I

La historia de Internet suele contarse habitualmente en términos tecnológicos y de infraestructura: cómo evolucionó su arquitectura técnica, cómo se extendió la maraña de cables, servidores, enlaces por satélite o data centers que hacen posible su omnipresencia actual. O sencillamente en términos económicos o empresariales: la Red tras la burbuja punto.com, la era antes de Google o después de Google. Pero ya ha pasado suficiente tiempo como para que podamos empezar a contar la historia de la Red como la historia de sus géneros, de sus formas narrativas.





La Web es un medio escrito que se convirtió paulatinamente en un medio audiovisual, es cierto; pero en su centro siempre ha estado el texto, y lo sigue estando. Cómo organizar estas palabras en canales para la conversación o la comunicación; de manera sincrónica o asíncrona; de un emisor a un receptor o de muchos a muchos... ante la necesidad de resolver estos problemas y aprovechando la flexibilidad extrema de Internet para tantos fines como fuese posible, se crearon una serie de soluciones y convenciones que hoy casi nos resultan naturales, como si fuesen inevitables. El correo electrónico, a imagen y semejanza del correo postal, pero instantáneo; el chat, un pobre sustituto del teléfono, pero que permitía el anonimato y las conversaciones caóticas a muchas bandas. Los foros -tablones de anuncios con posibilidades infinitas- y después los blogs -diarios personales, ¿medios de comunicación de uno?-, los Wikis -enciclopedias que no sólo se pueden leer, sino escribir y sobreescribir por cualquiera-, hasta formas más difíciles de describir con analogías, como las redes sociales.



Estos géneros nos resultan inevitables porque para la mayoría de los usuarios son Internet, de la misma forma que la novela es la literatura o los largometrajes son el cine. Pero no lo son, y bien podrían haber sido otros. Algunos de ellos fracasaron inicialmente y tras ser dados por muertos irrumpieron con fuerza en un momento más adecuado, o de la mano de alguien con más suerte o que supo entenderlos mejor. Esto es lo que explica que haya un multimillonario llamado Mark Zuckerberg, creador de Facebook (2004) y que no tuviera esa fortuna Jonathan Abrams, responsable de la Red Social Friendster (2002).



A los diseñadores que imaginan e implementan estas arquitecturas de la comunicación y la participación se les admira como emprendedores de éxito. Probablemente, merecen más que esto. Si los blogs han cambiado el periodismo y las redes sociales han desencadenado nuevas formas de acción política, es obvio que introducir un nuevo género en la Red puede tener importantes repercusiones culturales y sociales.



II

Evan Williams es un miembro destacado de la pequeña élite de Silicon Valley que ha escrito la historia de los géneros de Internet. Williams fundó en 1999 junto a Meg Hourighan Blogger, la plataforma que popularizó el medio de los blogs y que ponía a alcance de cualquiera sin ningún conocimiento técnico y sin ninguna inversión, la posibilidad de tener una web actualizable diariamente. En 2006 se vuelca en una nueva empresa, Odeo, que apuesta por la popularización de los podcasts, quizás la forma que tome el relevo de los blogs. Odeo nunca llega demasiado lejos, pero su equipo desarrolla un sistema de comunicación interna basado en mensajes cortos que parece prometedor. El servicio se convierte en una nueva compañia llamada Twitter.



Evan Williams, ideólogo de Medium





Blogger y Twitter son razones suficientes para prestar atención cada vez que Evan Williams se implica en el lanzamiento de una nueva plataforma, especialmente si no se parece demasiado a nada que existiese anteriormente en la Red. Su nuevo proyecto se llama Medium, y salió al aire el pasado 15 de Agosto. Parece imposible escoger un momento más discreto.



Este deseo de pasar desapercibido se explica con facilidad; Medium es un experimento cuyo resultado es aún díficil de preveer, y el navegante que se acerque a su web no encontrará demasiado, y es posible que tampoco entienda mucho. Mejor guardar el bombo y el platillo de momento.





Medium es, en esencia, una plataforma de publicación de contenidos, como lo fue antes Blogger, Flickr o Youtube. Pero nace con la intención declarada de reinventar la manera en que estos se organizan, y las convenciones que hemos aprendido y ya damos por inamovibles. Se trata de "dar un salto evolutivo a partir de todo lo que hemos aprendido en la Red en los últimos trece años, y de las necesidades del mundo de hoy", afirma Williams en su texto de presentación de la plataforma.



El principio estructural en Medium es la "colección", una elección de palabra interesante porque parece prolongar la noción de que filtrar y clasificar contenidos en Internet es una nueva forma de comisariado. Una colección puede pertenecer a un único autor o a muchos, y puede estar formada por artículos de texto (como ésta, dedicada a recopilar anécdotas increibles) o por galerías de imágenes (sitios a los que merece la pena ir).

El concepto no es revolucionario, y remite a otras plataformas sociales de comisariado como Tumblr o Pinterest. Pero hay otras elecciones que sí son más llamativas.



Para comenzar, las colecciones de Medium están pensadas para no sólo aceptar, sino fomentar las contribuciones puntuales, aquellas del usuario que tiene que algo que decir en un momento determinado sobre un tema concreto, pero que no quiere adquirir el compromiso de abrir un blog y actualizarlo regularmente. La arquitectura de Medium está pensada para que cualquier contribución, si es de calidad, pueda llegar a un público muy amplio, incluso si su autor no ha escrito nada anteriormente y no cuenta con una audiencia propia de lectores o seguidores en Twitter. El proyecto quiere desterrar la idea de que en la Web hay que ser constante y disciplinado para destacar por encima de las montañas de contenidos producidas diariamente.



En aras de este objetivo, la plataforma rechaza una de las convenciones más establecidas: ordenar los contenidos cronológicamente, del más reciente al más antiguo. Al igual que sucede en los sistemas de publicación de comentarios, en las colecciones de Medium las entradas se organizan a partir de las puntuaciones emitidas por los usuarios. Aquello que los lectores consideran más interesante asciende a la parte superior de la página.



Situar en el centro de la navegación el concepto que organiza la colección tiene un efecto colateral: la noción de autoría pierde importancia, y el individuo no es el nexo común de todo el contenido, como lo es en Twitter o en cualquier blog. Las colecciones de Medium son un conjunto de voces distintas aportando ideas, historias o documentos alrededor de un mismo tema. Dave Winer explica la transformación que esto supone de la tradición del blog de manera gráfica: "en vez de añadirle una categoría a un artículo, en Medium añades un artículo a una categoría". La categoría es lo primero, y lo que importa es que todos los lectores de esa colección hayan destacado ese artículo como interesante. Quién lo escribió es lo de menos; en Medium no hay marca personal.



Captura de una página de Medium

III

El último intento en reinventar por completo un género de la Red y adaptarlo a las nuevas necesidades empezó con entusiasmo hace unos tres años y terminó poco después con incomprensión y frustración. Su promotor, Google, es sin duda la entidad individual que más profundamente ha transformado Internet en la última decada, por lo que parecía razonable concederle el beneficio de la duda.



Google Wave fue una ambiciosa iniciativa para reconceptualizar el correo electrónico tal y como lo entendemos. La idea tenía sentido -el e-mail no ha cambiado en esencia desde que nació hace cincuenta años- y técnicamente suponía un enorme salto adelante. En Google Wave una conversación en tiempo real podía convertirse en un mensaje, posteriormente en un documento elaborado colaborativamente, y finalmente hasta en una página con contenido multimedia, como videos y mapas. Cada "ola" -el nombre de la unidad de contenido en Google Wave- parecía reunir lo mejor de cada lenguaje de la Red, cada innovación posterior al humilde y rudimentario correo electrónico.



Y sin embargo, poco más de un año después de ser lanzado oficialmente Google decidió cancelar el proyecto. Muchos de los que lo llegaron a usar nunca lo entendieron del todo, y una gran mayoría de internautas no encontraron una razón para sustituir cualquiera de sus servicios habituales por esta extraña quimera que a veces era un chat, a veces un procesador de texto online y a veces un wiki.



La historia de Google Wave sirve para recordar que los géneros triunfan en Internet porque se ajustan de inmediato a las necesidades de los usuarios, y una vez que conquistan su espacio es muy difícil sustituirlos y desbancarlos. Pero eso no quiere decir que no sea necesario desafíar el status quo periódicamente y proponer reinvenciones radicales, porque las plataformas y servicios que usamos diariamente acaban definiendo lo que pensamos posible en la Red y lo que no llegamos a imaginar. Nadie lo ha explicado mejor que Alexis Madrigal, uno de los mejores periodistas tecnológicos de la actualidad: ya va siendo hora de dejar Facebook atrás e ir inventando un nuevo futuro.



Otra vista de Medium