la realidad. No sólo el pasado sino también el presente: toda esta crisis económica mundial; la guerra en Siria, con esas milicias que no sabemos muy bien quien las respalda (sí, Arabia Saudí, y también las potencias occidentales, cada una por unos motivos)... Hay un intento de comprensión: de la macrorealidad de los grandes acontecimientos, pero también de los pequeños detalles cotidianos y de las relaciones humanas.

P.-¿Cree que la realidad contemporánea es mucho más compleja que la de periodos históricos precedentes?
R.-Sí, hemos ido acumulando cada vez más complejidad a lo largo de la historia. Lo que no hemos acumulado es desinformación. Gracias a internet estamos informados casi a tiempo real de lo que sucede en el mundo. Ahora estoy leyendo un libro de Thackerary sobre la batalla de Waterloo. El resultado tardó semanas en conocerse en Londres y París, además la información, que corría a través de cauces individuales, llegaba distorsionada. Es un cambio brutal. La dificultad ahora estriba en la pluralidad de versiones. Detrás de lo que se dice siempre hay otra cosa.

P.-Y aparte de ser más compleja, ¿cree que también es más banal?
R.-En líneas que generales puede decirse que sí. La sobreinformación va contra la profundización del conocimiento. Todo está contado desde un presenta inmediato y si falta algún dato, se recurre a internet rápidamente, donde es muy fácil que te engañen y autoengañarse. Es un territorio en el que las cosas se mueven por impulsos: hay auges muy bruscos, pero todo dura poco, se esfuma con demasiada velocidad.

P.-El lago de Locarno, tan importante en la novela, representa lo contrario. ¿Lo utiliza como metáfora de lo inmutable?
R.-Tiene ese carácter simbólico de lo que permanece fijo. Yo conozco muy bien esa zona alpina. He estado en todos los lagos importantes de allí: Lemán, Lucerna... Pero he elegido el de Locarno precisamente porque no lo conocía. No quería que la novela tuviera implicaciones documentales, no me importa tanto dónde suceden las cosas sino qué está sucediendo. Igual hago con la guerra civil. Sale a relucir pero nunca se menciona expresamente que se trata de nuestra guerra del 36. También por eso cambio los nombres de los pueblos de mis novelas, aunque puede decirse que siempre es el mismo. La realidad que ofrezco al lector no es documental sino de fondo.

P.-La novela se asienta en una pluralidad de voces. Utiliza diferentes perspectivas (primera y tercera persona). Hay narración y ensayo. Está el pasado histórico y el presente de la actualidad informativa. ¿Hay en las poco más de 150 páginas que ha escrito una vocación de totalidad?
R.- La última parte de Antagonía se titulaba Teoría del conocimiento. Muchos piensan que se trata de una especie de tratado o de ensayo filosófico, pero es todo lo contrario. Hay una parte primera donde el protagonista es una adolescente que despierta al mundo: el descubrimiento del sexo, las dudas, la madurez... Luego, en la parte intermedia, es un hombre maduro que ya tiene experiencia en la vida pero que sigue dudando. Y en la última, está un anciano que hace y deshace el mundo a su antojo y cuenta lo que le apetece. Aquí, en El lago en las pupilas, reproduzco esa estructura, cuya finalidad es el conocimiento de la realidad.

P.-El sexo también tiene un papel importante, como siempre en sus novelas. Muestra su escepticismo hacia la libertad sexual.
R.- Antes se creía que era la panacea. Sobre todo a finales de los 60 y principios de los 70. Se pensaba que así se suprimían los complejos edípicos. Pero sus resultados no fueron los esperados. En El lago en las pupilas hay dos personajes que son víctimas de esas relaciones liberales. Los hijos lo pagaron muy caro. En la actualidad, la libertad sexual sólo se da en pequeñas parcelas concretas, como en algunos foros de internet.

P.-¿Y a pesar de la gravedad de las cuestiones que aborda el humor está también muy presente?
R.- El humor y la ironía es una simple cuestión de punto de vista. Depende del lugar en el que te pongas para mirar la realidad, te puede parecer terrible o moverte a la risa. No intento ser gracioso, ni tampoco indicar al lector cuando se tienen que reír. Es algo que surge a través de los personajes, de lo que dicen, lo que cuentan, cómo se comportan.

P.- Uno de sus personajes dice que cuesta aceptar que la historia de la humanidad sea en realidad un cuento de terror... ¿Lo es para usted?
R.- Muchos lectores ya me han dicho que tiene razón. Si recapitulamos en la sucesión de tragedias y decadencias que ha vivido la humanidad, creo que no hay duda de que así es, que tiene mucho de cuento de terror.

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