La pequeña impresora y el internet de papel
La adicción a las superficies rectangulares iluminadas es un síndrome de nuestro tiempo. Somos capaces de dedicar todas las horas que tiene el día, las laborales y las de ocio, a volcar nuestra mirada sobre estos "espejos negros" -como los bautizó la serie de culto inglesa Black Mirror- que dominan nuestros escritorios, se han colado en nuestros bolsillos y, en su última encarnación, las tabletas, compiten en el sofá con la cada vez menos poderosa televisión. Silicon Valley está respondiendo a este entusiasmo lanzándose a una carrera desenfrenada por aumentar el número de puntos de luz individuales (píxeles) que son capaces de introducir bajo el cristal de nuestros rectángulos resplandecientes.
Con alguna excepción puntual como la tinta electrónica de los ebooks, los "espejos negros" se han vuelto la solución universal e inevitable para suministrarnos nuestra dosis digital diaria. Al otro lado del Atlántico, en el distrito tecnológico de Londres conocido con sorna como Silicon Roundabout (la rotonda de Silicio), uno de los estudios de diseño más interesantes de Europa se pregunta si no podría ser de otra manera. Mientras Apple se vuelca en su tecnología Retina para aumentar cada vez más la resolución de sus dispositivos, en BERG imaginan futuros alternativos en que la información digital se encarna en otras texturas, y no desprecia las cualidades de lo material. El primero de sus pasos en esta dirección es uno de los dispositivos electrónicos más peculiares que han aparecido en mucho tiempo. Se llama Little Printer y quiere reconciliar el medio del papel con los flujos de información de la red.
No es habitual ver gadgets que quieran abrir una categoría nueva, que no se parecen ni en su función ni en su forma a nada que existiese antes. Little Printer es, técnicamente, una impresora térmica que imprime sobre rollos de papel como los de las cajas registradoras, pero su aspecto no es de material de oficina, sino más bien el de un juguete nada amenazante que nos mira desde la estantería. De algún modo, recupera algunas características del fax, está permanentemente conectado a la Red, y de vez en cuando escupe información. Pero no sirve para intercambiar mensajes. Little Printer, más bien, nos manda telegramas sobre el estado de nuestra vida digital. Little Printer, muy deliberadamente, no contiene una pantalla más, lo que exige nuestra atención constante y focalizada. Sobre su "cabeza" aparece una luz que parpadea puntualmente para anunciarnos que tiene cosas que decirnos. En la tira de papel que utiliza para comunicarse con nosotros se imprimen, por ejemplo, recordatorios de los cumpleaños de nuestros amigos, extraídos de Facebook; el pronóstico del tiempo para las próximas horas, fotos de nuestros contactos o los titulares de las principales noticias del día. Esa tira de papel que podemos arrancar y llevarnos con nosotros se convierte en un miniperiódico personal, un diario de nuestra cotidianidad según se refleja en los flujos de información que desciende desde La Nube.
Es probable que una gran mayoría de usuarios no entienda para qué sirve acumular un dispositivo más que en esencia no ofrece nada que no esté ya al alcance a través de nuestros portátiles, tabletas o Smartphones. Little Printer rechaza frontalmente el principio de que cualquier información digitalizable puede comunicarse a través de un mismo soporte físico sin que perdamos nada a cambio. Los nuevos mediadores de la cultura y el entretenimiento, Apple o Amazon, quieren convencernos de que el Ipad o el Kindle Fire son soluciones que sirven igualmente para leer novelas, ver películas, hojear revistas y consultar nuestro email. BERG, en cambio, apuesta por recuperar la textura y la materialidad del papel como manera también de reivindicar sus cualidades emocionales.